Mori Hikaru pasó la vista de un costado a otro, contemplando a cada uno de los hermanos, hasta que encontró el mirar de Nakahara quien, a pesar de no decir nada, también se encontraba visiblemente tenso.
El pelinegro detective posó la vista en Akari, cuyo mirar estaba dirigido al vacío, y con los ojos bien abiertos.
Resopló.
—Sus padres fueron secuestrados el día veintitrés de marzo de dos mil trece —continuó con sus revelaciones.
»Ellos recibieron, según los estudios, dos dosis de talio: una el mismo día de su secuestro, el veintitrés, y otra el día veinticinco. Esta última fue muy grande, y se establece como la causa de sus muertes. —Se mojó los labios, y colocó ambas palmas sobre sus muslos.
Era fácil notar los ánimos cayendo en picada, y la sombra del dolor cerniéndose sobre ellos.
—Detective Mori… —murmuró Matsuri.
Su voz sorprendió al mayor en medio del profundo silencio que se formó tras sus palabras. En respuesta, la mi
Presa de ese grito, Minato abrazo a Akari con fuerza, y sus ojos miraron a la pared del otro lado con impresión.El mayor volvió a gritar, esta vez aferrándose a ese abrazo, y la fuerza los recorrió a ambos. Las manos del mayor estrujaron el pecho ajeno, y Minato sintió que él parecía querer buscar un escape.—Golpéeme si quiere, haga lo que necesite —comentó, tan sereno como pudo—, pero no se lo guarde… no es sano.El cuerpo de Akari temblaba y, segundo a segundo, lo sintió deshacerse en esa posición. Se mordió el labio inferior, justo cuando el llanto y los golpes a su pecho continuaron.—Dios… Dios… ellos… ellos sufrieron tanto, sufrieron tanto… —murmuró Akari, apenas entendible.En su interior, se quemaba como el fuego. Los pies fríos, las manos duras, hinchadas, y la cabeza dá
Hasta ahora, su día no era más que una locura. Seguía bajo reposo médico, pero tenía tantas cosas en mente, que era incapaz de concentrarse, y eso resultaba, cuando menos, resaltante.Despertó esa mañana con un terrible dolor de cabeza, en una cama que no era la suya. Miró a su lado: un varón con el cabello de un color particular… podía ser rubio rojizo, o un pelirrojo casi rosado, quién sabía, pero la verdad era que le encantaba. Akari dormía como una piedra a su lado, acurrucado en su almohada.Una sonrisa se pintó en sus labios, sin querer evitarla, y resopló. Hoy era sábado, y el lunes siguiente debería regresar a su jornada laboral normal que, casi con total seguridad, lo haría pasar horas extras por un buen rato, gracias a estas «vacaciones extendidas» tan significativas que se hallaba viviendo.En l
Al otro lado de la línea, a Mori aquellas palabras le sonaron dichas con diversión, como si el rubio estuviera a punto de hacer una travesura.Bueno… no es como que si aquello de lo deseaba hablarle fuese diferente.—Bien… entonces podemos tocar también ese tema más tarde —comentó.Minato aceptó y, tras una corta despedida, el detective cortó la llamada.Bajó la vista a su escritorio, y luego sus ojos viajaron por la oficina, hasta llegar al techo. Se sentía cansado, tras haber pasado toda la noche investigando diferentes formas de hacer lo que quería sin que esto fuese penable o punible, sin romper las preciosas reglas que juró defender y, por sobre todas las cosas, sin que no se perdieran todos sus progresos actuales para el caso por un cabo suelto.Fue difícil, bastante, pero lo logró. Solo necesitaba que, lejos de ser o no lo cor
Como casi todos los lunes en el trabajo, este día había sido estresante y cargado de idas y vueltas con los jefes. En realidad… eso solo fue la guinda sobre el pastel de su fin de semana lleno de fuertes emociones y momentos de debilidad.A estas alturas, en su casa el televisor permanecía apagado, y todos tenían cuidado de no quedarse demasiado tiempo por fuera. Akari debía agradecerlo pronto a Jouji y a Arata, de forma apropiada, por no dejar de apoyar a sus hermanas, escoltarlas al andar por la calle y guardarlas… porque no era raro encontrar ahora personas que murmuraban tonterías al verlos a su alrededor, o preguntándoles estupideces sin medirse.Sus compañeros de trabajo eran una fiel muestra de eso, incluso su jefe, pero era un hombre. Y sí, ese comentario podía sonar machista, lo era, pero las cosas eran diferentes cuando ya llevabas mucha práctica de guardar tus verdader
Era hoy. El momento por fin había llegado.Sentada en una sala de entrevistas especial, en el Centro de Detenciones de Tokio, Matsushita Yui observaba con calma al vacío, y esperaba.La puerta, de color plata, metalizada, se abrió.—Buenos días, señora Matsushita. Lamento mucho haberme tardado… pero los de afuera son bastante especiales cuando se trata de invitados —se anunció el recién llegadoMinato, con un par de vasos de papel entre manos, y un bolso a cuestas, entró, cerró, y camino. Él hablaba de forma amistosa, sin ninguna clase de coerción, ni nada parecido. Al llegar a la mesa que estaba al centro, dejó los vasos sobre la plancha metálica, jaló la silla libre y se sentó, justo frente a aquella mujer.Viajó en tren desde su trabajo en Bunkyo, y fueron casi cincuenta minutos hasta aquí, en Ka
La dama resopló con ligereza, tomó su vaso con café, y bebió un trago de su contenido.—Era complicado —murmuró.De nuevo, «complicado», salía a la palestra.—La verdad es que, en ese entonces, yo sentía mucho miedo. —Se quedó en silencio por largos segundos, pensando, cosa que Minato no pasó por alto.»No tenía nada que perder, esa es la realidad, pero… tenía miedo —afirmó repetidas veces, y apretó las manos alrededor del vaso, que se sentía tibio a sus palmas frías.Minato respiró hondo, con ligereza excesiva. En este punto de la charla, estaría mal forzarla a ir hacia donde él quería que llegaran. En términos de tiempo, todavía le quedaba una buena porción.Relajó su cuerpo, y decidió afrontar las cosas ha
El cejo de Minato se encerró en la dama y, tras solo pocos instantes, se acercó hacia la mesa, para tomar la silla libre y volver a sentarse. Llegados a este punto, era importante disminuir tanto como pudiera el factor de intimidación, en especial para una señora de la edad que Matsushita tenía.—¿Qué quiere decir con eso? —cuestionó el rubio aún bajo.Se enfocaba en mantener un tono normal, cordial. No quería que la dama sintiera que era sometida a un interrogatorio feroz.—Yo… le dije antes a los policías que lo había hecho todo sola, y ellos seguían diciendo que no era posible, por mi espalda —recordó la mayor.—¿Era eso mentira?Matsushita asintió.—No estaba sola, otras personas se encontraban conmigo entonces —murmuró—. Me dolía mucho la espalda, por lo que
«Muy buenas tardes. Hemos interrumpido la programación habitual para informarles que la Policía Metropolitana de Tokio ha arrestado a tres personas como sospechosos en torno a la investigación del caso de asesinato de Igor y Haruka Azarov, ocurrido en el año dos mil trece. Los tres arrestos se efectuaron esta tarde, a la misma hora, cerca de las dos, según fuentes oficiales de la policía». «Nos encontramos en la sala de prensa de la Oficina Central de la Policía Metropolitana de Tokio, a la espera de un pronunciamiento de los agentes, que se espera en torno a las seis de la tarde, para conocer más detalles al respecto…»La transmisión continuó en el canal, tal como en otros.Por fin, la tormenta pudo desatarse.Tras la entrevista hecha por Minato a Matsushita Yui, y de que Mori y Nakahara pasaran toda la noche