Capítulo 31. Adam

Las chicas de la aldea curaron a Adam, pero aún así él sentía como si el infierno se hubiera desatado en su cuerpo. La espalda le dolía, y notaba como la fiebre devoraba su cuerpo. Se tumbó en la cama de la habitación en la que lo dejaron, y se durmió. En su sueño, mientras las hierbas con la que le habían curado la espalda hacían efecto, vio a Sarah.

En cierto modo su propio cuerpo sabía que estaba teniendo una alucinación, pero aún así se sintió feliz de verla. Llevaba el largo cabello cayendo en ondas por la espalda, y casi parecía que flotaba. Iba vestida con una falda vaporosa, larga, que le cubría hasta los pies, de color blanco; y en la parte de arriba llevaba un top que parecía hecho a mano, también en color blanco.

La vio observarlo, y sonreír con ese rostro suyo que siempre le trasmitía paz, y él también sonrió.

- Sarah, te dije que no vinieras, pero aquí estás.

- Ya sabes que no soy obediente, Adam, además, te echaba de menos; han sido muchos días sin vernos.

- Si,
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