ENEMIGO EN CASA (II)
ENEMIGO EN CASA (II)

Lorenzo miraba con furia contenida al guardia de los calabozos. El lobo temblaba ante él como una hoja sacudida por el viento otoñal, consciente de que la ira de un Alfa era tan letal como cualquier maldición. Sus ojos, dos brasas a punto de estallar en llamas, no parpadeaban, no se desviaban; eran el epicentro de un huracán de emociones reprimidas.

―No sé lo que pasó, Alfa. Cuando desperté… ya no estaba ―dijo el guerrero con miedo, su voz temblorosa como su cuerpo.

De repente, Lorenzo golpeó el escritorio con tal fuerza que la madera crujió bajo su puño. Se puso de pie bruscamente, su silla cayendo al suelo con un estrépito que resonó por las paredes del estudio. La mirada que lanzó al hombre podría haberlo fulminado donde estaba.

―¿Me estás diciendo que te dormiste? ¿Qué te quedaste dormido mientras ese infeliz desaparecía? ¿Qué no viste, ni oíste nada? ¡Maldita sea!

―Lo… Lo siento, Alfa, no sé qué pasó, yo estaba bien y de repente… ―balbuceaba el guardia, p
Paulina W

Lorenzo, esa mujer no te conviene. Jajaja

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