Capítulo 881
—¿Por qué no hablas? —preguntó Gabriela.

Rodrigo, jugando con su hijo en sus brazos, replicó: —¿Decir qué?

El caso de Alfredo no era gran cosa. Un par de días dentro lo harían reflexionar.

Esta vez, no había actuado impulsivamente como antes, lo que mostraba su madurez.

No necesitaba que otros se preocuparan por él.

—Come bien.

Rodrigo le pasó a ella la sopa que ella le había servido: —Toma, tú bebe.

Gabriela no quería y se la devolvió: —La serví para ti, bébela.

Y añadió: —Tienes que terminártela.

Rodrigo se quedó sin palabras.

...

Después de la comida, Felipe llevó a Estela al aeropuerto.

Ellos regresaron a casa.

Gemio, de vuelta, no quería quedarse con Yolanda, insistía en seguir a Gabriela.

Así que se fue con Gabriela en un coche, apoyándose en su regazo, abatido como una berenjena marchita.

Mateo dormía en ese momento, muy tranquilo.

—¿Qué le pasa? —Rodrigo preguntó en voz baja.

¿Por qué parecía tan deprimido?

Gabriela acarició suavemente la espalda de su hijo: —Está triste y mole
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