Sintió la diestra ajena recorrer desde al abdomen hacia arriba, y lo miró; parecía pálido y su respiración era rápida, un tanto descontrolada. En ese momento lo recordó, sí… el momento en el callejón. Llevó ambas manos a ese rostro, y pudo sentir cómo la temperatura de la piel era fría, y su mirar, a pesar de que estaba allí, poco a poco, segundo a segundo, parecía irse perdiendo.
—Minato… —murmuró—, Minato… ¿puedes quedarte conmigo? —preguntó, el desespero se entremetió en su voz.
El menor lo miró desde arriba, y se dio cuenta de que seguía allí.
—Voy a estar con usted —susurró en un hilo de voz, más bajo de lo que al mayor le gustaría—. Yo solo… de verdad quería hacerlo. —Resopló con fuerza y se dejó
Viernes.El timbre de la entrada sonó cuando ya pasaban de las siete de la noche. Por fin, gracias al cielo, había llegado.Esto era como una cena institucional, el ambiente medio tenso no dejaba de recordárselo.Akari se acercó al vestíbulo y abrió la puerta, para encontrar a un varón rubio vestido impecable con jeans oscuros y… ¿mocasines?, vaya; también usaba un suéter gris sobre una camisa azul pastel, y pudo distinguir una barba de tres o cuatro días sombrear su mentón y la parte baja de las mejillas. Sin embargo, no pudo ignorar la forma en la que estaba peinado: hacia arriba y a un lado, y el reloj en su muñeca.Él se había hecho mantenimiento al corte, y este peinado, todo él en general, se veía muy bien.—¿Acaso vienes a pedir la mano de tu novia a sus padres? —soltó Akari sin
Cuando escuchó el tono de llamada en su teléfono, supo que todo este asunto podía tomar un rumbo por completo diferente.Nakahara Masaru se encontraba como pasajero de un auto ajeno en este momento. Quien lo acompañaba como chofer era Mori Hikaru. Los dos iban camino a una comisaria de la prefectura de Kanagawa, siendo las once de la mañana pasadas.Más temprano, Nakahara recibió una llamada desde este territorio, Kanagawa, donde un oficial le decía que tenía algo interesante para mostrarle, y que guardaba relación con un retrato que la policía de Tokio, la Primera División, extendió a las demás comisarías de todo el país para saber si ubicaban a la persona en cualquier otra prefectura.Tras escuchar los detalles, decidió tomar a Mori, encargado oficial del caso, y dirigirse al sitio en cuestión.Al llegar, los oficia
Hoy era un buen día.Todo parecía ir bien en este tiempo, todo fluía con calma y, aunque esto bien podría ser el presagio de una terrible tormenta, como el dicho popular rezaba, no le gustaba pensar de una forma tan fatalista. La cosa era que… era un especialista para eso.Todo era «perfecto». Entonces…¿Por qué estaban aquí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué en este momento?Minato y Akari llegaron al área donde se encontraba el complejo en el que el rubio vivía, y pudieron ver cómo se encontraban varios autos estacionados a lo largo de la calle. En ese momento, Akari sintió cómo su mano era apretada con más fuerza y, al voltear hacia la fuente, notó una profunda y sincera molestia en el rostro del menor que, con franqueza, nunca había visto antes en él.—&i
«Asesino».¿Esa mujer de verdad había dicho esa palabra? ¿De verdad usó ese adjetivo para referirse a Minato?, ¿por qué?Los ojos de Akari se abrieron de par en par, y contempló la dureza instaurarse en el rostro de un Minato cuyos ojos le demostraron que esa no era la primera vez en la que se referían a él de esa forma, y que, a pesar de eso, el dolor de la palabra existía en el fondo de su ser.—Era el apellido de mi madre —dijo el rubio.Para sorpresa de Akari, Minato aún era capaz de hablar con calma, a pesar de que esa anciana solo seguía subiendo el volumen y tono de su voz.—Mi madre y mi padre se amaron, y amaron también a cada uno de sus hijos —continuó el rubio. Su mirar se encerró en la dama mayor con dureza—, ¿por qué debo dejar ir eso?—¡Tu padr
Ya eran dos o tres horas desde que llegaron al hospital junto a la ambulancia. Akari llegó en el auto con los abuelos de Minato y uno de sus hijos, en medio de la más terrible incomodidad de su vida, mientras que Yahiro, que al parecer era uno de los médicos tratantes del rubio, se fue junto a la ambulancia.Era la primera vez que escuchaba sobre esto.Ya pasaban de las doce de la noche, y ninguna noticia sobre el estado de Minato había sido comunicada. Permanecía en la sala de espera, junto a un señor mayor que no pronunció una sola palabra desde que se sentaron ahí. Dos sillas más lejos, la señora Haruka y su hijo no dejaban de replicar por el hecho de que aún permanecían en el lugar.Akari no entendía por qué sucedió esto, ¿o tal vez sí?Comprendía que lo ocurrido en la casa de Minato, y lo que pasó aquella vez en el call
El peso de su cuerpo, la carga de sus pensamientos, el terrible peso de sus sentimientos… Todo era tan cruel, todo era tan doloroso, tan duradero. ¿Por qué no solo los podía borrar?, ¿Por qué tenían que seguir revoloteando a su alrededor como crueles hadas del mal?En medio de aquel espacio envuelto en negrura, pudo sentirlo de nuevo: los dedos alrededor de su cuello, que apretaban con malicia; el ardor en su espalda, el dolor que partía de su pecho y se extendía hasta el más mínimo rincón de su cuerpo.Sin importar el tiempo, podía recordar a la perfección cómo se sentían cada uno de esos momentos y, cuando lo hacía, su interior se descomponía: su cuerpo temblaba, su mente, su cerebro, se descolocaba, y él solo deseaba que terminara. Solía orar por eso y a veces, solo a veces, pasaba… se terminaba y creía que ser&iac
Akari entró a la habitación, cuyo silencio solo era perturbado por el sonido de las constantes vitales del rubio que, justo ahora, miraba sus puños, recostado en la cama. A esa distancia parecía perturbado, quizá porque despertó y descubrió lo sucedido, o por lo que pasó antes de que se desvaneciera.Yahiro, tío de Minato, salió de la habitación unos diez minutos antes de que él entrara, y le dijo que el rubio ya se encontraba despierto, y que todo parecía estar bien con él. Y el pelirrojo fue bastante explícito al decirle, cuando él preguntó si podría entrar a verlo: «Minato dijo que podías entrar, en algunos minutos más», lo que llamó su atención con fuerza. «Él tiene que meditar un poco, solo dale algunos minutos y luego entra», agregó antes de irse, porque necesitaba arreglar el pape
Los avances en la tecnología de resolución de crímenes eran fantásticos y, entre ellos, el ADN era la carta de triunfo, el golpe final.Y en eso estaban hoy: Takeuchi Yuuto fue por fin localizado.Mori Hikaru recibió el día anterior, desde la policía de la prefectura de Saitama, una notificación por coincidencia con uno de los retratos que se distribuyeron desde Tokio y, aunque se encontraba en su día libre, terminó por ir al lugar solo para verificar ese hecho por su cuenta.La conclusión fue simple: la segunda persona que aparecía en los retratos de Minato Hamilton existía, su nombre era Takeuchi Yuuto, y estaba muerto.La policía de Saitama encontró el cuerpo metido en una bolsa de dormir, en un parque público, y con un avanzado estado de descomposición. El cadáver aún no era reclamado por nadie, porque desd