El teléfono no dejaba de sonar, pero estaba en medio de una reunión absurda en la que me hizo entrar Mason, de hecho ya había comenzado a considerar regresar, pero él lo impedía, diciendo que el asunto podía ponerse más grave sin mi presencia, y tenía que creerle, era mi abogado.—Necesito responder una llamada —dije. Salí del lugar mirando la pantalla, era Manuel.Era las once de la mañana y el aire sofocante del lugar me tenía un poco incómodo, aproveché de salir hasta la terraza del lugar y respirar un poco de aire fresco mientras conversaba con él, honestamente no esperaba nada de su parte.—En unos segundos le llegarán unas imágenes, los seguí con mi equipo desde que recibí la orden, y hoy tengo material que compartir.—¿Qué clase de material?—Su novia, Caroline y su cuñado Arturo, se vieron hoy en un hotel de la ciudad.Sentí mi corazón romperse, la sangre se me congeló, cerré los ojos y pasé saliva, me aferré al borde de la baranda.—No debió ser nada, quizás solo se juntaron
No sabía qué hacer, no esperaba que regresara tan pronto de su viaje, mi boca se secó, pero debía contarle lo que había pasado.Arturo me convenció para no hacerlo, me convenció de no decirle nada, pues nos veíamos muy mal, parecía una historia inventada, una justificación, nos veíamos culpables sin serlo.Fuimos al médico, me examinaron, así como a él, nos hicieron exámenes toxicológicos, pero los resultados no estarían tan pronto, al menos me quedó el alivio de saber que no me tocaron, que no se aprovecharon de mi condición vulnerable.No había dejado de temblar llorando en el baño desde que regresé a casa, ni siquiera me atrevía a contarle algo a Ana, llegué en total estado de conmoción.Además, me sentía avergonzada porque Felipe nos miraba raro, era como si creyera que Arturo y yo nos citamos en ese hotel porque eso parecía, nos acompañó al médico, pero no creyó ni un segundo nuestra historia.No pudimos ir a poner una denuncia, pues no le aseguraron a Arturo discreción con nuest
Me dolía la cabeza por pasar tanto tiempo encerrado en el despacho, pasaban los días y era incapaz de regresar a la habitación con ella, dormía en el sofá de mi despacho mirando esas imágenes sin parar, apenas la veía o le hablaba, estaba tan molesto y dolido, tampoco le respondía las llamadas a Arturo. Insistía en verme y yo simplemente quería desaparecer, sacar a Caroline de mi vida y quedarme con mi hija y ya. Le pedí al investigador que siguiera vigilándolos a ambos. Tocaron a la puerta. —¡Adelante! Era Caroline, paso con gesto tímido. Desvié la mirada, no podía ni verla. —Arturo ha intentado contactarte. —Si no lo atiendo es porque no puedo. No es difícil de comprender. —Yo también necesito hablar contigo. —¿Sobre qué? Suspiró. —Quisiera que Arturo estuviera aquí. Sentí una punzada de dolor en mi pecho, ¿a caso lo confesarían? ¿Serían capaz de decirme a la cara que se enamoraron y que eran amantes? —Qué venga —dije con resignación. —Está afuera. No me sorprendió, a
El despacho estaba en silencio, solo el tic-tac del reloj de pared rompía la quietud. Me quedé sentado frente a mi escritorio, las manos temblorosas apoyadas sobre la superficie de madera pulida. Las palabras de Caroline y Arturo resonaban en mi mente como un eco interminable. ¿Era posible que todo fuera una trampa? ¿Que Viridiana, hubiera orquestado algo tan retorcido? Y si era así, ¿hasta dónde estaba dispuesta a llegar?¿Me creía tan tonto para creerlo? ¿Ella tenía como llegar a mi círculo más íntimo?Cerré los ojos y deseché la idea.No era posible.Pero también estaba Manuel, el investigador privado en quien había confiado durante años. ¿Había sido sobornado? ¿O simplemente había fallado en su trabajo? No podía ignorar las fotos, las imágenes que me habían destrozado por dentro. Caroline y Arturo juntos en esa habitación de hotel, desnudos, en una posición que no dejaba lugar a dudas. Con un suspiro profundo, tomé mi teléfono y marqué el número de mis padres. No podía postergarlo
Colgué el teléfono y me dejé caer en el sofá, sintiendo cómo el peso de la situación me aplastaba. Había hablado con Arturo, y aunque su voz calmada me había reconfortado un poco, la realidad seguía siendo abrumadora. Romeo no me creía. O al menos, no del todo. Y no podía culparlo, era una historia descabellada.El teléfono volvió a sonar, y sin mirar la pantalla, supe que era Arturo. Lo había llamado apenas unos minutos antes, pero necesitaba escuchar su voz de nuevo, necesitaba asegurarme de que no estaba sola en esto.—Caroline —dijo él al otro lado de la línea, con ese tono sereno que yo estaba perdiendo —. ¿Cómo estás?—No muy bien —admití, pasándome una mano por el rostro—. Romeo no me cree, Arturo. O no del todo. Le mostramos las pruebas, le contamos todo, pero... no sé. Hay algo en su mirada que me dice que todavía duda.Arturo suspiró.—Es comprensible, Caroline. La historia es loquísima, ¿quién nos creería?, pero teníamos que decirle y con pruebas en la mano, porque ya luego
Desperté incómodo en el despacho, sabía que debía inventar una nueva excusa y moverme a alguna habitación, no podía seguir durmiendo en el despacho con la excusa de atender cosas del trabajo hasta altas horas de la noche.No soportaba ver a Caroline a la cara, al mismo tiempo la extrañaba mucho, me sentía perdido y desorientado.Había pasado un par de semanas más, no podía seguir durmiendo en el despacho e ignorando a Caroline, evitándola.No había nada que hacer, era una realidad innegable, me traicionaron o estaban a punto de hacerlo. Salí del despacho para ir a bañarme, a una hora que sabía que ella podía estar por allí, sin embargo, la encontré sentada en la cama esperándome, se levantó de prisa y se acercó a mí con ojos de angustia.—Buenos días, Romeo, ¿todo está bien?Le di la espalda y entré al baño.—Sí, me daré un baño y volveré al despacho.—¿Tomarás el desayuno allí?, Ximena te extraña en la mesa del comedor, yo también.Cerré la puerta del baño. Cerré los ojos y aspiré ai
En lo que cerré la puerta comencé a llorar, no pude evitarlo, Romeo parecía odiarme y que volviera a contratar a Valentina solo me lo comprobaba. Corrí hacia la cocina limpiándome las lágrimas, me sentí tonta, también confundida, sabía bien lo que pasaba y no me lo decía, Romeo me odiaba, ya no me quedaba alguna duda.Al llegar a la cocina me abracé a Ana y me dejé ir con un llanto desconsolado.—¿Qué pasó, mi niña? ¿Qué pasó, Caroline?—Romeo volvió a contratar a Valentina, ella volverá a esta casa, no sé qué le pasa a Romeo conmigo.Ana acarició mi rostro.—Todo va a estar bien, yo la voy a tener controlada, no te preocupes por nada, tú eres la señora de la casa.—No es como me siento.—¿Qué pasa?—No lo sé, creo que todo esto está mal, debo ver por mis hermanos, por mí misma, no puedo depender de alguien para que se ocupe de mí, estoy muy agradecida con Romeo, pero creo que esto no va a funcionar.—¿Qué dices?, no, pero, es solo Valentina, la tendremos bajo control.Negué con la c
Lloré por largos minutos, abrazada a Ana en su habitación, ella solo acariciaba mi espalda y me apretaba mi mano, no dijo una sola palabra y lo agradecí, su compañía era más que suficiente.—Viste, te lo dije, Ana. No me creyó, por eso mandó a Arturo lejos, debí suponerlo.—Debe estar tratando de calmar las aguas, no pienses cosas de más, asumir nunca ha sido bueno.—Me queda claro lo que piensa de mí, esto se acabó —respondí resignada.Se había acabado, lo sabía, tenía el corazón roto, estaba preocupada por mi futuro y el de mis hermanos, no había sido inteligente, solo una chica tonta que se enamoró y descuidó lo importante: la seguridad de sus hermanos.Debí suponer que su familia no nos dejaría en paz, yo no era nadie, él era muy importante.—Tengo que irme, Ana.—No, no digas tonterías, ¿A dónde irías?—Tengo que alquilar un lugar, debo conseguir empleo, algo debo hacer, fui muy tonta.—Ay, Caroline, mi niña, qué dolor verte así, de verdad, se supone que todo sería felicidad, creí