Kohaku enmudeció mirando a su hermana pequeña, y Akari tampoco pudo hacer alguna clase de movimientos, mientras enfrentaba esos ojos, que eran iguales a los suyos, y lo atravesaban como un taladro, uno lleno de dudas e impresión.
—Tú… no nos dijiste nunca que te gustaban los hombres —continuó hablando Matsuri ante el silencio de los demás—. ¿Por eso no trajiste a nadie a casa desde que mamá y papá murieron?
Kohaku estaba impactada. No es que ella no tuviera esa clase de pensamientos, pero jamás pensó que Matsuri dejaría salir esas cosas sin filtro frente a su hermano mayor.
Volteó a ver a Akari, él parecía estar igual que ella, impresionado por escuchar a la menor de los tres hablar de forma tan directa. Pero tenía un punto extra.
—No es así —hablo Akari en volumen medio y u
Eran cerca de las siete treinta de la mañana cuando salió de la habitación. Hoy era viernes, pero tenía clases a la tarde, y agradecía que fuese así. Para ser sinceros, no pudo dormir mucho.Después de lo que escuchó de su hermano la noche anterior, necesitó salir de ahí y tener un tiempo consigo misma dedicado solo a pensar, analizar y entender mejor toda la situación.Había visto a su hermano besar, y ser besado, por otro hombre y eso, lejos de lo que el mundo actual era, en su mente, no resultaba fácil de aceptar. Poseía una concepción tan idealizada de su hermana que, al ser golpeada por la realidad de esta forma, no pudo evitar alarmarse.Bajó las escaleras con calma y se dio cuenta de que las luces estaban encendidas y que alguien hablaba en voz alta: se trataba de su hermano.—Me di cuenta que estabas dormido, porque n
La sonrisa en su rostro no tenía precio.Después de cenar en casa, porque sería un fastidio hacerlo por allí con todas esas parejas demasiado acarameladas, ambos se cambiaron la ropa y estaban sentados en el sofá con algo más parecido a pijamas, aunque también podrían salir a la calle de esa forma.Hoy era catorce de febrero, San Valentín, domingo; después de ir a la iglesia, Akari vio cómo Minato convivía con niños, almorzó con todos y luego siguieron haciendo cosas. El rubio se encargaba de revisar asignaciones de la semana anterior, y también de ofrecer ayuda en los deberes escolares en los que los niños presentaban dudas, o no comprendían. A las dos de la tarde comenzó a explicarles inglés, y luego de eso se deshicieron de las formalidades para jugar futbol y merendar.Estaba impresionado.La
Sintió la diestra ajena recorrer desde al abdomen hacia arriba, y lo miró; parecía pálido y su respiración era rápida, un tanto descontrolada. En ese momento lo recordó, sí… el momento en el callejón. Llevó ambas manos a ese rostro, y pudo sentir cómo la temperatura de la piel era fría, y su mirar, a pesar de que estaba allí, poco a poco, segundo a segundo, parecía irse perdiendo.—Minato… —murmuró—, Minato… ¿puedes quedarte conmigo? —preguntó, el desespero se entremetió en su voz.El menor lo miró desde arriba, y se dio cuenta de que seguía allí.—Voy a estar con usted —susurró en un hilo de voz, más bajo de lo que al mayor le gustaría—. Yo solo… de verdad quería hacerlo. —Resopló con fuerza y se dejó
Viernes.El timbre de la entrada sonó cuando ya pasaban de las siete de la noche. Por fin, gracias al cielo, había llegado.Esto era como una cena institucional, el ambiente medio tenso no dejaba de recordárselo.Akari se acercó al vestíbulo y abrió la puerta, para encontrar a un varón rubio vestido impecable con jeans oscuros y… ¿mocasines?, vaya; también usaba un suéter gris sobre una camisa azul pastel, y pudo distinguir una barba de tres o cuatro días sombrear su mentón y la parte baja de las mejillas. Sin embargo, no pudo ignorar la forma en la que estaba peinado: hacia arriba y a un lado, y el reloj en su muñeca.Él se había hecho mantenimiento al corte, y este peinado, todo él en general, se veía muy bien.—¿Acaso vienes a pedir la mano de tu novia a sus padres? —soltó Akari sin
Cuando escuchó el tono de llamada en su teléfono, supo que todo este asunto podía tomar un rumbo por completo diferente.Nakahara Masaru se encontraba como pasajero de un auto ajeno en este momento. Quien lo acompañaba como chofer era Mori Hikaru. Los dos iban camino a una comisaria de la prefectura de Kanagawa, siendo las once de la mañana pasadas.Más temprano, Nakahara recibió una llamada desde este territorio, Kanagawa, donde un oficial le decía que tenía algo interesante para mostrarle, y que guardaba relación con un retrato que la policía de Tokio, la Primera División, extendió a las demás comisarías de todo el país para saber si ubicaban a la persona en cualquier otra prefectura.Tras escuchar los detalles, decidió tomar a Mori, encargado oficial del caso, y dirigirse al sitio en cuestión.Al llegar, los oficia
Hoy era un buen día.Todo parecía ir bien en este tiempo, todo fluía con calma y, aunque esto bien podría ser el presagio de una terrible tormenta, como el dicho popular rezaba, no le gustaba pensar de una forma tan fatalista. La cosa era que… era un especialista para eso.Todo era «perfecto». Entonces…¿Por qué estaban aquí?, ¿por qué ahora?, ¿por qué en este momento?Minato y Akari llegaron al área donde se encontraba el complejo en el que el rubio vivía, y pudieron ver cómo se encontraban varios autos estacionados a lo largo de la calle. En ese momento, Akari sintió cómo su mano era apretada con más fuerza y, al voltear hacia la fuente, notó una profunda y sincera molestia en el rostro del menor que, con franqueza, nunca había visto antes en él.—&i
«Asesino».¿Esa mujer de verdad había dicho esa palabra? ¿De verdad usó ese adjetivo para referirse a Minato?, ¿por qué?Los ojos de Akari se abrieron de par en par, y contempló la dureza instaurarse en el rostro de un Minato cuyos ojos le demostraron que esa no era la primera vez en la que se referían a él de esa forma, y que, a pesar de eso, el dolor de la palabra existía en el fondo de su ser.—Era el apellido de mi madre —dijo el rubio.Para sorpresa de Akari, Minato aún era capaz de hablar con calma, a pesar de que esa anciana solo seguía subiendo el volumen y tono de su voz.—Mi madre y mi padre se amaron, y amaron también a cada uno de sus hijos —continuó el rubio. Su mirar se encerró en la dama mayor con dureza—, ¿por qué debo dejar ir eso?—¡Tu padr
Ya eran dos o tres horas desde que llegaron al hospital junto a la ambulancia. Akari llegó en el auto con los abuelos de Minato y uno de sus hijos, en medio de la más terrible incomodidad de su vida, mientras que Yahiro, que al parecer era uno de los médicos tratantes del rubio, se fue junto a la ambulancia.Era la primera vez que escuchaba sobre esto.Ya pasaban de las doce de la noche, y ninguna noticia sobre el estado de Minato había sido comunicada. Permanecía en la sala de espera, junto a un señor mayor que no pronunció una sola palabra desde que se sentaron ahí. Dos sillas más lejos, la señora Haruka y su hijo no dejaban de replicar por el hecho de que aún permanecían en el lugar.Akari no entendía por qué sucedió esto, ¿o tal vez sí?Comprendía que lo ocurrido en la casa de Minato, y lo que pasó aquella vez en el call