En la choza del Jefe Nagutu, Trego observa al líder de la tribu sin tener idea cómo actuar, o siquiera qué esperar. Duda mucho que lo deje volver a su gente después de lo que ha presenciado, pero si lo hubiese querido asesinar lo podría haber hecho en el bosque, sin necesidad de traerlo hasta la tribu.
—Que no te de pena comer, muchacho. Tu cuerpo necesita reponer fuerzas luego de lo mucho que le exigiste durante la noche en la cacería —invita el Jefe señalando los platos de cerámica llenos de trozos de carne y legumbres.—¿Acaso no vamos a esperar a Xoka para comer, señor? —consulta el joven atreviéndose a tomar un trozo de carne ante el reclamo de su estómago.—No hay necesidad de hacerlo, él está en una misión, de camino a tu tribu a decir verdad. Así que come con confianza —informa el Jefe desgarrando con los dientes un pedazo de carne del hueso que sostiene en la mano.—Si me hubiese esperado podría haberme ido con ellos, ya que seg—Señor, todos los guerreros están preparados para la batalla —informa Kaitu entrando a la choza del nuevo líder.—Bien, partiremos en breve. Asegúrate de dejar solo los hombres que sean imprescindibles para la protección de la tribu, pues no volveremos en mucho tiempo —informa Veida mirando el crepitar del fuego en la fogata.—Veida… ¿Estás seguro que tenemos las fuerzas necesarias para enfrentar al Imperio de la gente de la montaña? —consulta el guerrero con marcada preocupación por el resultado de esa campaña.—Sí, Kaitu, las tenemos, y además me tienen a mí que valgo por mil hombres. La guerra no se gana solo con fuerza y número, sino con astucia y estrategia. Es como un pequeño fuego que comienza a arder en el bosque, en sí mismo es tan pequeño que el pie de un hombre podría apagarlo, pero aprovecha todo lo que tiene a su alrededor para fortalecerse hasta el punto que no puede ser combatido. Y nosotros… nosotros haremos arder a toda esa gente —asegu
—¿Cómo ha logrado encontrar todas las hierbas tan rápido? —murmura Kopuru desde detrás de unos árboles acechando a Tekay que se agacha para tomar un Aguapey.El hijo del chaman observa enfadado que esté a punto de enfrentar otra derrota a manos de ese huérfano, tiene que hallar la manera de impedirlo, no podría soportar la vergüenza de ser superado por él una vez más. Al mirar a su alrededor nota a un grupo de ciervos que se alimenta a unos metros detrás de Tekay, Kopuru sonríe al ver su oportunidad y tensando el arco dispara una flecha que se clava en un árbol detrás de los animales que asustados emprenden la huida.Tekay ladea el rostro al oír un extraño ruido detrás, al girarse abre los ojos espantando al ver un enorme ciervo bajando su cabeza para embestirlo, el joven reacciona justo a tiempo para lanzarse hacia un lado y evitar el impacto, pero las patas de otro de los ciervos que están a punto de caer sobre su pierna derecha lo obliga a rodar en la tierra a
—Espero que hayas tenido una agradable noche, muchacho —comenta Zanor dispuesto a acompañar al reducido ejército hasta el límite del territorio Nagutu.—No ha sido como te imaginas —responde el joven dejando en claro que no ha tocado a la muchacha.—Eso significa solo una cosa, estás enamorado. Por alguna razón las emociones son mucho más fuertes durante la juventud —comenta el anciano rememorando tiempos pasados.—Considero que la fuerza del amor es abrumadora sin importar en qué época de la vida llegue —afirma Trego caminando nervioso por el bosque ante el recuerdo de la cacería en la que casi muere.—Supongo que tienes razón, puede ser una gran fuerza para ayudarnos a afrontar lo que se nos presente, o bien si no es correspondido o posible, se vuelve el mal más doloroso que un hombre podría llegar a conocer —determina Zanor habiendo visto demasiados corazones destruidos por eso.—Eso es algo que espero no tener que sufrir —murmura
—Parece que esta lluvia nunca va a parar, llueve como si el cielo quisiera dejarnos bajo agua —murmura Ferza mirando a través de la entrada la violenta lluvia que comienza a inundar los caminos de la tribu.—Deberá hacerlo en algún momento, es solo una tormenta pasajera, en cuanto pade estaré listo para marcharme —responde Veida con las manos extendidas hacia el fuego de una fogata para calentarse.—¿Así que esa ave que trajo la tormenta es su guardián? —pregunta la muchacha sentándose frente al joven esperando poder ser enseñada en sus creencias.—Sí, cada una de las cuatro grandes tribus cuenta con un guardián. Un espíritu antiguo enviado por el Gran Espíritu para guiarnos, aunque ya no son muy cercanos a nosotros —explica Veida teniendo que elevar un poco la voz para ser escuchado por encima del golpeteo de la lluvia en el techo.—Pues para no ser cercano parece estar bastante interesado en hacer conocer su veredicto con respecto a esta gue
—¿Qué te han dicho? ¿Cómo está tu padre? —pregunta Zipul en cuanto ve salir de la choza a su amiga.—¡Por como lo he visto está muy mal, me temo que… que quizás…! —solloza la muchacha sin sentirse capaz de pronunciar que su padre va a morir.—Estaremos bien, hay que aceptar la voluntad del Gran Espíritu. Además sabes que me tienes a mí, no estarás sola —promete la amiga abrazando a la doliente para intentar consolarla en ese momento.—Lo sé, pero eso no lo hace menos doloroso. Ni siquiera puedo imaginarme una vida sin él, es mi padre, ha estado a mi lado en cada momento de mi vida, ¿Cómo podría no sentirme de esta manera? —cuestiona la joven mojando el hombro de su amiga con las lagrimas que caen de sus ojos.—Sí, deja salir el dolor, nadie te lo recriminará —susurra Zipul acariciando el cabello de su amiga para consolarla, incluso ella está comenzando a sentir que va a llorar, así como está segura que toda la gente que se ha reunido alrededor
Trego se arrodilla a la orilla de un arroyo para beber un poco de agua que se lleva a la boca con sus manos, cree que ha sido capaz de dejar atrás a los Nagutu, y que los cazadores nocturnos no han sido capaces de seguirlo el rastro. La verdad es que no estaba seguro de lograrlo, a pesar de haber corrido durante toda la noche le parecía que en cualquier momento una de esas criaturas saltaría desde las sombras sobre él para despedazarlo. Pero con la aparición del sol en el horizonte llegó también una descarga de alivio, hasta el momento nunca ha visto a esas bestias cazando de día, aunque se advierte a sí mismo que no debe dar por sentado que son seres puramente nocturnos.Levantando la vista para mirar a su alrededor puede determinar que aún le resta un largo viaje para llegar a su tribu, dos días más al menos. Cierra los ojos por un momento ante el cansancio que comienza a pasarle factura
—¿No se te hace extraño? —pregunta un guardia de la gente de la montaña en su puesto situado en una cueva por encima del camino.—¿El qué? —interroga su compañero arqueando una abundante ceja negra.—Se suponía que los guardias que escoltaron a la princesa pasarían por aquí al volver —contesta el guardia mirando el camino que no ha tenido transeúntes desde hace unos días.—Tal vez los Hazudos están celebrando no tener que medirse con nosotros, aunque a mi parecer no habría sido necesaria esta alianza. No pueden compararse con nosotros, los hubiésemos hecho trizas, como a tantos otros pueblos —determina el hombre con una sonrisa altanera en los labios.—Las cuatro grandes tribus podrían representar una gran fuerza si se unen, creo que nuestro emperador tomó la decisi&oa
—Así que en este aburrido viaje no hemos topado con una bella flor —murmura Xako devorando con la mirada a la asustada muchacha.—¡Están muy lejos de su territorio, este es el bosque de los cazadores Fuhure! ¡No tienen derecho a estar aquí! —advierte Mahal retrocediendo unos pasos, pero intentando no mostrarse intimidada.—¿Se supone que eso debería asustarnos? ¿Temer a la moribunda tribu de los cazadores? —se burla otro de los muchachos meneando su cabeza llena de finas trenzas atadas en una cola.—¡Un solo cazador de nuestra tribu podría acabar fácilmente con ustedes cuatro, así que deberían marcharse antes de que sea demasiado tarde! —amenaza Mahal con voz firme apretando las manos en puños a los lados de su cuerpo.—Tienes una boca demasiado descarada, parece que los Fuhure ya ni siquiera son capaces de enseñarle respeto a sus mujeres —reclama Xako arrugando la nariz con disgusto, nadie le habla de esa manera y mucho menos una mujer.