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—No quiero bajar— suspiré frente al espejo y odiando lo que veía allí pero no tenía ánimos de arreglarme como en verdad me gustaba.

Tenía dos horas metida en mi habitación y no me atrevía abrir la m*****a puerta sin importar si se trataba de mis hermanos e incluso de mis padres. No quería bajar para ver la hipocresía de algunos y la lástima de otros, me enfurecía que me vieran como si fuese una princesa que necesitaba ser salvada de la torre del dragón... eso distaba mucho de quien era yo.

¿Acaso era demasiado pedir que este día no me molestaran? Lo único que quería era completo silencio, tranquilidad y una botella de aguardiente frente a una pequeña hoguera en mi biblioteca secreta pero esto no podía pasar debido a mis antecedentes psiquiatricos.

—Empiezo a pensar que debí haberte obligado a quedarte en el infierno— escuché detrás de mí y sonreí de forma sarcástica la ver a mi abuelo sentado en mi cama como siempre lo hacía.— Por lo menos allí te tendría bien ocupada.

—La idea estúpida de esta fiesta ha sido de tu hija y sabes que no le agrada para nada que le mientan así que debo bajar al menos para darle un saludo a los malditos que vienen todos los años— le hice saber retirándome de enfrente del espejo y dándole una pequeña ojeada a la sangre seca de Lucían que había dejado su aroma impregnado en mi habitación.

—Sabes que ella solo trata de distraerte, no lo hace para molestarte— defendió a la reina y suspiré de manera pesada sentándome a su lado para recargar mi cabeza en su hombro.

Él me comprendía más que nadie y era una idiotez comportarme como un cubo de hielo cuando estábamos a solas los dos aunque a veces odiaba que mi abuelo fuera tan comprensivo.

—Lo sé, no puedo culpar a la reina por hacer lo que cree que es mejor para mí— expresé con la mente en otro lugar, uno donde era feliz con una pequeña que estaría a punto de cumplir once años y con la cual jugueteaba haciéndola reír mientras me decía mamá.

Era doloroso perder un ser que había sido tan deseado a pesar de la corta edad que tenía. Mi más grande sueño fue ser mamá desde que tenía uso de razón y ahora era mi más grande temor porque literalmente me volví loca al perder a mi hija.

Fueron años traumática los que le siguieron a esa perdida pues trate de suicidarme en cuatro ocasiones en las que mi padre y Lucían me salvaron, después pasé por un periodo de depresión severa que terminó conmigo en un hospital psiquiátrico por dos años y cuando salí de allí fue porque me planteé buscar a Khail para hacerle pagar por una muerte que jamás debió provocar.

Hoy cumplía 27 años de edad pero los sentía como toda una eternidad m*****a en la que el sentido de mi vida se había hizo por el retrete en menos de un parpadeo. Así de perra era la vida en ocasiones pero a las malas aprendí a salir adelante y a no esperar ni confiar en nadie.

—Deberíamos bajar— le escuché decir como si no quisiera pero la verdad era que a Lucifer le encantaban las fiestas y producto de una noche loca fue mi madre, eso era prueba de lo mucho que ese ser se divertía en el mundo mortal.

—Vamos antes de que la reina venga y me arrastre por los pelos— bromeé recordando mi cumpleaños pasado en el que me obligó a bajar con una m*****a pillama de seda y con eso me mantuve durante el resto de la fiesta.

—Esa piyama te quedaba preciosa— me siguió el juego mientras caminamos con rumbo al salón principal de la mansión.— Cambiando un poco de tema, ¿Acaso no estás a pocas semanas de entrar en celo?

—De hecho, el día en que me encontré con el alpha en la reunión de líderes el olor de su celo hizo que se detonara el mío y la presencia de Lucían en la mansión solo hizo que se convirtiera en una m*****a tortura— le confesé sabiendo que esto no saldría de sus labios y su sonrisa socarrona me irritó.

—El príncipe Lucían te tiene ganas, tu le tienes ganas y no veo el problema de que se coman para matar las ganas del momento— planteó de forma natural y rodé los ojos ante la sencillez con la que lo decían.— Es simple.

—No lo es, Lucían no quiere algo pasajero— le hice saber deteniendo mis pasos por un momento para mirarlo a las esmeraldas que tenía por ojos.— Él quiere un para siempre que no estoy dispuesta a darle a nadie por el momento, no mme siento preparada y no creo estarlo ppr un largo tiempo.

—Si nunca lo enfrentas jamás podrás dejar atrás las cosas— declaró de forma cariñosa y sin dejar de verme a los ojos.— No debes olvidar todo por lo que has pasado porque esos hechos te hacen quien eres hoy en día, simplemente te pedimos que sigas adelante como la guerrera siempre has sido y serás.

—No te pongas sentimental, viejo diablo— murmuró queriendo ser tan fría con él como lo era con los demás pero simplemente no podía.

—No puedo evitarlo, no cuando una de las mujeres de las cuales me siento orgulloso de llamar nieta se corroe el alma con dolor, Zafiro, tú eres un ejemplo para tus hermanos y no quisiera que ellos vieran tu alma fragmentada, misma que se refleja en tus ojos ahora mismo— desvié la mirada sin poder evitarlo pues no quería seguir hablando de un tema en el que él tenía razón y que a mi me dolía como el demonio.— Le mientes a todos e incluso a ti misma pero a mí jamás me podrás mentir.

—No quiero hablar más de esto y menos si es hoy— sentencié limpiándome una lágrima traicionera y volví a caminar recuperando la compostura.

Respiré profundo al estar frente a las escaleras que nos llevarían al salón principal y me relajé al escuchar las melodías de Ludovico Einaudi resonar como un calmante para mí. Nuvole bianchi se escuchaba gracias a un piano de cristal ubicado justo en el centro del salon y a medida que bajaba del brazo de mi abuelo las personas presentes se daban vuelta para verme.

Daba gracias al altísimo por el hecho de que mi madre se había enfocado en las personas más cercanas a mí entre los cuales se encontraban Jim Morgan, mi concejal, mi grupo élite de cazadores, el rey dragón, el rey vampiro y su padre, mis hermanos, el alpha lider y el estúpido de Lucían además de mis padres. En la estancia no habían más de 60 personas si contábamos a los músicos y las personas del servicio.

Respiré mucho más tranquila y relajada sabiendo que la mayoría de los que estaban en el salón sabían que no me gustaba celebrar esta fecha y agradecí aún más cuando ellos no me felicitaron por mi cumpleaños sino que hicieron como si se tratara de una celebración cualquiera. Me sentí cómoda ante el ambiente relajado y las personas de confianza que me rodeaban además de que mi abuelo no soltó mi brazo ni siquiera para darle un abrazo a mamá que dio una sonrisa cálida tan característica de ella.

—Debo admitir que te ves hermosa aún cuando no te arreglas como realmente te gusta— me alagó mi padre y rodé los ojos de forma juguetona.— Me alegra que bajarás, princesa, es bueno que distraigas tu mente del trabajo.

—No voy a quedarme mucho tiempo, tengo que ir a Londres— la sonrisa de mi padre se esfumó en cuanto dije aquello y mi madre se cruzó de brazos no sin antes darme una mirada de reproche y llamar a Jhon, su concejal y mejor amigo.

—Jhon, necesito que por favor le digas a Ágata que esta semana me encargaré de los deberes de la princesa y que se encargue del asunto de Zafiro en Londres mañana.

—Mamá...

—Por favor, no quiero que me contradigas— sentenció antes de retirarse por una copa de vino.

La había hecho enojar y eso se evidenció en la rápida ráfaga de calor que sentí y que me provocó un escalofrío por la endemoniada mirada que esa mujer me dedicó haciéndome saber que hablaríamos muy seriamente luego de la fiesta.

—Estás en problemas, señorita— me advirtió mi padre antes de retirarse en busca de mi madre para tranquilizarla.

—Estás muy bien acompañada, por lo que veo— gruñí con solo volver a escuchar su voz y fulminé a mi abuelo en cuanto tuvo la osadía de reírse de mi desgracia.— El alpha te espera, queremos hablar contigo.

—No estoy de humor, Lucían— le gruñí soltandome del brazo de Lucifer para perderme entre las personas que me saludaban de forma calida pero como estaba de suerte últimamente el condenado me siguió en un silencio total hasta que me ubiqué frente al piano con una copa de fresas en crema entre mis manos ya que no podía tomar alcohol pues mi madre tenía miedo de que volviera a caer en ese vicio.— No dejarás de seguirme, ¿verdad?

—Entiendo que no quieras hablar pero creo que es necesario, se que si no es ahora entonces buscarás cualquier excusa para no verte con nosotros— suspiré de manera pesada y negué removiendo una fresa entre la crema.— Somos tus compañeros y sabes que no nos rendiremos tan fácil.

—No quiero hablar hoy, Lucían, sabes que no me gusta este día— lo enfrenté y asintió con una sonrisa triste en sus labios lo cual me comprimió el pecho. Muy al fondo podía ver al alpha y supe que no podría escapar de esta conversación.— La reina me ha dado esta semana libre así que dile al alpha que puede quedarse— fue lo último que le dije antes de retirarme del salón no sin antes tomar dos copas más de fresas con crema.

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