Desperté una vez más, sintiendo una leve mejoría en mi estado físico. Aunque el dolor había disminuido, todavía sentía un enorme vacío en mi interior. Intenté apartar de mi mente la terrible noticia que me habían dado, pero era imposible no pesar en ello. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que me enteré de aquella desgracia, y realmente no quería saberlo. Miré a mi alrededor y vi que estaba en la misma habitación de hospital, rodeada de las mismas máquinas parpadeantes y monitores que controlaban mi estado. Pero esta vez no estaba sola. Para mi sorpresa, una mujer del personal de limpieza, que vestía un impecable uniforme azul, estaba en la habitación, moviendo con cuidado los instrumentos médicos mientras llevaba a cabo sus tareas. Al verme despertar, me dedicó una cálida sonrisa y comenzó a hablar— Usted es la persona del accidente de coche, ¿verdad? Donde ocurrió esa terrible tragedia... — Observé a la mujer con desprecio, sin pronunciar una sola palabra. — Lamento profund
A medida que mis ojos se abrían lentamente, distinguí la figura borrosa de mi madre sentada junto a mi cama, sosteniendo mi mano con firmeza. Un cálido gesto de alivio se dibujó en su rostro al ver que yo despertaba. Sus ojos, enrojecidos e hinchados por el llanto, reflejaban la angustia y el sufrimiento que había experimentado. Su cabello canoso, usualmente bien cuidado, estaba desordenado, indicando que había pasado muchas horas sin descanso y dedicadas completamente a mi cuidado.A pesar de su propio cansancio y aflicción, su sonrisa transmitía un amor infinito. Era evidente que mis problemas la habían afectado profundamente. Pero allí estaba, a mi lado, dispuesta a darme su apoyo y fuerza en un gesto de entrega maternal.— Hola, cariño. Me alegro de que hayas despertado. ¿Cómo te sientes? — me preguntó con voz suave.— Hola, mamá. No logro discernir como me siento. — le respondí con la voz aún ronca. — Me encuentro confundida. No sé qué sentir. — Lo sé, hija. Lo sé. Es muy duro l
Después de un largo período de recuperación, finalmente llegó el día en que me dieron permiso para abandonar la cama de hospital, allí pude comenzar a explorar otras áreas de la institución. Sin embargo, había una condición que debía cumplir: utilizar una silla de ruedas para movilizarme. Durante casi tres semanas, había estado limitada a ese pequeño espacio, deseando con todas mis fuerzas poder moverme sin restricciones. Ahora, finalmente tendría la oportunidad de recorrer las instalaciones. Aunque inicialmente sentí cierta incomodidad al tener que depender de la silla de ruedas, sabía que era un paso necesario en mi proceso de recuperación. — Por fin vas a ver a Willa — me susurró mi madre emocionada mientras me envolvía en un cálido abrazo.Salimos de la habitación y ella se encargaba de empujar la silla de ruedas por el pasillo, aunque lo hacía con cierta dificultad. A pesar de mis nervios, llegamos a la puerta de la unidad de cuidados intensivos. Finalmente, entramos en la sala
— ¿Por qué? ¿Qué pruebas le van a hacer? — inquirí con creciente preocupación.— Tranquilícese, por favor. Solo vamos a realizarle un escáner cerebral para evaluar su condición. Es un procedimiento de rutina, aunque delicado. Para asegurar la precisión, es necesario que no haya interferencias ni distracciones en la sala.— Quiero estar a su lado, soy su madre y tengo el derecho de acompañarla.— Entiendo su posición y lamento la situación. Sin embargo, esta decisión se toma en beneficio de su hija. Le pedimos que confíe en nosotros y en que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudarla.— ¿Cuánto durará este proceso?— No podemos determinarlo con precisión. Dependerá de los resultados. Sin embargo, le informaremos tan pronto como tengamos novedades.— Entiendo. Pero por favor, cuídenla mucho.— Le prometo que lo haremos, señora. Vamos a velar por ella como si fuera nuestra propia familia.El doctor, nos guió hacia la salida de la habitación. Aunque no teníamos otra opción,
Sentí una oleada de asco y rabia que recorrió todo mi cuerpo al escuchar aquellas despreciables palabras. Era inimaginable que aquel hombre pudiera ser tan corrupto y desalmado. Me chantajeaba y acosaba, aprovechándose sin escrúpulos de mi situación precaria. Mis manos temblaban por la ira contenida, mientras en mi mente repetía maldiciones hacia él una y otra vez.— ¡Nunca haría semejante cosa! — exclamé, llena de indignación.— En tal caso, despídase de la posibilidad de ver a su esposo — respondió con gélida frialdad.Desvié la mirada hacia mi madre en busca de su apoyo. Sus ojos se clavaron con furia en el policía, revelando la creciente ira que albergaba. Era claro que compartíamos el mismo pensamiento en ese instante. A pesar de ello, se esforzaba por contenerse, evitando así empeorar la situación y complicar aún más mi vida.— Hija, por favor, no lo hagas. — me susurró al oído. — No merece la pena. No te rebajes hasta su nivel.Con una expresión de súplica en mis ojos, similar
Sentía una mezcla de vacío y desesperanza. Había logrado enfrentar a Andrey y decirle todo lo que sentía, pero no me había sentido mejor. Al contrario, me había sentía más sola y huérfana que nunca. La conversación había sido un peso que me había sido arrebatado de encima, pero no había traído la paz que esperaba. De hecho, la sensación de haber expulsado la ira que llevaba dentro durante tanto tiempo era tan abrumadora que me sentía como si hubiera perdido el sentido mismo de la vida.Mi madre me esperaba en el pasillo, con una expresión de preocupación. Al mirar mi semblante, me abrazó con fuerza, tratando de consolarme. Su abrazo era cálido y reconfortante, pero yo no podía evitar sentir que era demasiado tarde para el consuelo. Me sentía como si hubiera sido devorada por la conversación con mi Andrey, y que mi madre no podía hacer nada para restaurar lo que había sido. Sin embargo, su abrazo era un recordatorio de que no estaba sola, y que, aunque no sabía qué venía a continuación
Cuando finalmente salimos del hospital, el sol brillaba con una luz cálida y reconfortante, como si nos diera la bienvenida de regreso a la vida. Mi madre llevaba mi maleta llena de ropa y medicinas, y también una silla de ruedas que insistía en que yo debía usar, pero me negaba rotundamente a volver a sentarme en ese símbolo de debilidad. Quería dejar atrás una parte de mí misma en aquellas habitaciones estériles, y no estaba dispuesta a llevar esa carga conmigo.Nos dirigimos hasta el coche que nos esperaba en la entrada del hospital. Nash, con su sonrisa amable y sus ojos llenos de preocupación, bajó del vehículo y me ayudó a subir al asiento trasero. Me abrochó el cinturón de seguridad con cuidado, como si temiera que me fuera a desvanecer en cualquier momento. Luego, me besó la frente con suavidad. Me trataba como si fuera una niña pequeña y frágil, y aunque me hacía sentir un poco incómoda, también me conmovía profundamente. Finalmente, se sentó al volante, arrancó el motor y sa
Al sumergirme en la pantalla, me embarqué en un viaje emocional sin retorno. Las escenas románticas me conmovieron hasta las lágrimas, los giros inesperados me mantuvieron en vilo, y el final me dejó reflexionando sobre la fragilidad de la vida. Experimenté una gama de emociones, desde la melancolía más profunda hasta la esperanza más radiante, mientras me adentraba en la complejidad de las relaciones humanas, con todas sus contradicciones y misterios.Cuando la película llegó a su fin, el reloj marcaba una hora avanzada. Mi madre, con los ojos pesados, comenzó a soltar bostezos que delataban su cansancio. — Bueno, hijos, me voy a la cama — anunció, con un susurro cansino. — Ha sido un día muy largo, y mañana hay que madrugar.— ¿A dónde vas, mamá? — le pregunté, con curiosidad.— Aprovecharé que tu hermano está aquí para pasar unos días en casa . Desde el accidente, no he vuelto ni por asomo. Ya sabes que es un trayecto algo extenso.— Podría ir contigo si quieres — dije, con una es