—¡¿Seremos padres?! — exclamaron ambos bastante sorprendidos.Tocándose el vientre, Elianna sonrió cálidamente…un hijo de ella y de Caleb, estaba creciendo dentro de su vientre. Sobrecogido de la emoción que sentía en ese momento, Caleb se levantó abruptamente de su asiento. Llevándose la mano a la boca, sintió que el aliento le estaba haciendo falta y su rostro enrojeció severamente. Elianna lo miró preocupada. —Cariño, ¿Estás bien? — cuestionó angustiada. Caleb comenzó a reír nervioso. —¿Qué si estoy bien? Preguntas, ¿Qué si estoy bien? — dijo en tono demasiado serio. Elianna sintió que su corazón se le apachurraba en el pecho. ¿Era algo malo que ella estuviese embarazada? Sus ojos se llenaron de lágrimas. —¡ESTE ES EL MEJOR DÍA DE MI VIDA! — gritó Caleb sobrecogido de la emoción, al tiempo en que tomaba a su amada esposa entre sus brazos y la cargaba para llenarla de besos. — Me has hecho el hombre más feliz, mi adorada Elianna —Elianna soltó en llanto y se abrazó a su am
“Eliam, nuestra hija será preciosa, aunque no haya crecido en mi vientre” El aroma del café esa mañana, se sintió nostálgico. La mantequilla sobre el pan, era, sin embargo, la misma de siempre. Diez minutos eran los que se tomaba para desayunar, luego, iría al baño, tomaría una ducha fría y se afeitaría la poca barba que hubiese crecido, en cinco minutos estaría vestido y en dos más se acomodaría perfectamente la corbata frente al espejo. Pero esa mañana, se había tomado más de diez minutos para beber aquel café, se había tomado otros diez extra para disfrutar de una ducha caliente, y había dejado la casi inexistente barba en su sitio. No usaría corbata, quizás, le apetecía un look más relajado a su porte rígido de siempre, y mirándose a los ojos en el espejo, se sintió diferente. Hacia más de 25 años, según lo que sabía de si mismo, que había aparecido en algún hospital en México con severas heridas, y conoció a su querida Athziri, quien tenía un corazón tan noble y un carácter dul
Soledad. Aquel era un sentimiento terrible que dejaba sin esperanza alguna a quien lo padece. Era igual que estar cayendo en un abismo sin fondo completamente a oscuras, y sin tener algo o alguien en quien sostenerse. Elena se había encerrado en sus aposentos, y no había salido de allí en toda la tarde. Miraba las fotografías de Elara cuando era pequeña y siempre corría de un lado a otro con su vestido de princesa y su corona de juguete. Le había dado tanto, se lo había dado todo, y ella…la había dejado completamente sola. Tocándose las sienes, sentía que la venas de su cabeza palpitaban, sus ojos estaban rojos de tanto llorar en silencio, y parecía que aquella enfermedad iba a terminar con ella en ese instante. ¿Por qué su propia hija la había dejado de lado en su peor momento cuando ella siempre había estado a su lado? Todo lo que había hecho, había sido por ambas, para que las dos pudieran disfrutar de una vida lujosa y feliz juntas, pero Elara simplemente la dejó de lado como s
—¿Quién es usted? — cuestionó Caleb que no conocía para nada a ese hombre. —Oh, lo lamento mucho señor Auritz, mi nombre es Joel Caballero, fui el abogado en quien el honorable Eliezer Jhonson más confío…soy la persona que tiene en su poder el testamento secreto del señor Jhonson, y mi vida corre peligro — Caleb Auritz frunció el entrecejo, reconoció a aquel hombre junto al señor Eliécer en sus últimos años antes de perder la vida. Aquel no era el mismo abogado que dio lectura al primer testamento; según lo que recordaba de lo dicho por Elianna. Extendiendo su mano, señaló una silla acojinada en dónde sin decir palabra alguna, ofreció sentarse al hombre. Regresando detrás de su escritorio, el rubio miró atento al hombre ojeroso que parecía demasiado cansado. —¿Dice que su vida está en peligro? — cuestionó esperando la reacción del misterioso y supuesto abogado. Los ojos del desconocido se abrieron asustados, y el sudor rápidamente perlo su frente. Asintiendo, un leve estremecim
—Perdió algo de sangre, pero se encuentra estable, ella y su hijo están a salvó, la bala solo atravesó y salió por arriba del hombro izquierdo, sufrió una fractura, pero nada que ponga en riesgo su vida — Caleb sentía que el alma le regresaba al cuerpo después de haber sido informado de lo ocurrido. Dejándose caer sobre el asiento en la sala de espera, poso su mano sobre el hombro de Héctor que durante todo ese había permanecido en silencio. —Ella se recuperará, gracias por traerla a tiempo, Héctor — El hombre de cabellos canos y castaños, entrecerró los ojos. Aquel nombre…no le pertenecía. —Esa bala no iba dirigida hacia ella, estoy seguro de eso. Señor Auritz, ¿Podría decirme todo lo que sabe de los Jhonson? — pidió con seriedad. Caleb asintió. El también estaba seguro de que ese disparo no iba dirigido a su esposa. Era de Héctor Gonzáles de quién querían deshacerse. La charla con el abogado Caballero, todo lo que ese hombre le había dicho… necesitaba hablar con Héctor, pero
“Eliam”—Sufrió un desmayo en la cafetería, no se que le ocurrió, tan solo se desplomó… — Aquella era la voz de Caleb Auritz. “Su nombre será Elianna, al menos debes dejarme escoger el nombre ya que soy yo quien carga a tu hija y la de esa mujer en tu vientre, hermano”—Bien, llevémoslo a una habitación, el vio como aquella mujer recibió el disparo en la espalda, posiblemente sea el shock — Elianna…ese nombre. Las luces sobre el se movían con rapidez así como lo hacia su cuerpo que no respondía a sus deseos de levantarse. Estaba mareado, y los recuerdos lo golpeaban sin cesar una y otra vez. —Elianna…ella es…mi hija — Y perdiendo la conciencia nuevamente, Héctor caía nuevamente en un sueño profundo. Caleb había detenido sus pasos. ¿Qué era lo que Héctor o, mejor dicho, Eliam Jhonson, había dicho? Mirando como el hombre entraba en urgencias, el rubio meditó aquellas palabras. Elianna, su amada Elianna no guardaba parecido alguno con Elena y Elara. Sus cabellos eran castaños,
Una madre.Todo el mundo venera a la figura materna, aquel símbolo de amor y sacrificio sin igual, un ser capaz de dar su propia vida por el amor hacia sus hijos, de sacrificar todo por ellos, que da amor puro, verdadero e incondicional rebasando todos los obstáculos por el bien de su hijo…¿Pero qué ocurría cuando no era así?¿Qué pasaba cuando aquella figura materna fallaba en serlo?Elianna observaba a las madres pasando con flores para sus hijas enfermas, recién operadas, recién aliviadas con sus propios hijos en brazos, mientras ella se cuestionaba una vez mas la maternidad. Tocándose el vientre, sabía que, dentro de algunos meses, ella misma se convertiría en madre. Aquella sensación era única, tan abrumadora como indescriptible, y la emocionaba tanto como la aterraba. Su imaginación volaba imaginando a su hija o hijo de cabellos rubios como los Caleb, así como también sus hermosos ojos de zafiro. Sin embargo, el miedo a ser igual que Elena Jhonson la invadía.¿Y si era tan crue
—Ese perro infiel… ¿Cómo se atreve a engañarme con una mustia de clase baja? Y yo todavía que fui a recogerlo… —Elara estaba furiosa. Había visto a Cedric con esa mujer desconocida de ropa humilde que se notaba que no era de diseñador. Necesitaba averiguar quién era esa maldita, no iba a dejar la fortuna de los diez billones en manos de una zorra miserable y pobretona.—Cariño, vine tan rápido como me has llamado, ¿Qué ocurrió? — Maximiliano llegaba casi a tropezones al elegante restaurante.—¡Papito! — dijo la pelinegra abrazándose a su padre. — Es Cedric, lo he visto con otra mujer — aseguró.Maximiliano frunció el ceño. Cedric Auritz era su última oportunidad para conseguir una fortuna incalculable…no podía permitir que terminara dejando a su hija por otra mujer. Acariciando la cabeza de su hija con frialdad, se sintió decepcionado de ella. Elara no había sido capaz de embarazarse y ni siquiera había sido capaz de retener a un hombre. No servía ni como mujer, justo igual que Elena