La cara del alfa estaba llena de vergüenza. Hace un momento estaba soñando con Serafina, de hecho, creyó que era a ella a quien besaba. Se mesó los cabellos con frustración y busco algo que ponerse.Cuando estuvo vestido, miro el cuerpo desnudo de Vivían. No produjo en él ninguna reacción. En cambio, se sintió incómodo, se apretó el puente de la nariz y le pidió.―Por favor, vístete.―Lorenzo…―Viste, Vivían ―repitió ―En primer lugar no debiste venir aquí.Ella apretó los dientes y trató de seguir con su fingida vergüenza.―Perdón ―susurro ―Soy una estúpida, pensé que tú y yo… ―se cubrió la cara y sollozo ―¡Oh, diosa! Lo mejor será que me vaya ahora mismo, no tiene sentido que… ―No vas a ir a ningún lado, Vivían ―el alfa dijo serio ―Te dije que podías quedarte en el castillo, pero yo… yo no te invite a mi habitación. ―estaba molesto con ella ―Sabes que Serafina está aquí, si ella… ―le dio la espalda, con las manos en las caderas.El pecho de Vivían estaba a punto de explotar por la r
NO VAS A DEJARME.― Serafina… ¿Desde cuándo tratas a los demás así?Aunque su relación no había sido la mejor, Serafina solía llevarse bien con todos, en la manada y también, los empleados del castillo. Que ella se comportara de esta manera con Vivían, confundió un poco a Lorenzo. Por otro lado, Vivían se dijo que tenía que hacer una actuación magistral, así que intervino a favor de Serafina.―No es su culpa, Lorenzo. Yo no debí entrometerme en las decisiones del castillo.Serafina, que estaba viendo la actuación, resopló con un deje de burla, tenía que reconocer que era buena. Iba a decirle a Lorenzo lo que pasó, cuando él se adelantó y le preguntó a Vivían.―¿Qué hiciste?―Yo… pedí que preparen ciervo porque sé que te gusta. Pero, no sabía que a Serafina no le gustaba. Y ella… ―Vivían sollozó nuevamente cubriéndose el rostro.El alfa sonrió suavemente.―Es increíble que todavía lo recuerdes.―Sabes que nunca olvidaré nada que tenga que ver contigo… ―bajo la cabeza y negó levemente ―
ENTRE HERIDAS Y EMOCIONES. Lorenzo caminó hacia el invernadero, sin embargo, su mente estaba en la conversación, o mejor dicho pelea, que acababa de tener con Serafina. Se llevó los dedos a los labios y revivió el beso que acaban de darse, algo dentro de él vibró, fue una especie de emoción y sin querer una sonrisa se formó en sus labios. ―Me correspondiste ―susurro ―Correspondiste a mi beso. ¿Es posible que también sientas algo por mi Serafina? La sola idea de que ella pudiera tener sentimientos por él lo emocionaba y le daba esperanzas de que pudieran ser una pareja real. Quizás no todo estaba perdido después de todo. Llegó al invernadero y lo recibieron los sollozos de Vivian. El alfa miró la mano de la mujer y vio que estaba herida y sangraba. ―¡Vivían! ¿Qué ha pasado? Tu mano está sangrando. ―se apresuró a mirar. Ella negó con la cabeza y dijo con voz entrecortada ―Fue un accidente, Lorenzo. Intenté tocar la Aralia, pero no tenía idea de que eran tan filosas. Me corté sin
PAGUE POR TI. En el silencio del invernadero, las plantas exóticas observaban la escena entre Serafina y Lorenzo. La penumbra y el perfume de las flores creaban un escenario de tensión palpable. El alfa, impulsado por una mezcla de pasión y desesperación, sostenía a Serafina contra su cuerpo con firmeza, su boca devorando la suya en un beso ardiente. Los labios de Serafina resistían, pero Lorenzo no mostraba intenciones de detenerse. Quería demostrarle con cada roce de sus labios que ella era su todo, que sus besos eran solo para ella. Sin embargo, Serafina no podía borrar de su mente la imagen de Lorenzo besando a otra loba, y ese conocimiento aguijoneaba su resistencia. Con el corazón latiendo desbocado, Serafina reunió toda su fuerza interior y rompió el beso. Respiró agitada, mirando a los ojos a Lorenzo, cuyos labios aún brillaban con la intensidad del beso compartido. El alfa retrocedió, mirándola con sus ojos aún cargados de anhelo por ella. La respiración agitada marcaba el
ALIANZAS OCULTAS. Vivían, cerró con fuerza la puerta de su nueva casa, sintiendo la tensión acumulada en su pecho. El lugar era impecable, pero no podía evitar verlo como un exilio, una señal de que Serafina había ganado la partida. Tiro la vasija que estaba sobre la mesa dejando salir la rabia que bullía dentro de ella. ―¡Maldita! ¡Mil veces m*****a! ―sus ojos estaban cargados de odio y su pecho subía y bajaba sin control. «No debería estar aquí. Pero ni creas que esto se ha acabado perra. ¡Voy a sacarte de mi camino, cueste lo que cueste!» Una idea resonaba en su mente, alimentando la amargura que crecía con cada paso que daba en el interior de la vivienda. Mientras organizaba sus cosas, Vivían se encontró murmurando para sí misma. ― Nunca debí haber aceptado este trato. Debería haberme quedado en las sombras, esperando mi momento. ― La frustración se mezclaba con sus pensamientos, y sus ojos brillaban con determinación. ―apretó los puños con rabia. ― Lorenzo me pertenece. Soy
UN MES COMPARTIENDO TU CAMA. Serafina estaba en su habitación mientras Hipólita, el ama de llaves del castillo, se esforzaba por sanar sus heridas con cuidado y experiencia. El aroma a hierbas y ungüentos llenaba la estancia, mientras la luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas. —Mi niño no es malo, señora —dijo el ama de llaves, limpiando una herida en el brazo de Serafina. —Su comportamiento es una sombra de las enseñanzas de su difunto padre, el antiguo alfa. Serafina soltó una risa amarga. —No se puede culpar a los muertos por las acciones de los vivos. Nadie debería tener el poder de influir en el comportamiento de otro. Hipólita continuó con su labor, firme en sus convicciones. ―Te equivocas. Lorenzo no sabe amar. ―la mujer negó con tristeza ―Su madre murió joven, y su padre siempre le enseñó que el amor era una debilidad. Le inculcó que su único propósito era liderar y conquistar. De repente, Serafina se imaginó al chiquillo de cabello negro y ojos azules como
¿DE QUÉ TIENES MIEDO? El eco de la decisión del consejo resonaba en la sala de reuniones mientras Serafina se levantaba con determinación. Sus ojos, centelleando con una mezcla de ira y desafío a los ancianos que habían sellado su destino. Sin mirar atrás, cruzó el umbral de la puerta, dejando atrás las murmuraciones de la manada. A mitad de camino hacia las escaleras, sus pasos resonaron en la piedra cuando una voz profunda la detuvo en seco. —Serafina. La voz pertenecía a Lorenzo, y la sola mención de su nombre hizo que la rabia de Serafina ardiera más intensamente. Se giró hacia él, encontrándolo de pie a pocos pasos, con su figura imponente bloqueando el camino. —¿Qué quieres ahora? —espetó, con su mirada fulminante. Y dispuesta a seguir su camino. El alfa avanzó con rapidez, deteniéndola con brusquedad antes de que pudiera continuar subiendo las escaleras. Sus ojos azules, ahora reflejaban una mezcla de determinación y algo más profundo. ―Cumpliremos la orden del consejo.
LO QUE HAYA DICHO NO IMPORTA. ―Abre las puertas.―ordeno tomándose solo un momento para controlar las emociones que bullían dentro de ella. Los lobos que custodiaban la puerta, lo hicieron sin decir una palabra. Serafina solo había estado en su habitación una vez, y había sido en su noche de apareamiento. Como era de esperar, él nunca vino, se había cansado de esperarlo y terminó quedándose dormida. Entendió que Lorenzo solo aceptó seguir las tradiciones y quería evitar chismes en el castillo. Nadie necesitaba saber que a la mañana siguiente ella había amanecido sola en la cama y mientras él dormía en el sillón. Cuando despertó no fue mucho mejor, ni siquiera le dirigió la palabra hasta que la mandó a llamar a su estudio, para dejarle bastante claro lo que esperaba de ella y no era precisamente un hijo. Dio un paso adelante y se estremeció cuando escuchó la puerta, cerrarse la puerta detrás de ella. El conjunto de habitaciones de Lorenzo se podría decir que eran la más lujosa de lo