—Este mundo es más de lo que ves —comenzó Ricardo—. Hay un plano al que llamamos el underground, porque ya sabes: todo suena mejor en inglés. En este plano habitan las criaturas que conociste.
—¿Los pecados? —preguntó Kaled recordando que Diana y Ricardo habían llamado así a esas cosas.
Ricardo asintió.
—A la par existimos personas que somos capaces de llamar un fragmento del underground al mundo real, lo que llamamos nuestra zona. Nuestro objetivo es simple: usar nuestra zona para cazar a los pecados y devorarlos.
Esa última palabra le hizo sentido a Kaled y dijo:
—Devoradores de pecados…
—Exacto —dijo Ricardo sonriendo—, eso es lo que somos.
—¿Por qué lo hacen? ¿Qué ganan con eso? ¿Protegen a la humanidad de ellos? —preguntó Kaled.
Ricardo rió antes de responder.
—Si bien algunos pecados pueden salir del underground, son extremadamente raros y por eso mismo no nos preocupamos por ellos. Por lo tanto, la gran mayoría de los devoradores cazamos por algo bastante mundano: podemos obtener nutrientes al devorar a los pecados, es decir, reemplazan la necesidad de comer o dormir, además de obtener algunas habilidades especiales.
Si bien Kaled estaba algo decepcionado de que los devoradores no tuvieran una razón más espectacular detrás de su objetivo de devorar pecados, eso último le llamó la atención.
—¿Qué clase de habilidades? —preguntó.
Diana levantó las dos manos y mirando a su mano derecha respondió:
—En el mundo real nada muy espectacular, sólo aumento de fuerza, reflejos, velocidad de sanación y resistencia, cosas así —luego miró su mano izquierda y continuó—. Lo interesante está en el underground, pues nos da artes.
—¿Artes? —preguntó Kaled.
—Algunos pecados tienen habilidades afines a un elemento —explicó Ricardo—, si devoras al pecado y recuerdas su habilidad, puedes usarla por un tiempo. Es la mejor forma que tenemos para enfrentar a los pecados.
Todo eso se escuchaba muy interesante, pero sólo hizo que Kaled sintiera curiosidad por lo que era el meollo del asunto, así que hizo su siguiente pregunta.
—¿Qué son los pecados?
En respuesta, Ricardo se encogió de hombros.
—No sabemos —respondió el hombre para sorpresa de Kaled—. Cuando los devoradores descubrimos nuestros poderes los pecados ya estaban ahí, simplemente nos dedicamos a comerlos. Aunque eso no evita que haya hipótesis, siendo la más aceptada que los pecados son la representación física de las emociones negativas de la humanidad, en otras palabras sus pecados. Por eso los llamamos así.
La pequeña explicación de Ricardo sobre los pecados, aunque escueta, le pareció plausible a Kaled, pero eso le dejaba otra duda.
—Ok, comprendo… —continuó Kaled—pero vi que de Diana salió un pecado.
Tras la frase de Kaled, Diana frunció el ceño.
—¿Vas a decirle? —preguntó algo molesta mirando a Ricardo. Ricardo en respuesta rió y respondió:
—Por eso fue que lo traje. Me sorprende que no te pasara por la cabeza.
Diana abrió los ojos sorprendida, luego apretó los dientes y guardó silencio mientras desviaba la mirada. Ricardo miró a Kaled y dijo:
—Ella es algo que jamás se había visto entre los devoradores.
—¿A qué se refiere? —preguntó Kaled no pudiendo contener su curiosidad.
Ricardo suspiró y respondió:
—Los devoradores nos nutrimos de los pecados y lo que no nos sirve de ellos lo destruimos en nuestros cuerpos. Sin embargo, Diana no sólo no puede absorber todos los nutrientes de los pecados sino que además tampoco puede destruir lo que no sirve de ellos. Toda esa b****a que se queda en su cuerpo crece con cada pecado que Diana devora, hasta que su cuerpo no soporta tanta suciedad y la expulsa en forma de un pecado de gran poder. Tras engendrar el pecado, Diana queda débil y a merced de este, incapaz de defenderse. Yo antes me encargaba de eso, si bien soy un devorador… no me gusta usar nuestras habilidades. Por suerte ese no era un problema, pues por alguna razón los pecados que engendra Diana no me atacan, lo que da tiempo a que ella se recupere y los vuelva a devorar, pero últimamente varios factores se han juntado. Por un lado, los ataques donde Diana engendra pecados se han vuelto más frecuentes, por el otro aunque me dio permiso de entrar a su zona de un tiempo para acá me cuesta trabajo hacerlo y para terminar, por mis ocupaciones en el trabajo ya no soy muy capaz de seguirle el paso para evitar que sus propios pecados le hagan algo, así que…
Ricardo se acercó a Kaled y puso su mano en el hombro del joven.
—Kaled, no sé porqué tienes esas habilidades, pero quiero aprovecharlas por el bien de Diana. Dijiste que vas a entrar al tec y por suerte Diana también comienza en el tec este año… así que quiero pedirte que seas el guardián de mi sobrina y la cuides de sus propios pecados ahora que yo casi no puedo.
—Supongo que a mí no me vas a pedir mi opinión —dijo Diana ceñuda.
—¿Tienes alguna objeción? —se burló Ricardo mirando a su sobrina—. Sabes tan bien como yo que es la mejor opción.
Diana torció la boca y miró para otro lado, dándole la razón a su tío. Ricardo sonrió y miró a Kaled.
—Entonces joven, ¿qué dice? —preguntó Ricardo con una sonrisa—. Claro que no voy a pedirle este favor de a gratis, por este servicio también planeo ofrecerle hospedaje en esta casa, lo que le ahorrará un gasto muy grande y además, también planeo darle un pequeño salario. ¿Qué dices? Me parece una propuesta bastante interesante.
Kaled miró al suelo y pasó saliva, la verdad es que sí era una propuesta bastante conveniente para él.
Sería tonto no aceptar.
Dijo la voz en su cabeza. Kaled levantó la cabeza y miró a Ricardo algo dubitativo.
—¿Pu-puedo tomarme un día para pensarlo?
Ricardo se veía un poco decepcionado, pero aún así sonrió y dijo:
—Claro, ¿por qué no? Estás entrando a un mundo que hasta hace un rato ni siquiera te imaginabas que existía y yo te estoy pidiendo que te metas de cabeza en él como si fuera lo más normal del mundo. Tomate tu tiempo para decidirlo, pero de preferencia antes de que comiencen las clases, ¿sí?
Y le dio unas palmadas en el hombro a Kaled, el cual por alguna razón no pudo evitar sentirse avergonzado.
—Supongo que por hoy es todo —dijo Ricardo dejando de lado la decepción —, ¿te parece si te llevo a tu hotel? Y de paso te doy mi número de teléfono para que me informes tu decisión, ¿va?
Kaled asintió, se puso de pie indicando que era hora de irse y Ricardo, comprendiendo el mensaje, fue el primero en salir de la habitación.
Kaled y Diana se miraron a los ojos, fue un silencio incómodo hasta que Kaled dijo:
—Adiós.
—Adiós —repitió ella para luego acostarse en la cama y darle la espalda.
Kaled y Ricardo salieron de la casa sin decir otra palabra más que el número de teléfono del hombre y la dirección del hotel donde Kaled se hospedaba, subieron al Mazda y condujeron por la oscuridad de la noche hasta que…
—Y llegamos —dijo Ricardo de pronto sacando a Kaled de sus pensamientos. El joven miró por la ventana y se dio cuenta de que ya estaban frente a su hotel. Kaled había estado tan sumido en sus pensamientos, que ni siquiera le había prestado atención al viaje.
Kaled bajó del auto, se acercó a la ventana del conductor y una vez ahí Ricardo dijo:
—Bueno Kaled, fue un día interesante. Pasaron muchas cosas y de seguro querrás masticarlas un poco.
—Sí… —dijo Kaled un poco ausente.
Ricardo notó que Kaled continuaba pensativo, así que no le dio más importancia y dijo:
—Bueno, buenas noches.
Pero antes de que pudiera arrancar, Kaled pareció salir de su trance y se apuró a hablar.
—¡Señor Ricardo!
—¿Sí? —preguntó Ricardo un poco sorprendido por la repentina reacción de Kaled.
—¿Puedo preguntarle algo?
Ricardo rió y respondió:
—Claro, ¿qué pasa?
Kaled pasó saliva y lo soltó:
—¿En dónde están los papás de Diana?
La pregunta bastó para borrar la sonrisa del rostro de Ricardo, quien se recargó en el asiento de su auto y respondió:
—Están muertos. Yo soy lo único que le queda a esa niña.
La respuesta sorprendió a Kaled, quien se apuró a decir.
—Oh… lo siento —dijo Kaled apenado.
—No te preocupes, no lo sabías —dijo Ricardo sonriendo, tratando de reconfortar al chico—. Pero no vayas a dejar que esta información tenga peso en tu decisión. Decide lo que sea mejor para ti, ¿entendido?
—Entendido —dijo Kaled un poco deprimido.
Ricardo le dedicó una última sonrisa al muchacho, encendió el motor y arrancó fuera de ahí, dejando a un pensativo Kaled en la banqueta frente a su hotel.
Kaled abrió los ojos de golpe, se reincorporó y se limpió el sudor que le empapaba la cara para luego suspirar. Para cualquier otra persona, esa forma de despertar tal vez se podría deber al calor provocado por el verano, pero él sabía que se debía a que había tenido un muy mal sueño donde había un mundo de niebla y monstruos de formas indecibles.¿O no había sido un sueño?Kaled se apuró a tomar su teléfono, abrió la agenda y la recorrió hasta llegar a un nombre que le confirmaba que todo lo que había vivido el día anterior había ocurrido: Ricardo Santamaría.Sin querer pensar en lo que todavía tenía que hacer con ese número, salió de la agenda y miró la hora, se sorprendió por ver que era casi medio día, por lo que pronto tendría que entregar la habitació
Kaled abrió los ojos, los entornó para ver en dónde estaba y se vio en los asientos de un autobús.Se estiró para quitarse los últimos resquicios de sueño que le quedaban, luego recorrió la cortina para ver por la ventana y sólo vio un extenso campo de hierba amarilla pasar a gran velocidad frente a él.Suspiró y se volvió a acomodar en su asiento. El plazo ya se había cumplido: ahora mismo se encontraba de regreso a Querétaro para enfrentarse a su nueva vida, no sólo en lo académico, sino también dentro de ese extraño mundo de los devoradores de pecados.Cuando regresó a Xomalitlán, para su buena suerte su padre no notó que había llegado pensativo luego de su extraña aventura en Querétaro y sólo se limitó a preguntar cómo le había ido, a lo que Kaled sólo respon
—Estuvo buena la pizza, mejor que unas sopas instantáneas —bromeó Ricardo una vez que todas las rebanadas de pizza desaparecieron. Luego miró a Kaled y dijo—. Ahora que estamos más relajados, supongo que es hora de resolverte dudas sobre el mundo al que estás por entrar. Había pensado en darte toda una cátedra… pero creo que será un poco más fácil si te doy esto primero.Ricardo se puso de pie y fue hasta el trinchador, buscó algo en la parte de arriba de este y cuando lo encontró, lo jaló hacía él: un enorme libro de una gruesa pasta de piel negra y de hojas amarillentas.—Este es el diario de mi madre —explicó Ricardo mientras dejaba caer el libro en las manos de Kaled y este constataba que era tan pesado como parecía—, aunque creo que sería más propio decir que es un manual para los devoradore
Diana salió de la habitación y Kaled se apuró a seguirla.—¿En qué nos vamos a ir? —preguntó Kaled alcanzando a la muchacha. Esta le miró y en respuesta preguntó.—¿Tienes licencia de manejo?Kaled parpadeó un poco confundido y respondió:—Eh… sí.—Con eso tenemos.Y fue a la habitación de Ricardo abriendo la puerta de golpe sin ningún atisbo de vergüenza.—Nos llevamos el auto —dijo Diana más avisando que pidiendo permiso, mientras tomaba un manojo de llaves que se encontraba sobre la mesa de noche al lado de la cama.Ricardo, que se encontraba acostado en la cama mirando un partido de futbol en el televisor, sólo giró la cabeza para ver a su sobrina y sin darle mayor importancia a la intempestiva forma en la que Diana había entrado, dijo:&md
Kaled se encontraba sentado en la mesa de la casa de la familia Santamaría, con su cara apoyada sobre su puño.Hacía un rato que había regresado de la cacería de Diana. El muchacho había llevado a la inconsciente Diana de vuelta a casa y cuando llegó, tocó la puerta para que Ricardo saliera a ayudarle.Ante la insistencia de Kaled, el hombre salió de la casa y miró el auto. Vio a su sobrina inconsciente en el asiento del copiloto y sin ninguna expresión abrió la puerta del auto, cargó a la joven y mientras Kaled le explicaba de forma apresurada lo que había pasado, la llevó dentro de la casa, a su habitación. Kaled había estado desde ese momento sentado en la mesa de la sala, pensando sobre muchas cosas, hasta que vio a Ricardo salir de la habitación de la muchacha.—¿Cómo está? —se apresuró a pregu
Diana comenzó a despertarse por un aroma que comenzó a inundar su habitación, una mezcla de frijoles con huevo y tocino.El olor era demasiado llamativo como para ignorarlo, así que sintiendo rugir su estómago, salió de su habitación y se encontró con la gran sala comedor… pero no era para nada como la había encontrado Kaled cuando llegó por primera vez a la casa: ya no había bolsas de basura por las esquinas, los muebles estaban limpios y libres de la capa de polvo que los “adornaba”, el piso estaba lustroso y además, la casa tenía un aroma a pino que hacía que se sintiera bien estar ahí.La razón de esos cambios era gracias a Kaled, quien nada más al primer lunes de estar viviendo con ellos, se puso a hacer el aseo de la casa y lo había tomado como su responsabilidad.Ricardo había tratado de decirle que no era
Ya era el final del primer día del curso de inducción para los nuevos alumnos del Tec y por ende estos ya estaban regresando a sus casas ya fuera en los grupitos que habían formado ese día o en los que ya venían arrastrando de tiempo atrás.Sin embargo, no era lo mismo para Kaled, quien estaba en el estacionamiento dentro del auto de Ricardo, soportando el calor de estar en un auto que había estado toda la mañana bajo el sol. Estaba solo pues al terminar el curso, Diana le pidió que se adelantara al auto, pues había algo que necesitaba hacer sola. Kaled intentó preguntar qué se traía Diana entre manos, pero la cara de la devoradora le dejó en claro que no le iba a decir.En ese momento Kaled vio a lo lejos a dos personas acercarse. Una era Diana y la otra, para su desconcierto, era el profesor Maldonado. Los dos venían conversando y continuaron así hasta que
Pese a ser sábado, el despertador de Kaled sonó fuerte esa mañana. Estiró su mano hasta alcanzar su teléfono que estaba en la mesa de noche y lo apagó.Todavía tenía sueño, pero se obligó a salir de la cama, donde se estiró para eliminar los últimos resquicios de sueño en su cuerpo. Miró su cama y se le antojó volver a dormir, pero no podía: había mucho por hacer esa mañana.Los cursos de inducción ya habían terminado y las clases habían comenzado, pero ni siquiera por ser la primera semana para los de nuevo ingreso los profesores mostraron piedad, pues casi después de presentarse habían dejado una cantidad monstruosa de tareas, por lo que en las últimas semanas el horario de Kaled era ir a la escuela y después pasar la mayor parte de la tarde haciendo deberes. Y si a eso le sumaban que todav&iacu