Desde detrás de las aguas de una cascada que cae con energía se asoma el bello rostro de una jovencita que mira a uno y otro lado, asegurándose de que no haya persona alguna que pueda ver la entrada al nuevo asentamiento de los Nagutu, aquellos que huyeron hace ya tiempo de su tribu, ya que no veían futuro alguno para su gente con el líder que tenían. Una vez que se ha asegurado que no hay intrusos y que nadie parece haber notado que está por salir de la protección de la tribu, Sayo desciende con cuidado por las rocas húmedas de la pendiente rocosa, lo hace con total concentración ya que sabe que un paso en falso podría significar la caída hacia una muerte segura desde esa altura.
—Nunca podría cansarme de esta vista —murmura la joven deteniéndose por un momento y contemplando desde esa altura el frondoso bosque lleno de vida que se extiende aun más allá de donde llega su vista, por debajo el manantial formado por el agua de la cascada parece brillar bajo los rayos del sol.Después del arduo trabajo que supone el descenso, Sayo por fin toca la tierra con sus pies, una sonrisa de alivio se dibuja en su rostro por haberlo logrado. Dándose media vuelta toma una gran bocanada de aire llenando su pecho, y lo exhala con los ojos cerrados, le gusta tanto estar en el exterior, aunque la gran caverna en la que viven les ha brindado protección desde su huida, a veces resulta casi deprimente no poder ver siquiera un rayo de sol allí dentro. De hecho se supone que nadie puede salir del refugio sin previa autorización del Líder, algo con lo que ella no cuenta, y que le costará una gran reprimenda al volver, pero que a su parecer valdrá la pena al haber podido ver las maravillas que hay allí afuera. Iluminando su rostro con una gran sonrisa comienza a correr hacia su lugar favorito en todo ese bosque, uno que descubrió con su madre cuando estaban allí afuera recolectando frutas, todo un campo de hermosas flores de todos los colores conocidos. A su parecer no hay lugar más hermoso, ese paraje parece ser el corazón mismo de ese bosque, donde incluso muchos animales se reúnen a descansar como si fuese una especie de santuario para ellos.—¿Cómo estás, pequeñito? —pregunta Sayo a un pequeño conejo gris que ladea la cabeza contemplándola con sus grandes ojos rojos, pero que al intento de ella de extender la mano para acariciarlo sale corriendo a ocultarse entre unos arbustos.La muchacha suelta una risa divertida por la timidez del pequeño animal, aunque entiende que lo haga, después de todo si quien lo hubiese encontrado fuese uno de los hombres de la tribu ya estaría muerto para servir de cena. Dejando atrás al huidizo animal, Sayo centra su atención en unas hermosas flores rojas que se verán hermosas en un arreglo para el cabello, incluso hasta puede imaginar a las niñas saltando de alegría ante ese regalo. Pues muchos de los niños no han salido de la caverna siquiera una vez, por lo que cualquier cosa llevada desde el exterior causa en ellos el más grande asombro y gratitud hacia el que se los ha llevado. Arrodillada en la pradera para facilitar su tarea de recolectar las flores, de repente Sayo voltea el rostro alarmada por haber creído oír un sonido, de debajo de su cinturón saca lentamente un cuchillo de pedernal esperando a lo que sea que se le acerque.—¡Te atrapé! —grita una voz masculina detrás de la muchacha que reaccionando rápidamente tira un corte al aire que el joven logra esquivar dando un salto hacia atrás.—¿Trejo? ¡¿Qué estás haciendo aquí?! —reclama Sayo con la respiración agitada sosteniendo con fuerza el cuchillo en la mano.—Recuérdame no tenerte como enemiga —bromea el joven de cabello castaño corto.—¿Qué haces aquí? ¡Pude haberte matado! —reclama la muchacha de nuevo con enojo.—Sí no te hubieras escabullido no estaría aquí, pero tu padre parece haberse resignado a que no puede tenerte encerrada en la tribu, así que me ordenó vigilarte durante tus paseos —informa el muchacho encogiéndose de hombros.—No necesito a nadie detrás mío, sé cuidarme sola, como te habrás dado cuenta —replica Sayo volviendo a su tarea de recolección.—No te molestes conmigo, yo solo estoy cumpliendo ordenes —pide Trejo alzando las manos frente a él en señal de inocencia.—Papá debería darse cuenta que ya no soy una niña, soy una mujer que es capaz de valerse por sí misma —afirma la joven con las mejillas coloradas por el enojo.—Eres su única hija, no puedes pedirle que no se preocupe por ti —responde el joven contemplando a la muchacha con ojos brillosos y una sonrisa en los labios.—Ya tiene suficiente para preocuparse con las cuestiones de la tribu, sé que lo hace creyendo que es para mi bien, pero una de las razones por las que salgo es para estar sola, tener un momento para mí alejada del peso de la mirada de los demás —confiesa la joven soltando un suspiro de tristeza porque ya no podrá hacerlo.—Pues si yo fuera él me comportaría de la mima manera, eres demasiado valiosa como para correr el riesgo de perderte —dice Trego mirando con dulzura a su compañero.—Pues pobre de la que vaya a ser tu hija, no la dejarás vivir en paz —bromea Sayo con una sonrisa divertida recogiendo algunas flores blancas.—Para pensar en la que vaya a ser mi hija, primero debo pensar en la que vaya a ser mi mujer, ¿No lo crees? —replica el joven con nerviosismo esperando la respuesta que sea capaz de darle un poco de esperanza.—Pretendientes no te faltan, Trego. Solo tienes que elegir una y listo —responde la muchacha encogiéndose de hombros con indiferencia.—No es tan simple, ¿A a quién podría entregarle mi corazón sino solo a aquella que lo ha cautivado? —pregunta con cierto dolor por la indiferencia de esa muchacha de la que está enamorado desde que tiene conciencia.—¿Entonces qué esperas para decírselo? ¿Puedes ser un guerrero Nagutu, pero no eres capaz de confesarle tu amor a una doncella? —cuestiona Sayo mirándolo divertida.—Lo dices como si fuera algo sencillo, ¿Acaso tú ya le has confesado tu amor a alguien? —presiona Trego una vez más con nerviosismo.—Aún no hay nadie por el que pueda decir que siento amor, el enamorarme es algo desconocido para mí aún —afirma la muchacha con un suspiro de pesar.—Parece un problema considerando que está llegando el tiempo en el que debes unirte a un hombre —indica el joven volteando el rostro hacia unos árboles para que su amiga no note la decepción en sus ojos.—Sí, que me quieran unir a alguien sin que haya una pizca de amor me parece el peor castigo que pudiesen darme, condenada a una vida de estar con alguien al que soy indiferente, debiendo fingir algo que no siento —reclama Sayo parándose para ir a buscar un par de frutos antes de volver a la tribu.—O tal vez no te has enamorado porque no le has dado una oportunidad a alguien, no pareces distinguir el amor cuando está frente a ti —objeta Trego torciendo la boca con desilusión.Sayo lo mira por un instante tratando de encontrar las palabras para responderle, ¿A qué se refiere con que no es capaz de distinguir el amor cuando está frente a ella? Se cree completamente capaz de hacerlo, así como está segura de que cuando encuentre al hombre que debe ser su compañero de vida lo sentirá, sin duda ha de ser algo especial, el corazón latiendo a toda velocidad, la respiración agitándose, teniendo problemas para decir palabra alguna por los nervios. Algo que jamás ha sentido, y que comienza a temer que jamás lo haga.En el momento que la joven está por responder, Trego le tapa la boca con la mano y la tare hacia sí detrás de un árbol. Sayo se sacude asustada pensando que su compañero se ha vuelto loco, pero la diferencia de fuerza física entre ambos es muy grandes, y su intento de escape termina en un estrepitoso fracaso.—No hagas ruido, no estamos solos —susurra el muchacho esperando a que su amiga se calme para destaparle la boca.El aviso hace que la muchacha sienta un estremecimiento recorriéndole el cuerpo, el temor que comienza a crecer dentro suyo es tal que a pesar de que Trego la suelta ella sigue apretada a él, como si su vida dependiera de estar junto a él. Algo que Trego parece disfrutar aunque con el rostro enrojecido por sentirla por primera vez tan cerca.—¡No puedo creer que tengamos que estar recorriendo todo este maldito bloque para buscar a esos traidores! —reclama un hombre al que los jóvenes reconocen como un Nagutu.—Sí sigues gritando no encontraremos a nadie por más que caminen a nuestro lado —reclama el compañero fornido con molestia.—¡Pues siento mucho si a ti no te disgusta esta tarea estúpida! Ni siquiera sé por qué tiene interés en ellos después de tanto tiempo, seguramente ya estarán todos muertos, comidos por los animales salvajes —reclama el guerrero pisando el campo de flores con enojo.—Como si el Jefe fuera a decirnos lo que piensa, el da la orden y nosotros obedecemos, ¿O acaso quieres que te sentencie a la muerte carcomida? —pregunta el compañero son severidad.—No… prefiero recorrer dos bosques más como este —se resigna el hombre pensando en ese veneno que come el cuerpo desde adentro, la peor muerte que un hombre podría tener.Sayo suelta un suspiro de alivio al escuchar que las voces de los intrusos comienzan a hacerse más lejanas, un alivio que sólo dura un instante al sentir que algo pesado cae sobre su abdomen, con un temblor apoderándose de todo su cuerpo baja la mirada lentamente hasta confirmar la sospecha de lo que pudo haber sido. Un pequeño gemido de terror y asco escapa de su garganta al ver una enorme araña ascendiendo con sus patas peludas hacia la parte superior de su cuerpo.—¡Ni se te ocurra, Sayo! —advierte Trego entre dientes previendo la reacción de la muchacha.—¿Qué fue eso? —pregunta uno de los guerreros escudriñando los árboles desde donde le pareció que provino el sonido.—Debe de ser algún animal, hemos encontrado de todo, menos a uno de los traidores —replica el guerrero molesto con desdén.—No me pareció el sonido de un animal, quizás por fin hemos hallado lo que estamos buscando —comenta el compañero con los ojos brillosos de por fin poder cumplir con su misión.Los dos Nagutu comienzan a acercarse con sigilo hacia los árboles empuñando sus lanzas, con la vista fija para atacar en cuanto vean algo o a alguien moverse. La muchacha contiene el alientos con los ojos llorosos al sentir a la araña caminando sobre su pecho para ascender al cuello, tiene la certeza de que si esa cosa le toca el rostro gritará y se la quitará aunque tenga a todo el ejercito Nagutu acechándola. Trego pendiente de Sayo y empuñando un cuchillo se prepara para la inminente lucha, está en desventaja al tener que enfrentar a dos hombres y a la vez preocuparse de proteger a su amiga, pero no le queda otro remedio, quizás pueda indicarle a Sayo que corra lo más lejos posible, aunque no hacia la entrada a la tribu, pues sino sería la sentencia de muerte para todos ellos.—Ya no aguanto —susurra la muchacha sintiendo las patas delanteras de la araña en el cuello, preocupada ahora incluso de soportar las nauseas que ese contacto le produce.El guerrero Nagutu alza su lanza lista para lanzarla cuando un consejo gris salta frente a él mirándolo con sus grandes ojos, el hombre suelta un gruñido de decepción al ver que solo ha perdido el tiempo allí.—Sí, tus habilidades de rastreo no tienen igual, compañero —se burla el guerrero soltando una carcajada.—¡Ya cállate, sigamos antes que nos sorprenda la noche sin un refugio! —responde el aludido molesto.Una vez que Sayo oye que los hombres se alejan le da un manotazo a la araña y se sacude el cuerpo sintiendo como si cientos de insectos le estuviesen caminando encima. Ante esa reacción Trego se lleva un labio a los labios indicándoles que no se atreva a proferir sonido alguno, ella lo mira como si estuviera a punto de asesinarlo, pero se contiene y asiente con la cabeza esbozando una sonrisa forzada.—¿Dos rastreadores Nagutu buscándonos? —pregunta el Líder de la tribu por tercera vez.—Sí, los oímos que el Jefe de su tribu les había asignado la misión de encontrarnos, pero desconocían el motivo —informa Trego a los miembros más prominentes de la tribu que se han reunido en la choza del jefe.—No tiene sentido que haya retomado la búsqueda después de tanto tiempo —cuestiona una anciana arrugando la frente.—Lo mismo dijeron ellos —comenta el joven sobre el que están todas las miradas.—¿Acaso pensará enfrentarnos? —cuestiona uno de los guerreros con cierto temor.—El Jefe Nagutu siempre se ha preocupado por aumentar sus fuerzas, no reducirlas. Si se arriesgara a enfrentarnos no sólo podría perder sus guerreros, sino los que podría conseguir aquí, por lo que solo se retrasaría su deseo de incursionar a otras tierras —determina Jazur conociendo a su líder.—¿Entonces cual es su interés? No podremos salir al exterior con gente rondado allí —cuestiona la anciana preocupada.—Estamos preparados para situaciones como esta, tenemos suficientes provisiones para permanecer sin salir por varios soles y lunas —asegura el Líder despreocupándose de ese asunto.—Pero eso no nos dará a conocer la razón por las que nos están buscando —replica Trego yendo a la raíz del problema.—Tomar de rehenes a esos rastreadores no nos servirá de nada si no están enterados de lo que trama el Jefe Nagutu —comenta el guerrero no pudiendo pensar en otra opción.—Sé podría enviar a un espía, él podría averiguar qué traman —propone la anciana con convicción.—Ellos nos conocen a todos, no podríamos pasar de la entrada —cuestiona Jazur desestimando la proposición.—¡Yo puedo ir! Apenas era un niño cuando salí de la tribu, puedo hacerme pasar por un Fuhure —afirma Trego con decisión.—¡Tú no puedes ir, es peligroso! —reclama Sayo negándose a que su amigo se exponga a tal peligro.—Es la mejor opción que tenemos, y la puntería de Trego es lo suficientemente buena como para pasar por un Fuhure de su edad —sostiene el guerrero aceptando la propuesta.—Está decidido entonces —determina Jazur con cierto pesar por poner una responsabilidad tan grande en los hombros del joven.Una vez que la reunión se da por terminada el joven sale de la choza para preparar las cosas para su viaje, e incluso para inventar una historia fiable que le permita entrar a la tribu Nagutu y permanecer el suficiente tiempo para recolectar la información que necesita.—¿Te has vuelto loco? —reclama Sayo alcanzando a su amigo.—¿Loco por querer ayudar a mi tribu? —cuestiona él sabiendo que no es a lo que se refiere ella.—Por arriesgarte a morir. ¿Qué sucederá si te descubren? Ya… ya no volvería a verte —lamenta la muchacha con la voz a punto de quebrarse.—¿Por qué te preocupa tanto? —pregunta Trego deteniéndose para mirarla a los ojos.—Porque… porque tú eres como un hermano para mí —sostiene Sayo con los ojos lagrimosos.—Y esa es una razón por la que debo hacerlo, puede que quizás al volver seas capaz de verme como algo más que un hermano —dice el joven con una mirada triste siguiendo su camino con la desilusión apretujando su corazón.Un numeroso grupo de guerreros de la tribu Mapuche se han reunido a un lado de un rocoso valle al pie del monte de fuego, atentos a la voz de su líder esperan la orden para volver a atacar a los Hazudos que se han atrevido a penetrar en sus tierras. Los nativos empuñando sus armas esperan ansiosos la próxima batalla, pues ya han logrado hacer retroceder a los invasores en sus primeras dos batallas. Sin embargo, el Jefe Mapuche mira el extraño campo de batalla que los separa del otro bando, grandes piedras han sido dispersadas por todo el terreno rocoso, un terreno que le es desconocido ya que está fuera del límite de su frontera, pero al que se atrevieron a adentrarse para terminar con la amenaza Hazudo.—Nos han seguido hasta aquí tal y como esperabas, sinceramente no creí que decidieran pasar los límites de su territorio —comenta Kaitu con una sonrisa complacida en los labios mirando a su joven Jefe.—Los hemos hecho creer que nos han estado haciendo retroceder
Mahal atraviesa su tribu casi corriendo, siente una presión en el pecho, una angustia que parece estar estrujándole el corazón con el dolor más insoportable que alguna vez haya conocido en su vida. Cristalinas lágrimas llenas sus ojos amenazando con empezar a caer sobre sus doradas mejillas de piel suave, sin embargo se estruja los ojos para evitar que la gente la vea en ese estado. No quiere preocupar a nadie, su pueblo ya tiene mucho de lo que preocuparse como para que ella les añada una carga más, se supone que su tarea es de vida y alegría el lugar al que llega..Como la hija del Jefe debe ser una servidora de su gente, sea un guerrero o un moribundo quien solicite su ayuda, ella debe responder con dulzura y dedicación, aunque si alguien la se la pidiera ahora está segura de que no podría hacerlo, de lo único que se siente capaz en ese momento es de romper en llanto para liberar un poco de dolor que lleva dentro suyo.—Que el Gran Espíritu te un de un bello día, hija —s
Trejo se detiene un momento a descansar apoyando su mano en el grueso tronco de un árbol, ya es el tercer sol que ve en el cielo desde que se fue de su tribu para cumplir con su misión. Basándose en las indicaciones que ha recibido calcula que ya no está muy lejos de la tribu Nagutu, incluso hasta el paisaje se le empieza a hacer un poco familiar, suelta un suspiro cargado de inquietud ante el nerviosismo que comienza a apoderarse de su cuerpo. Esta a sólo momentos de introducirse en la su antigua tribu, y aunque ha ensayado su historia hasta poder relatará con naturalidad, y ante los ojos de cualquiera sería identificado como un Fuhure. Esta es su primera misión, en la cual está completamente solo, no tiene apoyo ni un plan de respaldo si llega a fallar, si lo descubren solo le resta un destino: la muerte. Aunque eso no es su más grande temor, sino el fallar a su pueblo, y más aún, ya no volver a ver a Sayo.—¡Tuvo que haberse ido por aquí! —grita la voz de un muchacho no
Veida avanza en una espesa oscuridad escuchando sólo el sonido de su respiración agitada, no sabe hacia donde se dirige ya que ni siquiera es capaz de ver su propia mano frente a su rostro. ¿En dónde está? ¿Por qué está corriendo? ¿Qué es esa terrible sed que arde en su garganta? El muchacho logra distinguir unos rayos de luz filtrándose a través de una rocas, por lo que se dirige hacia allí, necesita salir de esa oscuridad, necesita saciar esa dolorosa sed que amenaza con matarlo. Llegando a las rocas saca su mano hacia el exterior, pero el dolor de unas quemaduras en su piel lo hacen soltar un aullido de dolor, pero entonces lo ve, mira su mano pálida y con garras en la que han aparecido manchas rojas por las quemaduras. Con terror contempla que es la mano de un Unpiom, no, esa es su mano.——Tú pueblo sigue el mismo camino de ellos, la guerra nunca lleva a la paz, no importa la justificación que se busque para empezarla —resuena la voz de Kazora en esa especie de cueva i
En el bosque Fuhure el chaman escudriñando las plantas que lo rodean y seleccionando unas hojas o flores para colocarlas en una cesta de juncos que lleva colgando del brazo, la mezcla que necesita hacer lleva varios ingredientes no muy fáciles de hallar. Sin embargo, no le queda más remedio que esforzarse por conseguirlos, necesita la dirección de Shakra, se había prometido así mismo no invocarlo de nuevo, pero dadas las circunstancias no tiene más remedio. El aviso de que el bastardo hijo de Tebiu fue seleccionado por el mismísimo Jefe para competir por la mano de Mahal lo hace enfurecerse, ni siquiera sabe como ese muchacho se las ha apañado para sobrevivir. O mejor dicho sí sabe, Colmillo blanco, ese maldito espíritu ha estado protegiendo al muchacho desde que su padre fue asesinado, aunque hasta el día de hoy le sigue pareciendo un misterio cuál puede ser la razón por la que el guardián de los Fuhure ha decidido poner su especial atención en el muchacho, uno que espera ser capaz
Trego camina detrás de los jóvenes Nagutu sintiendo que su corazón está a punto de escapar de su pecho, no puede dejar de pensar que lo han descubierto, y que el Jefe en persona se encargará de torturarlo hasta la muerte para que le revele la ubicación de su tribu. Y eso lo lleva a cuestionarse cuan fuerte será para resistir la tortura, ante cualquier persona juraría por el Gran Espíritu que no le revelará nada, pero ha oído que el Jefe Nagutu con sus conocimientos en los distintos tipo de veneno podría hacer hablar incluso a un muerto.—¿Por qué el Jefe de la tribu tiene interés en conocer a un forastero? Debe tener cosas más importantes de las que ocuparse —pregunta Trego rascándose la nuca aparentando estar avergonzado.—No dijo el motivo, de hecho nunca da una explicación de lo que hace o hará, algo que es bastante irritable en él, pero no queda más que soportarlo —responde Xako encogiéndose de hombros, aparentemente sin estar preocupado por la situación.
Veida toma una lanza en su mano aferrándola con fuerza, con la vista fija en el muñeco de heno a unos metros de él la arroja con otras sus fuerzas. El muñeco se sacude siendo atravesado de lado a lado justo donde debería tener el corazón, el muchacho ladea la cabeza contemplando su tiro perfecto con indiferencia. Una habilidad que quizás pueda usar a la hora de cazar, aunque duda que le permitan salir demasiado de la aldea, ya que debería ocupar su tiempo en dedicarse a su familia y gobernar a su gente.—¡Ha sido un excelente lanzamiento, señor! —comenta un muchacho de rostro anguloso mirándolo con una sonrisa.—Sí, aunque no me servirá de mucho dentro de poco —murmura Veida yendo a buscar su arma.—¿Es verdad que la guerra terminará? ¿Qué ya no volveremos a luchar?—pregunta el joven con timidez por entablar una conversación con su líder.—Parece ser lo que todos desean, tanto tiempo creyendo estar dándole a mi pueblo lo que necesitaba, y resu
—¿Y tú piensas seguir así de tranquilo? —cuestiona la anciana a su nieto con mirada dura sentada en la choza en la que ambos viven.—¿Acaso no debería estarlo? —replica Tekay arqueando una ceja ante el inesperado reclamo mientras muerde una jugosa fruta que le hace cerrar los ojos ante la explosión de sabor dulce en su boca.—¡Por supuesto que no! Después de haber dejado a la pobre Mahal de esa manera deberías sentirte la peor persona sobre la faz de la tierra, has lastimado al ser más bello y puro que hay en esta tribu —reclama la mujer como si su nieto fuese culpable de un acto imperdonable.—No le dije nada que no fuera verdad, además es una muchacha fuerte, en un rato ya estará sonriente y canturreando por la aldea como siempre —responde el joven simulando indiferencia a pesar de sentir un poco de preocupación por ella.—Se fue corriendo al bosque, ¿Y si algo le pasa? ¿Podrás cargar con la culpa de haber sido tú el motivo de que ella se fu