Akari lo miró, primero con timidez, presa de la sorpresa al escucharlo hablar con tantas libertades, y luego con inquietud.
Minato se acercó, y Akari espetó:
—La tienes fácil con estas cosas, ¿no es así? Bien que dices que te falta práctica y todo eso, pero ahí estás, con tus comentarios sagaces.
Minato sonrió de forma cómplice al saber sus fechorías descubiertas, y se relajó.
—Soy bueno para decir lo que pienso cuando quiero hacerlo. Es algo que ya debería saber, Akari-san.
Akari respiró hondo, sin dejar de mirarlo, y sintió el frío recorrer su espalda en el momento en el que Minato aflojó el agarre para comenzar a acariciarlo. Su corazón dio un salto, y el rubio sonrió al contemplarlo nervioso, para bajar, hasta que posó sus labios sobre la frente ajena, dejando allí un suave y, tal vez, inocente beso.
Minato se despegó y lo miró. Akari deshizo el abrazo, se acomodó en el mueble y lo miró a la cara.
—Eres bueno para jugar tam
El movimiento se hizo más pronunciado tras removerlo otro tanto, y Akari decidió sentarse sobre el colchón. —Para ser un adulto trabajador y diligente, duermes como un plomo —murmuró en queja y volvió a zarandearlo como pudo. El rubio comenzó apenas a abrir los ojos, y lo dejó. Un sonido gutural abandonó la garganta del menor, y luego se transformó en una queja, molesto por haber sacado de su perfecto universo de sueños. —Buenos días… —musitó Minato muy bajo, y comenzó a estirarse de forma graciosa—. ¿Qué hora es? —Siguió estirándose, y se escucharon algunos huesos crujir. —Seis y cinco de la mañana… ¿No tienes que prepararte para ir al trabajo? —Sí… —Minato sopló desganado—. Se supone que debe ser así, pero… no quiero ir a trabajar, Akari-san. —Igual tienes que hacerlo, Minato —habló a Akari, que entendía su padecimiento, y lo compadecía. Minato siguió removiéndose y rezongando por un par de minutos más, mientras el mayor tan
—Akari-san, los trenes se detuvieron, así que vamos a tomar el autobús. Mientras veía su teléfono celular, Minato hablaba. Ambos se hallaban en un café, tomando chocolate caliente, y así por la última media hora. Pasaban de las cinco de la tarde, y la temible lluvia torrencial se negaba a amainar. El reporte del clima indicaba que seguiría lloviendo por el resto del día y, de seguro, gran parte del siguiente, además de que el frío aumentaría, y hasta existían grandes probabilidades de que comenzara a nevar o granizar. Era momento de irse, y así lo hicieron. Caminaron a la parada del autobús, y aguardaron. Hoy era veinticuatro de enero, domingo, y ambos habían tenido que ir a trabajar. Según las cuentas del mayor, eran dieciséis días exactos desde que su relación dio comienzo. El proceso de tener una pareja del mismo sexo no estaba resultando ser tan raro como los medios y el entretenimiento se lo pintaron al inicio. O tal vez la
Tras atravesar el portal, Minato y Akari fueron recibidos por la calidez de la casa. Akari saludó a su hermana, que ya comenzaba a hacer las preparaciones para la cena y descalzo, seguido a regañadientes por el rubio, subió las escaleras. Minato estaba más mojado que el mayor, estaba escurriendo agua por todas partes, y llevaba el chasco encima de lo sucedido minutos atrás. —Tienes que darte un baño, te vas a resfriar si pasas mucho rato asó de mojado —dijo Akari apenas entrar a su habitación. Tras él, el rubio cerró la puerta, y vio al otro sacarse el gorro, los guantes y la bufanda, y dejarlos en el suelo, porque estaban mojados. Akari se deshizo del tapabocas y sopló. Minato lo capturó por detrás, agarrándolo de los hombros, y lo hizo darse vuelta. La acción repentina tensó el cuerpo del mayor, quien no ocultó su sorpresa al encontrar esos ojos zafiro que lo estudiaron con atención. El rubio subió la zurda a la frente ajena, y resopl
—Tiene treinta y ocho y medio de fiebre. De verdad tiene que tomarse un descanso, Akari-san —comunicó Minato muy serio.Eran más o menos las nueve de la noche, y un Akari con la nariz muy roja, sentado a la derecha de la cama, lo miraba con aburrimiento.—No me siento tan mal —murmuró el mayor, en apariencia molesto.—Su nariz no dice lo mismo —destacó el rubio.Después de la cena, al no cesar la lluvia, y ver que en las noticias recomendaban permanecer resguardados, por las cosas empeorarían, Minato, Arata y Kohaku fueron condenados a quedarse en la casa familiar.Sentado al lado de Akari en la cama, limpió y guardó el termómetro; la fiebre del otro no era alta, y había comido toda su cena, por lo que, usando su sabiduría heredada de su tío, pensó que este malestar era más por estrés que por res
Era lunes, cerca de las siete diez de la mañana, cuando escuchó un teléfono sonar. La habitación estaba a oscuras, y él se había quedado dormido por fin cerca de las cuatro.Minato se sentó en la cama, Akari seguía durmiendo y su fiebre no regresó desde la última vez que le revisó. Se levantó con cuidado y tomó el teléfono celular de trabajo del mayor tras rodear la cama en una corta caminata. Era una llamada.Las cortinas permanecían cerradas, pero, considerando el grado de oscuridad y la hora, afuera debía estar muy nublado.Caminó hacia la puerta del cuarto y la abrió con cuidado, y contestó la llamada en el camino, para no perderla. Según el contacto, se trataba del jefe de Akari, era una llamada importante que no podía ser rechazada.—Hola, ¿sí?, buenos días.«Buenos
—¿Tendrás hijos sin casarte? —indagó Arata muy curioso.—Matrimonio no es sinónimo de hijos, Arata —resaltó el rubio—. Querer tener una familia tampoco significa que, por obligación, debo casarme. —Se encogió de hombros, restando importancia a la cuestión.Esa era su forma de ver las cosas, y pensaba que muchos más en el mundo seguían esa corriente.—Criar hijos solo es bastante difícil. Mucha gente te cuestionará al respecto —opinó Arata con justa razón, y se fue hacia las alacenas, para buscar los platos donde servirían la comida.—La verdad es que no me importa lo que digan los demás —soltó Minato con total franqueza—. Quiero tener hijos porque quiero tener mi propia familia, una que nadie me pueda quitar.Aquello llenó de curiosidad, no solo
El olor era nauseabundo, asqueroso e insoportable.Era el último día del primer mes de un nuevo año, domingo y, al contrario que en los días anteriores y comunes del invierno, el sol le había ganado la batalla a las nubes, y se asomaba triunfante en el cielo, llenando de calor las calles de aquella bulliciosa ciudad.Cerca de las ocho de la noche, por fin estaba al final de su turno, tan solo le faltaba desechar la basura en los contenedores, que luego se transformaban para quemar. El día fue duro, y al siguiente tendría que regresar a la escuela diaria; sin embrago, ya que quería reunir el dinero suficiente para entrar a una escuela de enseñanza especial a partir de abril, para prepararse de mejor forma para los exámenes centrales, que sería en justo un año, necesitaba hacer bien sus labores.Después de clasificar la basura, llevó de a poco las bolsas
«Um…», murmuró Nakahara para después resoplar, «¿estás seguro de los enlaces?»—Sí —contestó Minato al otro lado de la línea.»He corroborado cada uno de ellos, también el nivel de acceso desde un buscador básico y, además de la búsqueda de información en los portales de la universidad, es lo que más ha llamado mi atención —destacó y exhaló con ligereza—. También identifiqué la IP, y obtuve las coordenadas espaciales. Las metí en Google Maps y obtuve una dirección en Nakano, un complejo de apartamentos.Nakahara resopló.«¿Cómo es que obtienes toda esa información?»—Bueno… soy bueno investigando —soltó el rubio con ánimos, y luego se rió—, y tengo los programas correctos —apuntó.En realidad no era difícil identificar una dirección a través de una IP, era la cosa más fácil del mundo a estas alturas de la evolución.«¿Crees que tenga algo que ver con el caso?»—No lo sé… pero, a nivel personal no tengo frentes abiertos en ninguna parte