Después de regresar a Tokio, Akari comenzó a trabajar el jueves. Fue a visitar a Minato a su departamento, y regresó a su casa. En el camino recibió una llamada, y esa era la razón por la que se encontraban allí.
Este era el cementerio de Hachioji. No había pasado mucho tras haber celebrado la conmemoración por el octavo aniversario de la muerte de sus padres, y ahora todos pisaban de nuevo este suelo.
El jueves anterior el detective Mori, encargado del caso, le llamó para notificarle que la fiscalía autorizó la exhumación de los cuerpos de sus padres, y que se llevaría a cabo el día doce de ese mismo mes, un miércoles.
La noticia estalló en los medio el día anterior, por una filtración de la que los detectives no hallaron explicación, y resultó imposible obviar la presencia de los medios a su llegada. Él había
«Cuándo comprendiste… No, ¿cuándo de verdad dejaste de esperar a tus padres?».Las palabras repasaron la mente de Minato casi al mismo momento en el que fueron dichas por el mayor.—No quiero ser cruel, no pienses que ese es mi objetivo —se excusó Akari.Dejó caer las sus manos, las palmas, sobre el colchón, y se dejó caer, para sentarse de forma más normal, similar a como el rubio estaba ahora.—Es solo que… ya suman ocho años, y algunas veces me sorprendo, porque me encuentro esperando a que ellos lleguen a casa y nos saluden, como si nada hubiera pasado.»A veces… cuando salgo de mi habitación en la mañana y bajo las escaleras, espero ver a mamá en la cocina, a papá sentado a la mesa, leyendo el periódico y… —Hizo silencio y tragó con dificultad, reprimiendo su respiraci&oa
Mori Hikaru pasó la vista de un costado a otro, contemplando a cada uno de los hermanos, hasta que encontró el mirar de Nakahara quien, a pesar de no decir nada, también se encontraba visiblemente tenso. El pelinegro detective posó la vista en Akari, cuyo mirar estaba dirigido al vacío, y con los ojos bien abiertos. Resopló. —Sus padres fueron secuestrados el día veintitrés de marzo de dos mil trece —continuó con sus revelaciones. »Ellos recibieron, según los estudios, dos dosis de talio: una el mismo día de su secuestro, el veintitrés, y otra el día veinticinco. Esta última fue muy grande, y se establece como la causa de sus muertes. —Se mojó los labios, y colocó ambas palmas sobre sus muslos. Era fácil notar los ánimos cayendo en picada, y la sombra del dolor cerniéndose sobre ellos. —Detective Mori… —murmuró Matsuri. Su voz sorprendió al mayor en medio del profundo silencio que se formó tras sus palabras. En respuesta, la mi
Presa de ese grito, Minato abrazo a Akari con fuerza, y sus ojos miraron a la pared del otro lado con impresión.El mayor volvió a gritar, esta vez aferrándose a ese abrazo, y la fuerza los recorrió a ambos. Las manos del mayor estrujaron el pecho ajeno, y Minato sintió que él parecía querer buscar un escape.—Golpéeme si quiere, haga lo que necesite —comentó, tan sereno como pudo—, pero no se lo guarde… no es sano.El cuerpo de Akari temblaba y, segundo a segundo, lo sintió deshacerse en esa posición. Se mordió el labio inferior, justo cuando el llanto y los golpes a su pecho continuaron.—Dios… Dios… ellos… ellos sufrieron tanto, sufrieron tanto… —murmuró Akari, apenas entendible.En su interior, se quemaba como el fuego. Los pies fríos, las manos duras, hinchadas, y la cabeza dá
Hasta ahora, su día no era más que una locura. Seguía bajo reposo médico, pero tenía tantas cosas en mente, que era incapaz de concentrarse, y eso resultaba, cuando menos, resaltante.Despertó esa mañana con un terrible dolor de cabeza, en una cama que no era la suya. Miró a su lado: un varón con el cabello de un color particular… podía ser rubio rojizo, o un pelirrojo casi rosado, quién sabía, pero la verdad era que le encantaba. Akari dormía como una piedra a su lado, acurrucado en su almohada.Una sonrisa se pintó en sus labios, sin querer evitarla, y resopló. Hoy era sábado, y el lunes siguiente debería regresar a su jornada laboral normal que, casi con total seguridad, lo haría pasar horas extras por un buen rato, gracias a estas «vacaciones extendidas» tan significativas que se hallaba viviendo.En l
Al otro lado de la línea, a Mori aquellas palabras le sonaron dichas con diversión, como si el rubio estuviera a punto de hacer una travesura.Bueno… no es como que si aquello de lo deseaba hablarle fuese diferente.—Bien… entonces podemos tocar también ese tema más tarde —comentó.Minato aceptó y, tras una corta despedida, el detective cortó la llamada.Bajó la vista a su escritorio, y luego sus ojos viajaron por la oficina, hasta llegar al techo. Se sentía cansado, tras haber pasado toda la noche investigando diferentes formas de hacer lo que quería sin que esto fuese penable o punible, sin romper las preciosas reglas que juró defender y, por sobre todas las cosas, sin que no se perdieran todos sus progresos actuales para el caso por un cabo suelto.Fue difícil, bastante, pero lo logró. Solo necesitaba que, lejos de ser o no lo cor
Como casi todos los lunes en el trabajo, este día había sido estresante y cargado de idas y vueltas con los jefes. En realidad… eso solo fue la guinda sobre el pastel de su fin de semana lleno de fuertes emociones y momentos de debilidad.A estas alturas, en su casa el televisor permanecía apagado, y todos tenían cuidado de no quedarse demasiado tiempo por fuera. Akari debía agradecerlo pronto a Jouji y a Arata, de forma apropiada, por no dejar de apoyar a sus hermanas, escoltarlas al andar por la calle y guardarlas… porque no era raro encontrar ahora personas que murmuraban tonterías al verlos a su alrededor, o preguntándoles estupideces sin medirse.Sus compañeros de trabajo eran una fiel muestra de eso, incluso su jefe, pero era un hombre. Y sí, ese comentario podía sonar machista, lo era, pero las cosas eran diferentes cuando ya llevabas mucha práctica de guardar tus verdader
Era hoy. El momento por fin había llegado.Sentada en una sala de entrevistas especial, en el Centro de Detenciones de Tokio, Matsushita Yui observaba con calma al vacío, y esperaba.La puerta, de color plata, metalizada, se abrió.—Buenos días, señora Matsushita. Lamento mucho haberme tardado… pero los de afuera son bastante especiales cuando se trata de invitados —se anunció el recién llegadoMinato, con un par de vasos de papel entre manos, y un bolso a cuestas, entró, cerró, y camino. Él hablaba de forma amistosa, sin ninguna clase de coerción, ni nada parecido. Al llegar a la mesa que estaba al centro, dejó los vasos sobre la plancha metálica, jaló la silla libre y se sentó, justo frente a aquella mujer.Viajó en tren desde su trabajo en Bunkyo, y fueron casi cincuenta minutos hasta aquí, en Ka
La dama resopló con ligereza, tomó su vaso con café, y bebió un trago de su contenido.—Era complicado —murmuró.De nuevo, «complicado», salía a la palestra.—La verdad es que, en ese entonces, yo sentía mucho miedo. —Se quedó en silencio por largos segundos, pensando, cosa que Minato no pasó por alto.»No tenía nada que perder, esa es la realidad, pero… tenía miedo —afirmó repetidas veces, y apretó las manos alrededor del vaso, que se sentía tibio a sus palmas frías.Minato respiró hondo, con ligereza excesiva. En este punto de la charla, estaría mal forzarla a ir hacia donde él quería que llegaran. En términos de tiempo, todavía le quedaba una buena porción.Relajó su cuerpo, y decidió afrontar las cosas ha