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****ZAFIRO****

—Zafiro— me llamó mi madre y rodé los ojos por centésima vez en el día.— De verdad quiero que bajes.

—Tengo trabajo que hacer, madre— le respondí con el mismo tono frívolo de siempre y la escuché suspirar de manera pesada antes de cerrar la puerta pero maldije a los mil infiernos cuando ella no se fue.

—La reina aquí soy yo así que levanta tu trasero de aquí, irás a vestirte y bajarás a celebrar tu cumpleaños junto a tu familia y amigos que hemos hecho esto para pasar tiempo contigo— me regañó con tono maternal pero al mismo tiempo advertía un lío bien gordo si no obedecía.— Por favor, solo quiero pasar tiempo con mi hija.

—No quiero recordar esta fecha, lo sabes— hablé rompiendo mis corazas frente a esa mujer que conocía mis más grandes debilidades y su mirada evidenció el gran dolor que reflejaba la mía.— No quiero recordar cuanto perdí un día como hoy, me niego a celebrar este maldito día que solo me lleva al pasado al no tener entre mis brazos a quien de verdad merecía vivir y no pudo por su propio padre.

—No te pido que olvides eso y tampoco que celebres, solo te pido tiempo en familia— susurró acariciando mis mejillas de forma suave y cerré mis ojos cuando sus dedos limpiaron las lágrimas que me habían traicionado.— Solo están tus amigos, tu familia y tus compañeros.

Solo con esa última palabra mi madre volvió a levantar mi coraza y me levanté de manera brusca alejándome de su tacto como si me quemara.

—Si querías que bajara no debiste haberlos invitado— solté de manera fría y su mandíbula se tensó al ver como convertía mis manos en puños mientras el lugar se tornaba blanco debido a la reacción de mis poderes ante lo que sentía en ese momento.

Me di vuelta para retirarme del despacho a paso firme pero antes de cerrar la puerta una pulsera de fuego me detuvo.

—Hija...

—Iré por ti pero no esperes que actúe como si este día fuese el más feliz de mi vida— fue lo último que dije antes de cerrar la puerta y retirarme.

No quería que mis compañeros me jodieran la vida y mucho menos la misión que me había planteado cuando cumplí los diesiseis. Ellos solo serían un estorbo.

Aún me sorprendía que el maldito de Lucían tuviese razón. No le creí cuando me dijo que él alpha también sería mi compañero de vida pero sí, ahora tenía a dos idiotas tras mi culo que quisiera mandar al demonio.

No negaba que los malditos estaban como querían pero por el momento no me interesaba una relación, no luego de la tormentosa separación que enfrenté once años atrás y que me dejó con heridas demasiado grandes e incurables.

Ya no confiaba en los hombres para una relación amorosa y tampoco quería comprometerme cuando necesitaba sanar mi corazón herido. Todo era un caos para mí cuando era consciente de la fecha.

24 de enero. Un día como hoy a las siete de la mañana rompí con Khail, mi primer amor, un día como hoy al medio día me enteré que tenía cuatro meses de embarazo y que tendría una niña, un día como hoy a las tres treina me enteré que Khail era el hijo de Nail Ortiz, aquel que controlaba a los sangre negra y que había enviado a su propio hijo a matarme, un día como hoy siendo las cuatro y dos de la tarde fui apuñalada en el vientre por Khail para una hora despues perder a mi pequeña bebita a manos de su propio padre.

Así que definitivamente, mi cumpleaños, no era una fecha que yo quisiera celebrar cuando tenía tan malos recuerdos y heridas que sangrarían por el resto de mi vida.

—No deberías pensar en el ayer— habló el maldito de Lucían frente a la puerta abierta de mi habitación y rodé los ojos.— Solo te harás más daño.

—Cierra el hocico si no quieres que te saque de aquí a las patadas— le gruñí pasando por su lado y cuando él cerró la puerta con seguro comencé a desvestirme sin importar que él me viera.

No sería la primera vez que alguien me viese desnuda después de todo y no me avergonzaba ni un poco de mi cuerpo así que me valía un pepino si el maldito sentía o no pudor.

—Sabes que solo es un concejo, Zafiro— me debatió al situarse detrás de mí para tomarme de la cintura y me solté de manera brusca de su agarre al sentir mi cuerpo estremecerse ante su toque.— Solo quiero que te distraigas un poco, no importa si es insultando pero no me gusta ver tus ojos rojos debido a esos malos recuerdos.

—Eso a ti no te incumbe, ahora, sal de mi habitación y no me molestes— le escupí molesta pero como siempre, él no se fue, todo lo contrario, volvió a tomarme de la cintura con firmeza y sonrió mientras se encorvaba para juntar nuestras frentes.

—Jamás te dejaré sola otra vez— susurró mirándome a los ojos y pasé un trago grueso sabiendo perfectamente que él cumpliría esa promesa sin importar el costo.

Mi piel se erizó en el preciso momento en el que sus labios se atrevieron a rozar los míos y mis ojos ojos me traicionaron al cerrarse con el deseo de volver a probar los labios del hombre que aferraba sus manos en mi cintura como si no deseara soltarme jamás.

Con Lucían siempre me sentí como una diosa siendo adorada por el más vil pecador, él siempre ha sabido que su presencia altera mis sentidos y que su olor me resulta tan cautivador como afrodisíaco.

—No...

—¿Hace cuanto no estás con un hombre, preciosa?— su pregunta me hizo temblar ante la expectativa de tenerlo complaciendo mis deseos y volví a caer ante la intensa mirada color plata que no dejaba de admirarme y adorarme.— Responde, nena.

No quería volver a caer en las garras del amor. Me sentía aterrada de solo pensar que alguno de mis dos compañeros me traicionaran como lo hizo Khail y por ello metí todos mis sentimientos en un cofre para botar la llave donde no pudiera encontrarla nadie, sin embargo, Lucían parecía encontrarla cada que estaba junto a mí pues siempre lograba que dudará sobre la meta que me había propuesto pero el peso de lo que eso significaba me estrellaba contra la m*****a realidad.

Khail no solo me engañó y me provocó un aborto, no, él era el hijo de un híbrido demonio- vampiro que tenía la capacidad de controlar a los sangre negra y del cual habíamos descubierto algo aterrador. Así que de cualquier forma debía encontrar a Khail y hacerlo pagar por los crímenes cometidos así como también debía encontrar a su padre. Necesitaba más que todo encontrar a Kahil para cerrar un ciclo y buscar algo de alivio a mis heridas, quería decirle lo que había provocado su puñalada y ver si le afectaría como a mí... necesitaba que él supiera que perdimos una hija por su propia mano.

—Hace once años— le respondí a Lucían con un susurró ronco debido a los recuerdos que me cristalizaban los ojos pero me negaba a llorar por alguien que no me merecía y tampoco quería que el hombre frente a mí me viera débil, no quería mostrarme débil ante nadie nunca más.— Sal de mi habitación— volví a ordenar de manera fría al recomponerme y su sonrisa socarrona me irritó.

—Serás mía, Zafiro— prometió bajando sus manos por mis costados hasta llevarlas a mi trasero para apretar mis nalgas con la fuerza suficiente para sacarme un gemido.— Prepárate, en cuanto Ethan entre en celo vamos a marcarte.

Esas palabras... más que estremecerme lograron enfurecerme ante la idea de someterme a una idea que no quería. Lucían era un ser espiritual, el señor de los muertos, y el otro era un alpha puro los cual significaba que era más instinto y bestialidad que hombre y razonamiento.

—¡Yo no soy un maldito objeto!— rugí furiosa al soltarme de su agarre con tal fuerza que mis garras cortaron la piel de sus muñecas.— Ustedes no van a decidir por mí y por mucho que me calientes el coño no pienso enamorarme.

—Cuida tus palabras— susurró con una sonrisa triunfadora al ver que evitaba ver su sangre pues el solo olor de ese líquido me había hecho agua la boca hasta el punto de tener mis colmillos pinchando mi labio inferior.— Nunca digas nunca.

—¡Largate!— grité empujándolo hacía el balcón y cerré la puerta para que no volviera a entrar pero ahora tenía un gran problema: tenía sed.

La última vez que bebí sangre que no fuese de animal fue a mis nueve años de edad y desde entonces me negué a beber la sangre de Lucían.

No quería pensar en nada pero la sangre derramada en el suelo me estaba volviendo loca y además me excitaba el imaginarme mordiendo a Lucían mientras lo montaba. Tenía esa fantasía desde que tenía catorce años pero para ese momento yo estaba con Khail y como que los trios no me iban bien en ese entonces además de que estaba pasando por una etapa muy dificil en nuestra relación.

—Sed— demandó mi parte salvaje que se había fusionado con mis genes infernales y pasé un trago grueso pues ella jamás me había exigido como lo hizo en ese momento.

—¡Dios!— chillé cuando mi garganta ardió con fuerza y jadeé cerrando mis ojos siendo consciente de que Lucían no se había movido ni un centímetro del balcón, al contrario, me sonreía sabiendo lo que estaba sucediendome y solté un gruñido que hizo estremecer las paredes.— No pienso caer.— hablé más para mí que para él idiota que me veía con una sonrisa en sus labios y luché contra mis instintos para ir al baño a bajar la calentura antes de comenzar alistarme.

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