¿Cómo sabes con exactitud cuándo te enamoras de alguien?, ¿cómo es que la confirmación llega al cerebro precisando tan gigantesco acontecimiento? ¿Acaso es igual para todo mundo?
Por supuesto que no.
Pero lo sabía… no conseguía dejar de mirarlo, no podía dejar de pensar en sus facciones, en sus palabras, en la forma de hablar tan serena que tenía, en este lugar.
Estaba perdido, lo sabía, pero también entendía que no era tan sencillo.
¿Ambos eran hombres? Ese no era el problema. ¿Lo rechazaría? Tampoco. ¿Quizá terminaría con la amistad del, de seguro, único amigo que podría tener en mucho tiempo?
Solo eran excusas, porque ya se conocía…
Tenía miedo.
¿Qué pasaría sí…?
Había cosas para las que no desea
Para Minato, su vida había sido un ir y venir de malos momentos, de terribles finales. A su entender, era natural ser de la forma en que era ahora: andaba por ahí pretendiendo que todo estaba bien, pero tenía mucho miedo de dar el siguiente paso, porque el sufrimiento se acumulaba en su interior, así como la soledad y el dolor. Con sinceridad, no creía poder soportar un fracaso más.—Usted es alguien especial para mí, pienso eso desde el momento en el que lo vi por primera vez —comentó Minato y sopló.»Puedo hablar con usted sobre todo, y hacer cosas divertidas. —Sonrió—. Si esto no funciona, no quiero perderlo. —Respiró hondo, y dejó salir el aire con fuerza por la nariz—. Aunque… Ahora lo perdí, porque lo eché a perder. —Chascó con la lengua.¿Qué podía d
En el momento en el que la puerta se abrió, él supo que, por fin, el momento había llegado.—Muy buenas tardes, y muchas gracias por venir el día de hoy, Saga-san —habló con cortesía y de forma pausada.Mori Hikaru, detective de la Primera División de la Policía Metropolitana de Tokio, se levantó de su asiento, y recibió al particular invitado que tenía la tarde de hoy.Había estado esperando por esta ocasión desde hacía varias semanas. En diciembre el departamento se contactó con el entorno de Saga Itsuki, a la espera de que este acudiera a la policía por voluntad propia para ser entrevistado.Tenían el alegato de que, al ser la persona más cercana a Igor Azarov al momento de su muerte (su asistente y aprendiz), y ser reabierto el caso con Matsushita Yui como sospechosa principal confesa, de
Saga alzó la vista hacia Mori, y continuó: —Matsushita había sido despedida de la casa Azarov unos meses antes. Mori dudó: —Pero… ¿por qué invitarla? Una vez que su presencia en la casa Azarov terminó, usted no tenía razones para mantener contacto con ella, si considero sus afirmaciones previas sobre el tiempo que pasaba en ese lugar. Saga resopló con suavidad. —Ella me caía bien. Cuando la despidieron, pensé que era una lástima, ya que desempeñó el papel de la madre de esos chicos. Después de su despido hablé algunas veces con ella —admitió. —¿Le contó sobre las razones de su despido? Saga volvió a resoplar. Cualquiera pensaría que el ambiente cambiaba a favor del investigador, pero para Mori no era así; a él le daba la sensación de que todas las reacciones del otro varón eran resultado de un gran estudio, de ensayo, porque eran demasiado perfectas y convincentes. Tenía ese presentimiento
—Tiene que relajarse, Akari-san —dijo Minato—. Ha estado trabajando tanto estos días… Es bueno que mañana tenga por fin un día libre Akari respiró hondo, y le dio la razón. Tras regresar de Aomori todo se volvió un no parar de trabajo: sus salidas con Minato fueron casi nulas, y ni hablar de ir a cenar a la casa… Tuvo que dormir casi por toda una semana allí, fue un desastre. Dos años de vida se le fueron en esos terroríficos días de sobrecarga laborar, más otros cuantos kilos, de esos que no le sobraban, gracias al estrés. —Estoy feliz de que la turbulencia pasara —murmuró Akari y resopló—. Por estas dos semanas bien podrían pagarme un bono por tener que solucionar la incompetencia de otros departamentos. Minato soltó la risa, pero sabía que eso no era una broma. Akari había tenido que revisar mucho, porque la ineficiencia de los departamentos se acrecentó gracias a las vacaciones, tanto como para llevarlo a quej
Akari lo miró, primero con timidez, presa de la sorpresa al escucharlo hablar con tantas libertades, y luego con inquietud. Minato se acercó, y Akari espetó: —La tienes fácil con estas cosas, ¿no es así? Bien que dices que te falta práctica y todo eso, pero ahí estás, con tus comentarios sagaces. Minato sonrió de forma cómplice al saber sus fechorías descubiertas, y se relajó. —Soy bueno para decir lo que pienso cuando quiero hacerlo. Es algo que ya debería saber, Akari-san. Akari respiró hondo, sin dejar de mirarlo, y sintió el frío recorrer su espalda en el momento en el que Minato aflojó el agarre para comenzar a acariciarlo. Su corazón dio un salto, y el rubio sonrió al contemplarlo nervioso, para bajar, hasta que posó sus labios sobre la frente ajena, dejando allí un suave y, tal vez, inocente beso. Minato se despegó y lo miró. Akari deshizo el abrazo, se acomodó en el mueble y lo miró a la cara. —Eres bueno para jugar tam
El movimiento se hizo más pronunciado tras removerlo otro tanto, y Akari decidió sentarse sobre el colchón. —Para ser un adulto trabajador y diligente, duermes como un plomo —murmuró en queja y volvió a zarandearlo como pudo. El rubio comenzó apenas a abrir los ojos, y lo dejó. Un sonido gutural abandonó la garganta del menor, y luego se transformó en una queja, molesto por haber sacado de su perfecto universo de sueños. —Buenos días… —musitó Minato muy bajo, y comenzó a estirarse de forma graciosa—. ¿Qué hora es? —Siguió estirándose, y se escucharon algunos huesos crujir. —Seis y cinco de la mañana… ¿No tienes que prepararte para ir al trabajo? —Sí… —Minato sopló desganado—. Se supone que debe ser así, pero… no quiero ir a trabajar, Akari-san. —Igual tienes que hacerlo, Minato —habló a Akari, que entendía su padecimiento, y lo compadecía. Minato siguió removiéndose y rezongando por un par de minutos más, mientras el mayor tan
—Akari-san, los trenes se detuvieron, así que vamos a tomar el autobús. Mientras veía su teléfono celular, Minato hablaba. Ambos se hallaban en un café, tomando chocolate caliente, y así por la última media hora. Pasaban de las cinco de la tarde, y la temible lluvia torrencial se negaba a amainar. El reporte del clima indicaba que seguiría lloviendo por el resto del día y, de seguro, gran parte del siguiente, además de que el frío aumentaría, y hasta existían grandes probabilidades de que comenzara a nevar o granizar. Era momento de irse, y así lo hicieron. Caminaron a la parada del autobús, y aguardaron. Hoy era veinticuatro de enero, domingo, y ambos habían tenido que ir a trabajar. Según las cuentas del mayor, eran dieciséis días exactos desde que su relación dio comienzo. El proceso de tener una pareja del mismo sexo no estaba resultando ser tan raro como los medios y el entretenimiento se lo pintaron al inicio. O tal vez la
Tras atravesar el portal, Minato y Akari fueron recibidos por la calidez de la casa. Akari saludó a su hermana, que ya comenzaba a hacer las preparaciones para la cena y descalzo, seguido a regañadientes por el rubio, subió las escaleras. Minato estaba más mojado que el mayor, estaba escurriendo agua por todas partes, y llevaba el chasco encima de lo sucedido minutos atrás. —Tienes que darte un baño, te vas a resfriar si pasas mucho rato asó de mojado —dijo Akari apenas entrar a su habitación. Tras él, el rubio cerró la puerta, y vio al otro sacarse el gorro, los guantes y la bufanda, y dejarlos en el suelo, porque estaban mojados. Akari se deshizo del tapabocas y sopló. Minato lo capturó por detrás, agarrándolo de los hombros, y lo hizo darse vuelta. La acción repentina tensó el cuerpo del mayor, quien no ocultó su sorpresa al encontrar esos ojos zafiro que lo estudiaron con atención. El rubio subió la zurda a la frente ajena, y resopl