El tiempo podía avanzar de forma diferente para cada quien, porque cada persona en el mundo era diferente.
Hacía mucho frío, ¡demonios, sí que estaba helando!
Al bajar del avión lo primero que Akari sintió fue una gran ventolera que lo hizo tiritar y removerse del frío desde la planta de los pies, hasta su cabeza, cubierta por un gorro grueso.
El nublado y blanquecino paisaje, de lo más típico en esta parte del país, a estas alturas del año, los recibió. Por fin habían llegado a Aomori.
¿Cuándo fue la última vez que estuvo en esta ciudad?
Cinco años atrás, cuando se trasladó aquí para acompañar a uno de los detectives privados que contrató por entonces para investigar el crimen de sus padres. Este fin de semana iba a hacer algo muy similar con Minato: visitar los últimos
A Minato no le encantaba el GPS, pero aun así metió el destino en él y emprendieron rumbo hacia Towada.Towada era otra ciudad de la prefectura de Aomori, y el lugar en el que Matsushita Yui poseía una casa de la que nadie había investigado nunca, hasta ahora. Como el resto de la prefectura, el frío era abundante y, desde donde se encontraban en estos momentos, pleno corazón de la ciudad de Aomori, hasta allí, serían unos setenta y ochenta minutos de carretera.No es que se aburrieran en ese tiempo, claro que no.Hablar con Minato era, recalcaba, algo de lo que Akari no se aburría. Ellos investigaron y leyeron mucho sobre las actividades que se podían hacer en Aomori, porque el rubio nunca estuvo en la prefectura antes y, lejos de estar consciente de que venían a examinar y explorar locaciones, también tenía muchos deseos de aprovechar lo
Lejos de lo que Akari pensó, Minato negó con la cabeza, y le dijo:—No se preocupe por eso, Akari-san. Creo que ambos hemos cosechado una buena confianza en el camino. —Resopló con ligereza.»Mientras estuve en Estados Unidos, en la universidad, fui algunas veces. La primera vez, tenía quince años, y el terreno seguía allí, todo estaba casi igual, porque era de mi padre y, en consecuencia, pasó a ser mío, pero yo era menor de edad.Minato llevó el último bocado de comida a su boca, masticó con lentitud, tragó, y continuó hablando:—La casa se encontraba bastante entera por fuera, y por dentro se conservaba mejor de lo que yo esperé. Todo lo que no se quemó: las cosas de mi padre, las de mi madre, las mías y de mi hermano, todo se guardó.Akari asintió.—Recuerdo haber leído
¿Cómo sabes con exactitud cuándo te enamoras de alguien?, ¿cómo es que la confirmación llega al cerebro precisando tan gigantesco acontecimiento? ¿Acaso es igual para todo mundo?Por supuesto que no.Pero lo sabía… no conseguía dejar de mirarlo, no podía dejar de pensar en sus facciones, en sus palabras, en la forma de hablar tan serena que tenía, en este lugar.Estaba perdido, lo sabía, pero también entendía que no era tan sencillo.¿Ambos eran hombres? Ese no era el problema. ¿Lo rechazaría? Tampoco. ¿Quizá terminaría con la amistad del, de seguro, único amigo que podría tener en mucho tiempo?Solo eran excusas, porque ya se conocía…Tenía miedo.¿Qué pasaría sí…?Había cosas para las que no desea
Para Minato, su vida había sido un ir y venir de malos momentos, de terribles finales. A su entender, era natural ser de la forma en que era ahora: andaba por ahí pretendiendo que todo estaba bien, pero tenía mucho miedo de dar el siguiente paso, porque el sufrimiento se acumulaba en su interior, así como la soledad y el dolor. Con sinceridad, no creía poder soportar un fracaso más.—Usted es alguien especial para mí, pienso eso desde el momento en el que lo vi por primera vez —comentó Minato y sopló.»Puedo hablar con usted sobre todo, y hacer cosas divertidas. —Sonrió—. Si esto no funciona, no quiero perderlo. —Respiró hondo, y dejó salir el aire con fuerza por la nariz—. Aunque… Ahora lo perdí, porque lo eché a perder. —Chascó con la lengua.¿Qué podía d
En el momento en el que la puerta se abrió, él supo que, por fin, el momento había llegado.—Muy buenas tardes, y muchas gracias por venir el día de hoy, Saga-san —habló con cortesía y de forma pausada.Mori Hikaru, detective de la Primera División de la Policía Metropolitana de Tokio, se levantó de su asiento, y recibió al particular invitado que tenía la tarde de hoy.Había estado esperando por esta ocasión desde hacía varias semanas. En diciembre el departamento se contactó con el entorno de Saga Itsuki, a la espera de que este acudiera a la policía por voluntad propia para ser entrevistado.Tenían el alegato de que, al ser la persona más cercana a Igor Azarov al momento de su muerte (su asistente y aprendiz), y ser reabierto el caso con Matsushita Yui como sospechosa principal confesa, de
Saga alzó la vista hacia Mori, y continuó: —Matsushita había sido despedida de la casa Azarov unos meses antes. Mori dudó: —Pero… ¿por qué invitarla? Una vez que su presencia en la casa Azarov terminó, usted no tenía razones para mantener contacto con ella, si considero sus afirmaciones previas sobre el tiempo que pasaba en ese lugar. Saga resopló con suavidad. —Ella me caía bien. Cuando la despidieron, pensé que era una lástima, ya que desempeñó el papel de la madre de esos chicos. Después de su despido hablé algunas veces con ella —admitió. —¿Le contó sobre las razones de su despido? Saga volvió a resoplar. Cualquiera pensaría que el ambiente cambiaba a favor del investigador, pero para Mori no era así; a él le daba la sensación de que todas las reacciones del otro varón eran resultado de un gran estudio, de ensayo, porque eran demasiado perfectas y convincentes. Tenía ese presentimiento
—Tiene que relajarse, Akari-san —dijo Minato—. Ha estado trabajando tanto estos días… Es bueno que mañana tenga por fin un día libre Akari respiró hondo, y le dio la razón. Tras regresar de Aomori todo se volvió un no parar de trabajo: sus salidas con Minato fueron casi nulas, y ni hablar de ir a cenar a la casa… Tuvo que dormir casi por toda una semana allí, fue un desastre. Dos años de vida se le fueron en esos terroríficos días de sobrecarga laborar, más otros cuantos kilos, de esos que no le sobraban, gracias al estrés. —Estoy feliz de que la turbulencia pasara —murmuró Akari y resopló—. Por estas dos semanas bien podrían pagarme un bono por tener que solucionar la incompetencia de otros departamentos. Minato soltó la risa, pero sabía que eso no era una broma. Akari había tenido que revisar mucho, porque la ineficiencia de los departamentos se acrecentó gracias a las vacaciones, tanto como para llevarlo a quej
Akari lo miró, primero con timidez, presa de la sorpresa al escucharlo hablar con tantas libertades, y luego con inquietud. Minato se acercó, y Akari espetó: —La tienes fácil con estas cosas, ¿no es así? Bien que dices que te falta práctica y todo eso, pero ahí estás, con tus comentarios sagaces. Minato sonrió de forma cómplice al saber sus fechorías descubiertas, y se relajó. —Soy bueno para decir lo que pienso cuando quiero hacerlo. Es algo que ya debería saber, Akari-san. Akari respiró hondo, sin dejar de mirarlo, y sintió el frío recorrer su espalda en el momento en el que Minato aflojó el agarre para comenzar a acariciarlo. Su corazón dio un salto, y el rubio sonrió al contemplarlo nervioso, para bajar, hasta que posó sus labios sobre la frente ajena, dejando allí un suave y, tal vez, inocente beso. Minato se despegó y lo miró. Akari deshizo el abrazo, se acomodó en el mueble y lo miró a la cara. —Eres bueno para jugar tam