Diana comenzó a despertarse por un aroma que comenzó a inundar su habitación, una mezcla de frijoles con huevo y tocino.
El olor era demasiado llamativo como para ignorarlo, así que sintiendo rugir su estómago, salió de su habitación y se encontró con la gran sala comedor… pero no era para nada como la había encontrado Kaled cuando llegó por primera vez a la casa: ya no había bolsas de basura por las esquinas, los muebles estaban limpios y libres de la capa de polvo que los “adornaba”, el piso estaba lustroso y además, la casa tenía un aroma a pino que hacía que se sintiera bien estar ahí.
La razón de esos cambios era gracias a Kaled, quien nada más al primer lunes de estar viviendo con ellos, se puso a hacer el aseo de la casa y lo había tomado como su responsabilidad.
Ricardo había tratado de decirle que no era
Ya era el final del primer día del curso de inducción para los nuevos alumnos del Tec y por ende estos ya estaban regresando a sus casas ya fuera en los grupitos que habían formado ese día o en los que ya venían arrastrando de tiempo atrás.Sin embargo, no era lo mismo para Kaled, quien estaba en el estacionamiento dentro del auto de Ricardo, soportando el calor de estar en un auto que había estado toda la mañana bajo el sol. Estaba solo pues al terminar el curso, Diana le pidió que se adelantara al auto, pues había algo que necesitaba hacer sola. Kaled intentó preguntar qué se traía Diana entre manos, pero la cara de la devoradora le dejó en claro que no le iba a decir.En ese momento Kaled vio a lo lejos a dos personas acercarse. Una era Diana y la otra, para su desconcierto, era el profesor Maldonado. Los dos venían conversando y continuaron así hasta que
Pese a ser sábado, el despertador de Kaled sonó fuerte esa mañana. Estiró su mano hasta alcanzar su teléfono que estaba en la mesa de noche y lo apagó.Todavía tenía sueño, pero se obligó a salir de la cama, donde se estiró para eliminar los últimos resquicios de sueño en su cuerpo. Miró su cama y se le antojó volver a dormir, pero no podía: había mucho por hacer esa mañana.Los cursos de inducción ya habían terminado y las clases habían comenzado, pero ni siquiera por ser la primera semana para los de nuevo ingreso los profesores mostraron piedad, pues casi después de presentarse habían dejado una cantidad monstruosa de tareas, por lo que en las últimas semanas el horario de Kaled era ir a la escuela y después pasar la mayor parte de la tarde haciendo deberes. Y si a eso le sumaban que todav&iacu
Kaled miró con seriedad la pantalla de su laptop, se lamió los labios y tecleó una serie de palabras, se detuvo, releyó lo que había escrito y dijo:—¡Ya! ¡Con eso queda terminada la exposición para el lunes!—¡Al fin! —exclamó un chico bajito cerca de él con una laptop también en las piernas—. Pensé que tendríamos que trabajar el fin de semana.—Por suerte tenemos a Kaled y con él esto salió rápido —elogió un chico alto moreno y de lentes.En respuesta, Kaled se sonrojó pero aun así sonrió complacido.—La verdad es que el crédito es de todos Luis —dijo Kaled tomando el rol de líder del equipo—. Bien hecho muchachos.—¡Calmado jefe! —se burló una chica morena también de lentes.Los chicos
Pecados, muchos de ellos reptando entre las copas de los árboles, sólo observando o atacándose entre ellos.—¡Abajo! —exclamó Diana mientras tiraba del brazo de Kaled para que este se agachara.Kaled obedeció, pero al bajar la mirada se sorprendió todavía más: por la reja junto a ellos podía ver todavía más pecados caminando en la calle y algunos más frente a él en el camino de piedra que llevaba a la iglesia, todos ellos ya fuera mirándose o atacándose para devorarse.Kaled había salido en varias cacerías con Diana, pero en todo ese tiempo no había visto tal cantidad de pecados juntos, todos de tan distintas formas, tamaños y colores que a Kaled se le hacía imposible describir a la gran mayoría de ellos.—Lindo, ¿no? —preguntó Diana en voz baja, sonriendo con burla a
Era una tarde silenciosa en casa de Ricardo. Kaled había llegado a la casa, con Diana todavía inconsciente en el asiento del copiloto y con ayuda de un tranquilo Ricardo la acomodaron en su cama.Kaled no le explicó a grandes rasgos qué había pasado, sólo que Diana engendró un pecado y aparecieron en medio de muchas personas en el templo. Esto fue lo que más conmocionó a Ricardo, quien salió de la habitación dejando a solas a Kaled con una comatosa Diana.Kaled miró a Diana sin saber cómo sentirse. Por un lado, se sentía como un fracaso por no haber cuidado a Diana como se supone que debería, por el otro, se sentía furioso por haberse topado antes con esa otra Diana y no haber podido ver que algo estaba mal y por último… se sentía frustrado porque ahora menos que nunca entendía qué diablos estaba pasando.—La bu
…despierten…Escuchó a la distancia, pero Kaled estaba tan a gusto que ignoró a la voz.Ya despierten…Repitió la voz, pero Kaled prefirió continuar dormido.Si no se levantan, ya no voy a hacer hot cakes.Amenazó la voz y entonces ahí sí Kaled abrió los ojos de golpe.Se encontró acostado en el suelo de una habitación con paredes pintadas de color marrón. Era muy pequeña, apenas teniendo una caja llena de juguetes de niñas y dos cómodas para ropa. Pese al tamaño, Kaled pudo ver a su lado una litera y en la cama de abajo, algo había pasado: una niña de unos diez años se había levantado de golpe casi arrojando las sábanas fuera de la cama y miraba con miedo hacia la puerta, tal vez por la
Todo comenzó a clarearse poco a poco hasta que volvió a ser el auto donde se había quedado, mostrando por su ventana calles que aunque bastante diferentes a como las recordaba, eran sin duda de Querétaro. A su lado Diana comenzaba a despertar, se talló el ojo y miró por la ventana, una sonrisa se dibujó en su rostro y se apuró a despertar a su hermana.—¡Nadia! —dijo sacudiéndole el hombro—. ¡Despierta! ¡Ya llegamos!Nadia comenzó a despertar mientras subían por una calle empedrada que se veía más o menos igual a como la encontraría Kaled en el futuro, hasta que se estacionaron frente a la casa de Ricardo, cuya única diferencia respecto al futuro era que estaba pintada de un feo color café.La familia descendió del auto y mientras bajaban sus cosas, Kaled se dio tiempo de ver otra diferencia respecto al
Mientras salían de Querétaro para ser rodeados por largos campos de hierba amarilla a ambos lados de la carretera, el único sonido que acompañaba a la familia fue el llanto callado de Astrid y luego de un rato, el insistente sonido de un teléfono sonando en el bolso de ella.—¡Ni se te ocurra contestarle! —gritó Jaime todavía furioso—. ¡Y ya párale a tus lloriqueos!—¿Cómo no quieres que esté así? —respondió Astrid conteniendo el llanto—. Te pasaste.—¡Ah! —exclamó ofendido Jaime—. ¿Y él no? Burlándose de mí en mi propia cara y enfrente de mi mujer.—Ya sabes cómo es —exclamó Astrid.—¡Ah! —volvió a exclamar ofendido Jaime—. ¿Entonces yo sí me tengo que aguantar sus payasadas?