Dos seres consumidos por el odio se enfrentan cara a cara.
Ambos perdieron a un ser amado.
Y ambos culpan al otro de su pérdida.
¿Qué resultado tendrá este terrible encuentro?
En la zona que se había convocado en la casa de la familia Santamaría, la tensión era tal que podría cortarse con un cuchillo.
Ricardo justo acababa de confesarle a su sobrina que, indirectamente, había sido el responsable de la muerte de su hermana y sus padres.
Mientras tanto, Diana tenía frente a ella al culpable de todo su sufrimiento y quien al mismo tiempo le había cuidado y dado todo el conocimiento justo para ese momento. Pero pese a todo, ella estaba decidida a terminar con el enemigo frente a ella.
Y a un lado de Ricardo, se encontraba un enorme león ne
Kaled y “Nadia” caminaban por el underground, con el joven atado por el pecado que parecía una estrella de mar y guiado por el pecado que parecía duende. Frente a ellos iba “Nadia”, caminando como si nada, con las manos tras la espalda, con una sonrisa en el rostro y hasta se podía escuchar que iba tarareando una canción.Luego de un rato, el tan singular grupo llegó hasta la calle Pie de la cuesta, donde se detuvieron.—Bueno, creo que ya nos alejamos lo suficiente —dijo de pronto “Nadia”, luego esta se giró y miró a los dos pecados—. Los veré después.Acto seguido Kaled sintió como el pecado estrella de mar lo soltaba para después ver cómo la niebla comenzaba a desaparecer, la luz sobrenatural comenzó a apagarse y poco a poco transeúntes y vehículos comenzaron a aparecer. En la esquina estaba una joven r
Y a partir de ese momento comencé a vivir con Daniel en nuestra pequeña casita en el bosque. No había mucho qué hacer, Daniel a veces cuidaba de su jardín o nos poníamos a leer, pero en general sentía que nos limitábamos “a estar”.Lo único que de verdad me animaba en esos días era salir a cazar pecados para alimentarnos, aunque eso sólo comenzó a demostrarle a Daniel que yo no era un pecado normal.En ese momento el claro del bosque estaba rodeado por aquella espesa niebla e iluminado por aquella espectral luz blanca. Daniel y Amit habían salido a cazar pecados, pero no estaban preparados para lo que se terminarían encontrando ese día.Enfrente de los dos eidolas, se encontraba un enorme toro verde de más de tres metros de altura con dos largas lenguas de fuego en lugar de cuernos.—Hay
Por su naturaleza como pecado, Amit apenas si era capaz de sentir cambios de temperatura… pero nada más escuchar esas tres palabras de boca de Daniel, y además verlo preocupado por la situación en la que se encontraban, la eidola pudo sentir algo de frío bajar por su espalda.Mientras tanto, el devorador frente a los dos pecados sonrió y dijo:—Vaya, vaya… ¿quién lo diría? Los pecados que estaba rastreando resultaron ser bastante especiales: dos eidolas. Podrían engañar a cualquier otro humano con su apariencia pero no a un ojo experto como el mío.Daniel, apretando los puños gritó:—¡Déjanos en paz! No queremos problemas.Ante el pedido de Daniel, el devorador rió y dijo:—¿Problema? Pero si ustedes ya tienen un problema: existen. Y yo tengo hambre. Los eidola son sólo un mito y aqu&iac
Tras la declaración de Amit, tanto Kaled como Diana se quedaron en silencio. Para Kaled era imposible saber qué era lo que Diana estaba pensando tras esa extraña frase, pero para él al menos algo ya hacía sentido: el porqué Amit llamaba a Diana “faker”. Faker significa falso, si para ella Diana era una “falsa Diana”, tenía sentido que la llamara así… ¡¿Pero por qué esa eidola estaba convencida de que ella era la verdadera Diana?!—¡No digas estupideces! —se apuró a gritar Diana—. ¡¿Cómo diablos un pecado como tú sería la verdadera yo?!Ante la pregunta, Amit rió un poco, bajó la cabeza y mientras comenzaba a pasearse por el lugar, dijo:—Al principio yo tampoco lo creí posible, pero las pistas están ahí. Los pecados no deberíamos tener tantos rec
Ni Diana ni Amit podían comprender qué era lo que estaba pasando. No había duda, esa persona frente a ellas era Nadia, tal vez la forma en que Nadia se vería si tuviera la edad de Diana, pues su cabello era más corto que el de su hermana, no llevaba la trenza en su lado izquierdo y además, su expresión facial era diferente.—¿Pero cómo…? —exclamó Amit mirando a la aparición—. Nadia… ¡¿De verdad eres tú?! De verdad… ¿regresaste del mundo de los muertos?En respuesta, Nadia sonrió de una forma triste y dijo:—Aquellos que han muerto no pueden revivir por más que lo deseemos. Así que yo… soy y no soy Nadia.Esta respuesta confundió a Diana y a Amit.—No te entiendo… —exclamó Amit confundida.Nadia miró al cielo y dijo:&mdas
Para ser casi el final del otoño, ese día estaba bastante soleado en Querétaro.Sin embargo, eso no quitaba que el uso de una chamarra fuera obligatorio pues los fuertes vientos helados podían hacer que aquel que le jugara al valiente con el frío obtuviera un catarro que le arruinaría las fiestas navideñas que ya estaban a la vuelta de la esquina, y nadie quería eso.Bajo el puente peatonal que estaba frente a la plaza de las Américas, se detuvo un autobús para que bajara el pasaje. Entre todas las personas que bajaron, bajó Kaled, portando una gruesa chamarra café que lo protegía del frío y además, con la cara llena de parches y curaciones y eso sólo era lo que estaba visible.Aunque ya habían pasado algunos días, los golpes y las heridas todavía le dolían, pero ese día se hicieron más soportables pues resulta
Esa noche algo pasaba en la ciudad de Querétaro, aunque casi nadie fuera capaz de percatarse de ello: una espesa niebla cubría toda la zona al tiempo que una luz espectral iluminaba el lugar.Las calles estaban vacías y nada, desde el sonido de autos hasta el sonido de animales nocturnos, podía escucharse. Nada, excepto unos pasos que hacían eco.Poco a poco comenzó a hacerse visible el dueño de esas pisadas. Era una joven de largo cabello rubio que contrastaba con su piel morena, que llevaba una trenza en su sien izquierda y vestía ropa deportiva negra que permitía ver su desarrollado cuerpo que indicaba que era una mujer en la flor de la juventud. Pero sus rasgos más llamativos eran la mueca de dolor que se dibujaba en su rostro y la forma tan insistente en que se sujetaba el brazo izquierdo sobre el cual, en su hombro, había una mancha negra que formaba lo que parecían ser dos alas a
El sol entró por las ventanas de aquella habitación de hotel hasta que llegó a la cama en la que dormía un muchacho de alborotado cabello negro y tez blanca. Al sentir la luz entrar a su habitación abrió sus ojos castaños, se levantó y se estiró para eliminar los últimos resquicios de sueño en su cuerpo.Salió de la cama, se dirigió a la ventana de la habitación, miró la calle frente a él y sonrió.Aquí estamos al fin. Querétaro.Dijo una voz en su cabeza.Suspiró nostálgico, deseoso por explorar esa ciudad de su infancia por lo que tras ponerse la ropa y los lentes, bajó a la recepción del hotel desde donde salió a la calle.Querétaro era la ciudad en la que había nacido y crecido al menos hasta que tenía doce años, cu