—¡Ha sido la mayor humillación de mi vida, allí esperando como un idiota a esa maldita! ¡Todos me miraban, todos tenían clavados sus ojos en mí, pensaban que no me seguirían, pensaban que si la que será mi mujer no me respeta ellos tampoco lo harán! —reclama Kopuru entrando en la choza de su padre hecho una furia.
—Deja de exagerar, hijo. Estoy convencido de que es una gran ventaja que haya desaparecido, hasta creo que sería ideal que nunca regrese —murmura el anciano con una sonrisa de ilusión comenzando a revolver entre sus cosas.—¿Una ventaja? Pudo haber huido, o muerto, o quizás… quizás hasta puede haber planeado fugarse con Tekay —replica el muchacho pronunciando las últimas palabras con repugnancia ante el solo pensamiento de que el huérfano se haya atrevido a eso.—Pues si esos dos se han fugado juntos les desearía mucha felicidad, me estaría librando de dos dolores de cabeza y sin esfuerzo alguno —murmura el anciano pensando en lo fácil que ser—¡Ya no debemos estar muy lejos, los cazadores nocturnos sienten rastro de humanos en estos árboles! —anuncia el Jefe Nagutu a su ejército que lo sigue temeroso de las criaturas que van delante de ellos.—¿Está seguro, señor? No hay ninguna evidencia de asentamiento alguno, quizás sea el rastro de viajeros que han pasado por aquí —replica uno de los guerreros que ya comienza a cansarse de seguir a esas bestias que se suponía los conducirían al lugar donde se esconden los Nagutu desertores.—¿Acaso dudas de mí? ¿Crees que no sabría si estamos siguiendo el rastro correcto? —interroga el Jefe con evidente molestia.—No, señor. Solo digo que el rastro se ha estancado en este lugar, hace ya bastante que las criaturas andan en círculos aquí —sostiene el guerrero sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo al ver a uno de los cazadores nocturnos caminando por detrás del Jefe.—Está bastante claro lo que sucede, el rastro nos ha conducido hasta aquí
—¡No puedo creer que lo haya hecho, valemos tan poco para él! —solloza una muchacha morena mirando la fosa en el que el cuerpo de su hermana ha sido colocado.—Debemos pensar que ella ahora está en un mejor lugar, ella había con los dioses lejos de las penas de este mundo —intenta consolar su hermana mayor estrechándola entre sus brazos, aunque también ella tiene enrojecidos los ojos por el llanto.—Te consta que eso no es verdad, Cappoli ¡Él se ha convertido en un monstruo, la ambición de hacer más grande a este imperio lo ha vuelto loco! ¡Y nada lo detendrá! Derrama la sangre de sus hijos con tanta frialdad que parece que está quitándole la vida a un simple animal —reclama la muchacha sin quitar la mirada del cuerpo inerte de su hermana.—Tienes que calmarte, Denia. En este estado no te haces bien, y sin duda no es la manera en que deberías comportarte en el funeral de nuestra hermana —cuestiona Cappoli mirando con un poco de dureza a la joven.
Kaitu sale fuera de su tienda mirando con sorpresa que la tormenta sigue manteniendo la misma ferocidad, el fuerte viento y la fría nieve la aguijones la pieles haciéndole estremecer el cuerpo. Abrazándose a sí mismo para mantener el calor avanza lentamente por el blanco manto de nieve que ya le llega a las rodillas, por lo que ve parece que este temporal no amainará hasta taparlos por completo, o al menos lograr congelarlos. Con esto en mente se dirige hacia la choza de Veida, ya le ha dado suficiente tiempo para tomar una decisión, no pueden seguir quietos allí.—¿Señor? —llama Kaitu ingresando en la tienda con cautela.—¿Kaitu? ¿Q-qué pasa? —murmura Ferza media dormida debajo de una manta donde mantiene abrazada a la pequeña extraña.—¿Dónde está Veida? —pregunta el guerrero mirando la cama vacía de su líder.—Yo… no… no lo sé, quizás salió a dar una vuelta, ya sabes que no soporta quedarse quieto mucho tiempo —responde la muchacha levantán
—Es una lástima tener que derramar sangre divina sobre un mundo tan indigno, pero no me dejas más opción. Solo espero que puedas estar concentrado en esta lucha —simula lamentar Shakra dejando salir de su boca un humo negro que se convierte en una bandada de cuervos que emprende vuelo en dirección a los jóvenes que ya ni siquiera están a su vista.—Siempre jugando sucio, no permites que tome mi forma de guerrero, y envías a tus criaturas a atacar a los muchachos solo para que tenga mi mente dividía entre nuestra batalla y su seguridad. Pareces estar muy preocupado en vencerme —comenta Colmillo blanco con sus ojos clavados en su adversario.—Se puede decir que he invertido mucho tiempo y trabajo es esta maldita tierra, y esta vez no pienso dejar que nadie interfiera. Ya solo me queda deshacerme de ti y Kazora, luego todas las almas que hay aquí me pertenecerán —aclara Shakra con una amplia sonrisa en su rostro pálido.El guardián observa a su enemigo
Sayo siente las puntas de algunas piedras clavándose en su espalda al apretarse en el fondo de la cueva para mantenerse fuera del alcance de las garras del Cazador nocturno. Con el corazón latiéndole con rapidez por el miedo observa con los ojos lagrimosos a la enorme bestia que con casi medio cuerpo dentro de la cueva lanza feroces zarpazos hacia ella, la criatura está tan cerca de ella que hasta puede sentir el aire siendo cortado por las afiladas garras, a solo centímetros de su rostro.—Hice lo que pude, papá. Si muero al menos partiré de este mundo sabiendo que entregué mi vida para proteger a mi pueblo —murmura la muchacha sintiendo un nudo en la garganta al considerar que todo puede haber terminado para ella.Con agilidad Trego salta a la rama de otro árbol oyendo el sonido que la manada de cazadores nocturnos causa en su persecución, el peso de sus enormes cuerpos y la ferocidad con la que están corriendo les impide pasar desapercibidos. De hecho po
Descendiendo por las rocas de la cascada, Sayo contempla preocupada el enorme incendio que está devorando el bosque. No puede evitar sentir que el fuego está consumiendo parte de su vida con cada planta que devora, en ese lugar se ha criado, ha jugado, ha crecido, ese bosque ha sido su refugio, e incluso hace sólo un momento le salvó la vida. El cazador nocturno estaba a punto de lograr alcanzarla cuando una gruesa rama lo tomó del abdomen y se lo llevó a las rastras a pesar de que el animal intento aferrarse a las rocas clavando su garras. Pero ahora solo puede verlo ser destruido sin poder hacer nada para impedirlo, aunque eso está lejos de ser su mayor preocupación, si el bosque ha despertado significa que su padre ha decidido utilizar el corazón de Gineyra, volverse parte del bosque. Por ende si el bosque está siendo dañado por el fuego, él también debe estar sufriendo, por lo que piensa encontrarlo para ayudarlo.—Aguanta, papá —susurra la muchacha comenzando a correr
Veida mira extrañado a su alrededor sin tener idea de lo que está sucediendo, jamás ha visto que toda la vegetación se seque de un momento a otro, como si la muerte hubiese decidido cubrir con su mortal manto todo ese lugar.—¿Qué es lo que estás intentando hacer ahora? —reclama el muchacho poniéndose de pie empuñando el cuchillo.—Tonto, ni siquiera sabes lo que sucede a tu alrededor. Eres un ser tan simple y engreído que ni siquiera notaste que te estaban engañando —espeta Kazora perdiendo su interés en la lucha y acercándose nuevamente al borde de la montaña para tratar de ubicar a la bruja.—No tengo idea de lo que estás hablando, creo que solo estás intentando ganar tiempo —replica Veida acercándose sigilosamente al guardián.—¡No necesito tiempo, necesito que de una buena vez seas capaz de comprender que el mundo no gira en torno tuyo de los Hazudos! ¡Estamos dirigiéndonos a una nueva guerra, aúna en el que las cuatro grandes tribus volv
—¿Estás seguro de que podrás convencerlos? —pregunta Cappori a su compañero contemplando la enorme tribu a la que han llegado.—Quizás sea una negociación dura, pero tengo la certeza de que podré lograrlo. Los dioses me han dotado de un buen poder de persuasión —responde Erpo con una sonrisa altanera en los labios.—¡Lo digo en serio, arriesgo todo por esto! Si fallamos en esto mi padre me cortará la cabeza por intentar traicionaron —reclama la muchacha procurando hacerle entender lo mucho que ha puesto en juego.—Lo sé, cariño. El mismo destino quedaría para mí, porque esta vez tú no estarás para interceder por mí, ambos estamos arriesgando todo por esta causa, así que no dudes que pondré todo de mí para lograrlo —aclara el joven buscando tranquilizar a su compañera.—¡No me llames cariño, no tienes derecho a hacerlo! —reclama Cappori con los brazos en jarra.—Oh, por favor. Estoy aquí arriesgando mi vida para apoyarte a derro