— ¿Por qué? ¿Qué pruebas le van a hacer? — inquirí con creciente preocupación.— Tranquilícese, por favor. Solo vamos a realizarle un escáner cerebral para evaluar su condición. Es un procedimiento de rutina, aunque delicado. Para asegurar la precisión, es necesario que no haya interferencias ni distracciones en la sala.— Quiero estar a su lado, soy su madre y tengo el derecho de acompañarla.— Entiendo su posición y lamento la situación. Sin embargo, esta decisión se toma en beneficio de su hija. Le pedimos que confíe en nosotros y en que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarla.— ¿Cuánto durará este proceso?— No podemos determinarlo con precisión. Dependerá de los resultados. Sin embargo, le informaremos tan pronto como tengamos novedades.— Entiendo. Pero por favor, cuídenla mucho.— Le prometo que lo haremos, señora. Vamos a velar por ella como si fuera nuestra propia familia.El doctor, nos guió hacia la salida de la habitación. Aunque no teníamos otra opción,
Sentí una oleada de asco y rabia que recorrió todo mi cuerpo al escuchar aquellas despreciables palabras. Era inimaginable que aquel hombre pudiera ser tan corrupto y desalmado. Me chantajeaba y acosaba, aprovechándose sin escrúpulos de mi situación precaria. Mis manos temblaban por la ira contenida, mientras en mi mente repetía maldiciones hacia él una y otra vez.— ¡Nunca haría semejante cosa! — exclamé, llena de indignación.— En tal caso, despídase de la posibilidad de ver a su esposo — respondió con gélida frialdad.Desvié la mirada hacia mi madre en busca de su apoyo. Sus ojos se clavaron con furia en el policía, revelando la creciente ira que albergaba. Era claro que compartíamos el mismo pensamiento en ese instante. A pesar de ello, se esforzaba por contenerse, evitando así empeorar la situación y complicar aún más mi vida.— Hija, por favor, no lo hagas. — me susurró al oído. — No merece la pena. No te rebajes hasta su nivel.Con una expresión de súplica en mis ojos, similar
Sentía una mezcla de vacío y desesperanza. Había logrado enfrentar a Andrey y decirle todo lo que sentía, pero no me había sentido mejor. Al contrario, me había sentía más sola y huérfana que nunca. La conversación había sido un peso que me había sido arrebatado de encima, pero no había traído la paz que esperaba. De hecho, la sensación de haber expulsado la ira que llevaba dentro durante tanto tiempo era tan abrumadora que me sentía como si hubiera perdido el sentido mismo de la vida.Mi madre me esperaba en el pasillo, con una expresión de preocupación. Al mirar mi semblante, me abrazó con fuerza, tratando de consolarme. Su abrazo era cálido y reconfortante, pero yo no podía evitar sentir que era demasiado tarde para el consuelo. Me sentía como si hubiera sido devorada por la conversación con mi Andrey, y que mi madre no podía hacer nada para restaurar lo que había sido. Sin embargo, su abrazo era un recordatorio de que no estaba sola, y que, aunque no sabía qué venía a continuación
Cuando finalmente salimos del hospital, el sol brillaba con una luz cálida y reconfortante, como si nos diera la bienvenida de regreso a la vida. Mi madre llevaba mi maleta llena de ropa y medicinas, y también una silla de ruedas que insistía en que yo debía usar, pero me negaba rotundamente a volver a sentarme en ese símbolo de debilidad. Quería dejar atrás una parte de mí misma en aquellas habitaciones estériles, y no estaba dispuesta a llevar esa carga conmigo.Nos dirigimos hasta el coche que nos esperaba en la entrada del hospital. Nash, con su sonrisa amable y sus ojos llenos de preocupación, bajó del vehículo y me ayudó a subir al asiento trasero. Me abrochó el cinturón de seguridad con cuidado, como si temiera que me fuera a desvanecer en cualquier momento. Luego, me besó la frente con suavidad. Me trataba como si fuera una niña pequeña y frágil, y aunque me hacía sentir un poco incómoda, también me conmovía profundamente. Finalmente, se sentó al volante, arrancó el motor y sa
Al sumergirme en la pantalla, me embarqué en un viaje emocional sin retorno. Las escenas románticas me conmovieron hasta las lágrimas, los giros inesperados me mantuvieron en vilo, y el final me dejó reflexionando sobre la fragilidad de la vida. Experimenté una gama de emociones, desde la melancolía más profunda hasta la esperanza más radiante, mientras me adentraba en la complejidad de las relaciones humanas, con todas sus contradicciones y misterios.Cuando la película llegó a su fin, el reloj marcaba una hora avanzada. Mi madre, con los ojos pesados, comenzó a soltar bostezos que delataban su cansancio. — Bueno, hijos, me voy a la cama — anunció, con un susurro cansino. — Ha sido un día muy largo, y mañana hay que madrugar.— ¿A dónde vas, mamá? — le pregunté, con curiosidad.— Aprovecharé que tu hermano está aquí para pasar unos días en casa . Desde el accidente, no he vuelto ni por asomo. Ya sabes que es un trayecto algo extenso.— Podría ir contigo si quieres — dije, con una es
No sé cuánto tiempo estuvimos allí, solo sé que cada segundo fortalecía nuestro lazo. Abrazados, dejamos que las lágrimas fluyeran, mientras las palabras de consuelo y recuerdos nos envolvían. Nash, mi hermano, mi amigo, se convirtió en mi pilar, dándome fuerzas para seguir adelante.Al final, se apartó ligeramente, clavando sus ojos en los míos con una mirada serena. Con voz firme, me aseguró que superaríamos la adversidad juntos, que la alegría volvería a nuestras vidas. Su sonrisa sincera fue un bálsamo para mi alma. Con un tierno beso en la frente, me guió hasta la habitación. Allí, se tumbó a mi lado, ofreciéndome su abrazo protector. Me cantó una canción de cuna, como si fuese su pequeña y me quedé dormida en sus brazos, sintiendo el calor y el consuelo de su presencia. En el reino de los sueños, me encontré rodeada de rostros queridos: Garrett, Willa, mi familia. El pasado, el presente y el futuro se entrelazaban como hilos de una madeja, tejiendo una tapicería de emociones in
Disfrutaba de una tranquila tarde en casa con Nash. Habíamos estado compartiendo risas y charlas relajadas, sumergidos en el calor reconfortante de nuestra casa. Mis oídos captaron un sonido inesperado que rompió la armonía que habíamos creado. El timbre de la entrada principal sonaba enérgicamente. Con curiosidad, me levanté del mullido sofá, sintiendo cómo mi corazón latía un poco más rápido de lo normal, como si estuviera anticipando algo inusual.Al abrir la puerta, mis ojos se encontraron con una figura que me dejó sin aliento por un instante. Frente a mí se alzaba un hombre alto y atractivo, con una melena de ébano que enmarcaba su rostro y unos ojos grisáceos que parecían reflejar la seriedad y la profundidad del cielo en un día nublado. Su presencia magnética capturó mi atención de inmediato, y por un instante, me sentí abrumada por la intensidad de su mirada.Era Raven, el hombre que había ocupado mis pensamientos en más de una ocasión. Hace algunos, dias atrás, casi que a hu
Raven asintió con solemnidad, adoptando una expresión más seria, similar a la que tuvo la primera vez que hablamos en el bar. Esa actitud solemne me recordaba la seriedad con la que abordaba las situaciones complejas que habíamos vivido.— Tienes razón, ha sido una imprudencia de mi parte venir hasta acá para molestarte con... ¿Cómo los has llamado? Trivialidades, ¿no? — en ese momento me di cuenta de lo mal que se habían oído mis palabras. — Pero no podía dejar de preguntarme, ¿Cuándo será el momento correcto? ¿Cuánto más tendré que esperar? Al final, me ganó la impaciencia. Sentí que se me acababa el tiempo.— Lo siento — dije, con mi tono un poco más suave, aunque aún distante —. No quise sonar cruel, pero me siento abrumada. Todo parece derrumbarse a mi alrededor, y no sé cómo detener el colapso.— Entiendo. No soy quién para juzgarte. Solo quería ser sincero contigo, porque es lo que siento desde el último día que te besé — tomó mis manos entre las suyas, y sus dedos las acaricia