—¡Eres un desgraciado! —Cedric había golpeado a su hermano en el rostro. Caleb, incorporándose rápidamente, se acomodo el elegante saco y notó aquella botella de licor en las manos de su hermano. —Veo que igual que siempre, no eres más que un niño mimado e idiota — dijo Caleb con un deje de desprecio.—Silencio, tu eres un maldito desgraciado que siempre se ha sentido superior a mi siempre presumiendo ser el orgullo de nuestro padre, ¿Realmente crees que Elianna podrá amarte como si me amó a mi? — respondió Cedric burlándose. Caleb se burló. —¿Qué tonterías estás diciendo? Nuestro padre nos crio a ambos por igual, fuiste tú el que decidió vivir su vida como un mediocre, yo solo hice lo que tenía que hacer, a ambos se nos dio la misma elección, en cuanto a Elianna, hermano, ella ahora es mi asunto, así que no quiero volver a escuchar su nombre saliendo de tu ebria y descarada boca — —Miserable…eres un… — Cedric se abalanzó nuevamente con la intención de golpear a su hermano
—Bien, señora Jhonson, haré lo que me ha pedido, tendrá noticias de mi pronto, y espero que mi pago quede reflejado en el transcurso del día — —Por supuesto señor Miles, no debe de preocuparse, me asegurare de agradecerle generosamente su gran ayuda — Elena miraba como aquel corrupto Juez salía de su estudio siendo escoltado por su ama de llaves. Dando un sorbo a su taza de té, se masajeaba las sienes; esa era su tercera reunión en el día y aún faltaba recibir a una persona más, todo para tener contenta a su princesa. Mirando aquella fotografía de su padre sobre su escritorio, sintió malestar; todo se había vuelto demasiado complicado gracias a él quién siempre tuvo preferencia por Elianna aún y cuando Elara nació primero. Ella nunca había sido la preferida de su padre, quien tan solo la miraba con cierto desprecio al tener aquella ferviente pasión por el dinero y el lujo. La comparaba frecuentemente con su madre que ya hacía décadas había muerto, su madre era una mujer inteligent
—Feliz San Valentín — musitó Elianna mientras miraba aquellos boletos del gotcha que había visitado con Caleb. La fiesta había terminado, y las rosas rojas y blancas que habían sido usadas para la decoración, aún permanecían frescas. Su aroma era embriagante, y la textura aterciopelada de sus pétalos, era agradable al tacto. —Dios, querida, te sacaste la lotería con ese hombre — dijo Alexei repentinamente. Sonriendo, Elianna no respondió. ¿Era así? El ronroneo de Bolita la distrajo momentáneamente, acariciándolo, se río al verlo vestido para la fecha. Caleb Auritz había pensado en todo. —Creo que no es tan malo como pensé que sería — dijo espontáneamente.Alexei, ya con la pijama puesta, se río de su despistada mejor amiga. —¿Qué no es tan malo? Cariño, este hombre se contacto conmigo y me pidió que buscará a nuestros viejos amigos, luego mandó a su secretaria y a varios hombres a decorar todo este lugar, incluso pensó en el barrigón de Bolita, ordenó una cantidad grosera de
El día daba comienzo, la luz del sol se hallaba ya en lo alto, y la brisa casi primaveral se colaba por el ventanal moviendo suavemente las cortinas. El aroma del café recién hecho le devolvía la vida, y mirando fijamente la pantalla de su laptop, dibujaba una sonrisa irónica. — Está todo listo — Escuchando aquella frase, Elianna terminaba esa llamada. Bebiendo su taza de café, la hermosa castaña sonrió; diría que la tomaba por sorpresa lo que acababa de ocurrir, sin embargo y conociendo demasiado bien a su madre y hermana, ya lo esperaba. Dando una palmadita a su gato, terminó de alistarse para salir y visitar a alguien en especial. Subiendo a su auto, se colocó las gafas oscuras y sonrió nuevamente, ese par de despreciables mujeres iban a sentirse muy decepcionadas. Su amor por los animales había nacido en su más tierna infancia y gracias a la gran influencia de su abuelo, quien siempre fue un apasionado en la defensa de estos. Su hermana, por otro lado, no era para nada una gran
El viento soplaba cálido, con un deje de nostalgias cargadas de recuerdos. El aroma de aquel perfume, embriagaba sus sentidos, y aquella mujer en sus brazos había empapado su camisa con las lágrimas que no pudo seguir conteniendo. Rodeándola con sus propios brazos, Caleb se sintió por primera vez plenamente dichoso, y deseo más que nunca proteger a la única mujer que había amado siempre. — Gracias por salvarlo...el fue un regalo de mi querido abuelo — murmuró ella. Acariciando su sedosa cabellera castaña, se sintió aliviado de saberla en paz. ¿Cómo había llegado a esto? Era sencillo, bastó con verla una sola vez cabalgando cuando aún eran demasiado jóvenes para entender lo que era el amor. Desde ese momento y hasta ese día, nunca pudo apartarla de su mente, y aún cuando había huido de sus recuerdos, ella vivía bajo su piel, era imposible escapar de ella...de sus sentimientos. — No hay nada que agradecer — respondió.Elianna sintió el aroma de Caleb Auritz, era similar al pino de lo
—Ella no ha llamado, ¿Acaso no sabe aún que se ha quedado sin nada? — Elara regresaba sobre sus pasos una y otra vez en su alcoba. Elianna aún no se comunicaba con ella y con su madre; había perdido su herencia, a su caballo y aún así no la había llamado para disculparse. Esperaba al menos una reacción furiosa de su parte, cualquier cosa, pero tan solo estaba recibiendo su silencio. —¿Hasta cuándo pretendes seguir así Elianna? ¿Qué más tengo que quitarte para hacerte entrar en razón? — se cuestionó a si misma al tiempo que se mordía nerviosamente las uñas. El timbre de su departamento sonó insistente. No esperaba a nadie esa noche; le había dicho a su madre que pasaría el fin de semana con sus amistades. Una chispa de malicia se encendió dentro de ella, debía de ser Elianna y nadie más, era tarde, pero la recibiría si venía con sus disculpas cargadas en los hombros. Caminando orgullosa hacia la entrada, abrió la puesta sin mirar primero. Entonces el olor a alcohol cayó sobre ella
El sonido de su auto estacionándose resonó en el silencio esa mañana. Los pensamientos de Elianna estaban hechos un lío, pero no por la razón que la traía a la mansión Jhonson. Aún sentía sus labios ardiendo por aquellos apasionados besos que dio y recibió de Caleb Auritz. Habían pasado la noche juntos sin querer, y luego de besarse el, cortés como siempre, la había dejado en su casa con el hecha en un vilo. Saliendo de su auto, suspiró y negó con la cabeza intentando sacudir esos recuerdos. Había sido llamada por su madre seguramente para hablar el asunto de su herencia retenida, y debía mantener la mente clara para hacerles frente a esas dos. Entrando en la mansión que la vio crecer y de la que se fue a la primera oportunidad, sonrió. Está vez no tenía la intención de salir llorando, pero les seguiría la sucia jugarreta para dejarlas tranquilas durante un rato.— Entonces, Elianna, ¿Que es lo que harás para complacerme? No tocaras un solo centavo de la herencia hasta que yo decida l
El viento cada vez más cálido elevaba sus cabellos castaños. Sus ojos verdes de selva salvaje, escudriñaban cada aspecto de ese local que ya estaba completamente listo. Los vestidos se lucían en los maniquíes y las blusas colgaban de los ganchos. El listón de inauguración estaba colgado, y la máscara en sus manos la haría lucir extravagante. Todo estaba listo para la fiesta de inauguración de esa noche, su línea de ropa estaba oficialmente en internet y cada boleto para ser un invitado a la gala se había vendido. Sin embargo, había un par de asistentes en particular que habían llamado su atención. Su hermana había reservado un par de entradas a la gala de esa noche en cuanto los boletos estuvieron a la venta, y los esperaba a ella y Cedric. Sabía que Elara mordería el anzuelo, pues sus ojos codiciosos se habían enamorado de esa prenda que ella pretendió arrebatarle aquel día en su departamento, y, conociéndola, no había descansando intentando encontrar al diseñador de tan precioso ve