Si tuviera que definir el Paraíso, tal vez sería como esto. Por fin llegaron a Okinawa.
Varios días atrás, Akari le preguntó por sus planes para la Golden Week (Semana Dorada), una semana de días festivos en Japón, que se daba libre a muchos trabajadores, y que la gente usaba para vacacionar y relajarse. Él le dijo que solo planeaba seguir con su rutina normal, porque no tenía nada grande para hacer.
Akari terminó invitándolo al viaje que haría con su familia, al que Jouji también se sumaría este año y… así fue como los seis terminaron en el avión hacia la isla, esperando tener seis días de sol y playa para relajarse.
Tras tomar el autobús desde el aeropuerto, llegaron al hotel. Este era el Sheraton.
Él nunca antes había estado en Okinawa, la verdad era que, desde que regresó a Japón, con d
Serían poco más de las seis, tal vez, en el momento en el que Akari salió del agua; tenía la piel vuelta una pasa, y se dejó caer en la arena, alejado de la orilla.—Estos jóvenes tienen demasiada energía… —soltó cansado y resopló con desgana.Se quedó mirando el cielo, con la espalda sobre la arena, y detalló sus colores: azul oscuro, con ligeros matices más claros que, dentro de nada, su sumirían en una profunda negrura, o casi negrura. Estaba tan despejado que se podían contemplar las hermosas estrellas. Estar lejos del excesivo brillo de las grandes ciudades, permitía estas estampas.Respiró hondo, y por su mente pasó que este era uno de esos momentos donde de verdad era bueno decir que estar vivo valía la pena.Cerró los ojos con pesadez justo después, porque sentía el cuerpo agotado tra
«Jessy», resonó en las mentes de todos.La fuente era una dama de cabellera castaña clara, fácilmente confundible con el rubio; era alta, como de metro setenta, pero no demasiado voluptuosa, y llevaba de la mano a un pequeño niño castaño que, a lo sumo, tendría unos tres años.Los otros cinco se detuvieron, y miraron hacia ella, inquietos, curiosos.—¡Sí eres tú! —exclamó ella alegre y en inglés. Sus ojos se iluminaron, y avanzó con el pequeño hasta llegar más cerca del rubio y, con su brazo libre, lo abrazó y estrujó un poco.Akari abrió los ojos de par en par, pues esto lo tomó por completo desprevenido, y notó como el cuerpo del rubio pareció tensarse ante el contacto.—¡Mira todo lo que has crecido! —exclamó de nue
Domingo. Era impresionante cómo las vacaciones se acababan tan pronto. Se irían el martes a Tokio, y por eso trataban de disfrutar cada segundo al máximo posible.En estos días hicieron turismo por la isla, pero también actividades en el interior del hotel, ya que este tenía un montón de comodidades que bien valían el precio de las reservaciones. Fueron a ver la fauna marina, también se subieron a todas las atracciones acuáticas, varias veces por cierto, y practicaron ski acuático. Además, claro, de jugar voleibol, y otros deportes que se permitían practicar en las instalaciones.En el par de días que quedaban, el grupo esperaba pasear más por la isla, y hacer un poco de buceo.Traspasar el día por el centro de la ciudad, y siendo ya casi las siete treinta de la noche, el grupo de seis personas caminaba rumbo a la parada del autobú
El dolor lo recorrió en un mundo de oscuridad, y no pudo evitar molestarse, envuelto en la negrura de la inconsciencia. El malestar siguió en él y, a regañadientes tuvo que abrir los ojos. Un calambre entró en él como si fuese la electricidad que venía con un rayo, y se sintió paralizado por un instante.Su vista no pudo distinguir mucho, pero todo lo que notaba era de un muy aburrido blanco sobre blanco. Enfocó mejor, y sintió la cabeza darle vueltas, el cuerpo arderle, como si tuviera una gran fiebre. Miró a los lados, a sus brazos, y notó la intravenosa, y un monitor cardíaco. ¿Estaba en el hospital?«¿Qué sucedió?», sus pensamientos murmuraron justo en el momento en el que Akari apareció en su campo visual.—Minato… Minato… ¿Me escuchas? —cuestionó el mayor, aunque apenas po
Después de regresar a Tokio, Akari comenzó a trabajar el jueves. Fue a visitar a Minato a su departamento, y regresó a su casa. En el camino recibió una llamada, y esa era la razón por la que se encontraban allí.Este era el cementerio de Hachioji. No había pasado mucho tras haber celebrado la conmemoración por el octavo aniversario de la muerte de sus padres, y ahora todos pisaban de nuevo este suelo.El jueves anterior el detective Mori, encargado del caso, le llamó para notificarle que la fiscalía autorizó la exhumación de los cuerpos de sus padres, y que se llevaría a cabo el día doce de ese mismo mes, un miércoles.La noticia estalló en los medio el día anterior, por una filtración de la que los detectives no hallaron explicación, y resultó imposible obviar la presencia de los medios a su llegada. Él había
«Cuándo comprendiste… No, ¿cuándo de verdad dejaste de esperar a tus padres?».Las palabras repasaron la mente de Minato casi al mismo momento en el que fueron dichas por el mayor.—No quiero ser cruel, no pienses que ese es mi objetivo —se excusó Akari.Dejó caer las sus manos, las palmas, sobre el colchón, y se dejó caer, para sentarse de forma más normal, similar a como el rubio estaba ahora.—Es solo que… ya suman ocho años, y algunas veces me sorprendo, porque me encuentro esperando a que ellos lleguen a casa y nos saluden, como si nada hubiera pasado.»A veces… cuando salgo de mi habitación en la mañana y bajo las escaleras, espero ver a mamá en la cocina, a papá sentado a la mesa, leyendo el periódico y… —Hizo silencio y tragó con dificultad, reprimiendo su respiraci&oa
Mori Hikaru pasó la vista de un costado a otro, contemplando a cada uno de los hermanos, hasta que encontró el mirar de Nakahara quien, a pesar de no decir nada, también se encontraba visiblemente tenso. El pelinegro detective posó la vista en Akari, cuyo mirar estaba dirigido al vacío, y con los ojos bien abiertos. Resopló. —Sus padres fueron secuestrados el día veintitrés de marzo de dos mil trece —continuó con sus revelaciones. »Ellos recibieron, según los estudios, dos dosis de talio: una el mismo día de su secuestro, el veintitrés, y otra el día veinticinco. Esta última fue muy grande, y se establece como la causa de sus muertes. —Se mojó los labios, y colocó ambas palmas sobre sus muslos. Era fácil notar los ánimos cayendo en picada, y la sombra del dolor cerniéndose sobre ellos. —Detective Mori… —murmuró Matsuri. Su voz sorprendió al mayor en medio del profundo silencio que se formó tras sus palabras. En respuesta, la mi
Presa de ese grito, Minato abrazo a Akari con fuerza, y sus ojos miraron a la pared del otro lado con impresión.El mayor volvió a gritar, esta vez aferrándose a ese abrazo, y la fuerza los recorrió a ambos. Las manos del mayor estrujaron el pecho ajeno, y Minato sintió que él parecía querer buscar un escape.—Golpéeme si quiere, haga lo que necesite —comentó, tan sereno como pudo—, pero no se lo guarde… no es sano.El cuerpo de Akari temblaba y, segundo a segundo, lo sintió deshacerse en esa posición. Se mordió el labio inferior, justo cuando el llanto y los golpes a su pecho continuaron.—Dios… Dios… ellos… ellos sufrieron tanto, sufrieron tanto… —murmuró Akari, apenas entendible.En su interior, se quemaba como el fuego. Los pies fríos, las manos duras, hinchadas, y la cabeza dá