Las esposas

Después de que Ronald saliera de nuestro alrededor y fuera al otro salón con sus compañeros, Jacob continuó saludando a todos, de inmediato reconocí a Esteban Montaner, nuestras miradas se cruzaron y le sonreí, me alejé un poco de Jacob para ir a saludar.

–Rebecca, nos seguimos encontrando –sonrió.

–Supongo que es algo común si estamos en el mismo lado –comenté –. A menos que me esté siguiendo.

–Puede ser cualquiera de las dos opciones –bromeó.

El señor Montaner apareció a su lado, mi viejito traia un traje negro, me sonrió enseguida y tomó mi mano.

–Es un gusto verla, señorita –saludó besando mi mano –. Está usted muy hermosa está noche.

–Papá, deja tranquila a Rebecca.

–Está bien –lo detuve y acerqué mi otra mano para saludarlo –. Es una gran alegría volver a verlo, señor Montaner.

Él me sonrió de esa manera tan especial como lo hacía en el club, fue un segundo hasta que separé mi mano, tampoco podíamos quedarnos así todo el tiempo.

–La campaña está por terminar, ¿has pensa
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