…despierten…
Escuchó a la distancia, pero Kaled estaba tan a gusto que ignoró a la voz.
Ya despierten…
Repitió la voz, pero Kaled prefirió continuar dormido.
Si no se levantan, ya no voy a hacer hot cakes.
Amenazó la voz y entonces ahí sí Kaled abrió los ojos de golpe.
Se encontró acostado en el suelo de una habitación con paredes pintadas de color marrón. Era muy pequeña, apenas teniendo una caja llena de juguetes de niñas y dos cómodas para ropa. Pese al tamaño, Kaled pudo ver a su lado una litera y en la cama de abajo, algo había pasado: una niña de unos diez años se había levantado de golpe casi arrojando las sábanas fuera de la cama y miraba con miedo hacia la puerta, tal vez por la
Todo comenzó a clarearse poco a poco hasta que volvió a ser el auto donde se había quedado, mostrando por su ventana calles que aunque bastante diferentes a como las recordaba, eran sin duda de Querétaro. A su lado Diana comenzaba a despertar, se talló el ojo y miró por la ventana, una sonrisa se dibujó en su rostro y se apuró a despertar a su hermana.—¡Nadia! —dijo sacudiéndole el hombro—. ¡Despierta! ¡Ya llegamos!Nadia comenzó a despertar mientras subían por una calle empedrada que se veía más o menos igual a como la encontraría Kaled en el futuro, hasta que se estacionaron frente a la casa de Ricardo, cuya única diferencia respecto al futuro era que estaba pintada de un feo color café.La familia descendió del auto y mientras bajaban sus cosas, Kaled se dio tiempo de ver otra diferencia respecto al
Mientras salían de Querétaro para ser rodeados por largos campos de hierba amarilla a ambos lados de la carretera, el único sonido que acompañaba a la familia fue el llanto callado de Astrid y luego de un rato, el insistente sonido de un teléfono sonando en el bolso de ella.—¡Ni se te ocurra contestarle! —gritó Jaime todavía furioso—. ¡Y ya párale a tus lloriqueos!—¿Cómo no quieres que esté así? —respondió Astrid conteniendo el llanto—. Te pasaste.—¡Ah! —exclamó ofendido Jaime—. ¿Y él no? Burlándose de mí en mi propia cara y enfrente de mi mujer.—Ya sabes cómo es —exclamó Astrid.—¡Ah! —volvió a exclamar ofendido Jaime—. ¿Entonces yo sí me tengo que aguantar sus payasadas?
Poco a poco Diana abrió los ojos y vio en donde estaba: en el asiento junto a la ventana de un viejo autobús, de esos que fueron muy populares a inicios de los noventas y que ni siquiera tenían por lo menos una televisión colgada del techo para hacer más llevadero el viaje, nada que ver con él lujoso autobús del que salieron de Querétaro la noche anterior.Diana se giró a su derecha y vio junto a ella a Kaled, quien dormía sin problemas en su asiento pese a los bruscos movimientos del autobús. La joven se recargó en su asiento y comenzó a recordar las situaciones que le habían llevado hasta ahí:Ya había pasado una semana desde que se habían encontrado con la supuesta Nadia, que Kaled le había ayudado a despertarse del sueño y que le había dicho que le diría todo lo que quería decirle, una vez que le ayudara con &ldqu
Diana no se animó a pedir más detalles acerca de las intenciones de Kaled y se limitó a asentir, esperando que todo se revelara en su preciso momento.Dejaron sus maletas en la antigua habitación de Kaled, luego este tomó unas llaves que estaban sobre un plato arriba del refrigerador y salieron de la casa cerrando con seguro la puerta tras de ellos. Bajaron de vuelta por aquellas húmedas escaleras hasta llegar al estacionamiento donde seguía aparcado el viejo Tsuru de color blanco, pero el taxi que había estado junto a él ya no estaba.—Papá se lo llevó —dijo Kaled sonriendo, adivinando los pensamientos de Diana.—Ah… —respondió Diana.Abordaron el viejo Tsuru y en él regresaron a la ciudad en silencio, con Kaled mirando con nostalgia las calles recordando los días que vivió ahí. Notando la sonrisa melancóli
La noche ya había llegado a Xomalitlán y en el viejo Tsuru, Diana y Kaled esperaban por algo que a la joven no le quedaba claro. No hablaban, pero el silencio era roto por la programación nocturna del radio sintonizado por Kaled.Dado que Diana no podía averiguar qué es lo que Kaled traía entre manos, la joven se dedicó a ver por la ventana, recordando lo que habían hecho luego de salir del cementerio. De ahí, habían ido a comer a un pequeño restaurante, luego fueron a ver una película y luego de eso… Kaled la llevó de paseo por la ciudad, a conocer el centro, las escuelas donde había ido, los negocios donde había trabajado y otros lugares que le parecieron de interés.En verdad no había nada digno de ver en Xomalitlán y Diana tenía que reconocer que Kaled se había esforzado por estirar las horas para que se les hiciera de n
La cabeza de Diana daba vueltas. Don Chava había conocido a Nadia… no, ¡eso no podía ser! Pero luego Diana comenzó a recordar lo que Kaled le había contado sobre su padre cuando fueron al cementerio y el argumento comenzó a tener un poco de sentido.Don Chava por su parte continuaba sonriendo mientras miraba a su hijo, pero de pronto cambió la mirada a Diana y dijo:—De todas las personas en Querétaro, justo ella tenía que cruzarse contigo. Supongo que era el destino, el karma, voluntad divina o como quieran llamarle. Pero bueno: ha pasado tiempo Diana, has crecido mucho. Se ve que no me recuerdas, es normal, estabas medio muerta cuando fui a verte. Me gustaría decir que yo tampoco te recuerdo, pero me es imposible: no ha pasado un maldito día de los últimos siete años, en los que no piense en ti o en tu hermana.Ante las palabras del padre de Kaled, Diana abri
Kaled salió del departamento y no vio rastro de Diana por ningún lado. Miró las escaleras, la chica podía haber subido o bajado, pero al final optó porque ella bajaría y comenzó a bajar hasta la planta baja.Llegó al estacionamiento y se detuvo. Tampoco había rastro de Diana por ningún lado, ¿a dónde podría haber ido? Suspiró, decidió echarse a correr y confiar en que su instinto y su buena suerte le ayudarían a encontrar a la devoradora. Salió del estacionamiento, pero no tuvo que correr mucho porque al girar a su izquierda, vio calle abajo el mismo árbol donde él y Diana se habían escondido hacía un rato, pero en las raíces de este a Kaled le pareció ver un bulto.Sintiendo un golpe en el corazón, comenzó a andar hacia el árbol y el bulto poco a poco comenzó a tomar forma de una pe
En aquel pequeño espacio en la alameda central, gobernado por niebla y aquella luz espectral, era difícil saber la hora.Sin embargo, para la creadora de ese espacio, quien se encontraba sentada en una de las bancas frente al monumento a Miguel Hidalgo, la hora en el mundo real era lo de menos. Estaba muy absorta en sus propios pensamientos como para preocuparle el tema.—Costó trabajo… pero lo logré —dijo “Nadia”, recargada sobre sus rodillas sonriendo de satisfacción.Se reincorporó un poco, para recargarse en el respaldo de la banca y levantó la cabeza para mirar al cielo nublado.—Y justo a tiempo —dijo manteniendo su sonrisa—, pues falta poco para que se acabe el tiempo.Se puso de pie, metió las manos en los bolsillos de su chamarra y dijo.—Es el momento para lanzar mi último ataque y darle el empujón