Enterraré a mi gata en medio de un bosque al final de Santa Mónica. La llevo dentro de una
caja blanca de cartón junto a una pala que me prestó Patrick y un crayón rosa para escribir“Ronny, te quiero” en la tapa.Lo hago mientras lloro.Estoy en estado de shock. La ira también está presente.No puedo creer que me despido de mi gatita, la cual le prometí que juntas tendríamosuna casa enorme cuando triunfara como escritora. Todos nuestros sueños hechos añicos,separadas por un maldito imbécil egoísta.Un cerdo egoísta al cual quiero bajo tierra, donde pertenece.El viento otoñal es molesto. Enfría las lágrimas espesas que manchan mis mejillas.Clavo la pala en la tierra con rencor.Una mano me la quita antes de clavarla de nuevo.—Permíteme, Amy —me dice Patrick con cariño.Le cedo el mango.Empieza a cavar un pozo lo suficientemente profundo como para enterrar a Ronny, miRonny.Recuesto mi espalda en uno de los árboles.—¿Un paro—¿Puedo preguntarte cómo conseguiste la dirección de mi casa? —cuestiona Ada conun aire tranquilo pero confuso.Entretanto, me sirve un vaso con agua.—Artemisa me la dio —le confieso algo apenada por aparecer de forma tan repentina ensu vivienda—. Mejor dicho, se la exigí.Estamos en su cocina, la cual es amplia, pero no tiene medidas exagerada. Posee unestilo clásico con muebles color crudo. Cuenta con dos piletas, dos hornos, una granheladera y una gran isla central, en la que estamos sentadas sobre las butacas altas.Ada y Max viven en una mansión enorme, tan acogedora como romántica.En la cocina hay grandes ventanales que salen directo al patio trasero. El cieloparcialmente nublado se extiende en él. El anochecer está por caer. Incluso su patio estálleno de hojas secas por el inicio del otoño y su baja temperatura. Con un clima así, megustaría estar metida en mi cama con una taza de café y mirando una película románticapara mimeti
La hora de dormir llegó, pero no en mi apartamento.La hija de Afrodita y su esposo me ofrecieron el cuarto de invitados para pasar la nochedebido a que ya es demasiado tarde. El frío parece no dar tregua. Aunque insistí en que noera necesario y en que tomaría un taxi hasta casa, fue en vano. Su insistencia me arrancóun sí.Literalmente no dejaron marchar a Matt, que vino en su Ram. Su hermano lo obligó apasar la noche en su enorme casa solo por esta vez. Sé que Matt se quedará sin problemassolo para contentar a sus hermanos, pero el inconveniente es que yo me quedaré bajo el mismo techo que él cuando horas atrás dimos por finalizada nuestra relación. No solo esincómodo, es una horrible comedia romántica.Ya pasan las once de la noche cuando Ada y Max se marchan a su habitación luego dedarme ropa para dormir y toallas por si deseo darme una ducha.Camino por el pasillo de la segunda planta ya a oscuras, cuando escucho pasos detrásd
Cierro la puerta del coche de Matt de un portazo y me cruzo de brazos furiosa. Me hepuesto los lentes de sol en un intento de escudo para no verlo. Sí, es algo absurdo perobueno. Otra cosa no se me ocurrió para viajar con él cinco malditas horas.Matt es un hombre que a veces puede amanecer frío y distante. Luego es el tipo másdivertido del mundo con sus respuestas irónicas y sarcásticas.Y hoy está en ese estado; se burla de mí.Eso no me hace gracia, me indignaba. Él me dejó y ahora actúa como si nada.Realmente es horrible cuando alguien es capaz de cambiar tu estado de ánimo.«Maldito señor músculos y cara tallada por los mismos dioses».Sube al coche con aire arrogante y me roba los lentes de sol de un tirón y se los pone.—¡Oye! —lo regaño malhumorada—. ¡Son mis lentes!—Me quedan mejores a mí —gorjea mientras se observa en el espejo retrovisor—.Maldición, soy guapísimo.Y lo que más me da rabia es que tenga razón.Incluso resalta
—No es necesario que usen ese espejo para hablar conmigo.Por poco Matt y yo nos morimos del susto cuando vemos a una mujer aparecerse en laesquina de la cocina con un vestido blanco de mangas largas algo desgastado por el uso yde cabello pelirrojo trenzado. Su rostro es angelical y relajado, como si no hubierapreocupación alguna en ella. No sé quién es, pero tampoco me da esa sensación de miedo.Es decir, ha ingresado sin necesidad de hacerlo por la puerta y no me he ensuciado lospantalones. Todas las diosas son iguales en los rasgos faciales o en sus apariencias, peroella… ella es tan joven y radiante.Matt toma mi mano en señal de protección, se pone de pie y la mira con la bocaentreabierta.—Perséfone —musita maravillado.La mujer nos sonríe agradable.«Por todos los cielos que posee el Olimpo».—Estás tan grande que apenas puedo reconocerte, Matt —expresa—, pero un jovencomo tú ha sufrido más que cualquier dios en este mundo. Lam
Un año y meses despuésLa firma de libros ha sido un éxito.Me siento satisfecha y contenta. Ha sido una experiencia maravillosa, de esas en la quesientes que has cumplido uno de tus más grandes sueños.He tenido una cola larguísima de lectores que se han tomado la molestia de venir consus libros pegados a sus pechos para esperar una hora fuera la tienda y así ingresar paradecirme las palabras de aliento más hermosas, obtener mi firma y una fotografía conmigopara subirla a las redes sociales.Aunque mi primer libro fue un rejunte de relatos eróticos que tuvo un gran prestigio en elmercado editorial, fue superado en ventas y lectores por mi segundo libro llamado Soy unaSugar baby. Allí cuento la historia de amor de Ada Gray y Max Voelklein. Esa historia fue unéxito en ventas. Desde luego, ellos han obtenido sus regalías correspondientes.Aunque mi nombre es Amy Steele, he registrado mis libros con el seudónimo FlorenciaTom.He selecci
Capítulo 1.Mi cabello ondulado cae a un costado de mi rostro. No he podido lidiar con él en toda la mañana y eso me tiene histérica.Sujetarlo me provoca migraña y la única forma de encontrar la paz es dejándolo suelto. Incluso pensaba en cortarlo por los hombros, pero sabía que me arrepentiría luego.Una vez lo hice, me arrepentí y encontré comodidad al ver que creció pocos meses después.La mancha del espejo sale luego de insistir con el trapo húmedo y relajo los hombros, aliviada. Otro trabajo bien hecho. Ninguna salpicadura de maquillaje en el espejo podrá contra Alex Klein.Finalizada la limpieza en la habitación veinticuatro en el hotel Trivelan, me paseo con mi carrito de limpieza por los pasillos más lujosos. Ha terminado mi jornada, por ende, es hora de la comida y eso me tiene tranquila.La alfombra bajo mis zapatos se siente tan cómodos y observo con gran admiración la araña de cristales lujosos que cuelga del alto y majestuoso techo. Se escucha el hablar de los turistas y
Una voz profunda y cautivadora llenó el tumulto de sonidos. Al alzar la mirada, me encontré con unos ojos verdes intensos, brillando sobre una piel morena perfectamente esculpida. Mis labios se humedecieron instintivamente, y quedé fascinada ante su presencia. El tiempo pareció detenerse, y me encontré sin palabras para responder.Detallé cada rasgo de su rostro, deleitándome con la perfección de su mandíbula recta, sus labios carnosos y una barba creciente que le confería un aire de rebeldía irresistible. Su cabello corto realzaba la belleza de su rostro, y su sonrisa traviesa, con dientes blancos y pulcros, me cautivaba desde el costado.Recorro cada rincón de su esculpido rostro deseando que sea guardado en mi memoria para idealizar lo que podríamos ser juntos; labios carnosos, barba creciente en su mandíbula recta y nariz perfilada. Tiene el cabello muy corto, casi al ras de la cabeza. Me contempla con gesto divertido con una sonrisa de dientes blancos y pulcros de costado contrast
CAPÍTULO 3.Me sorprendió ver todo tan detalladamente preparado. Aunque mi trabajo aquí consiste en limpiar las habitaciones junto a mi equipo, era extraño encontrarme en medio de una lujosa fiesta donde los meseros ofrecían champagne y bocadillos a los invitados.El salón era uno de los más grandes del hotel, donde se realizaban eventos exclusivos y costosos. El ambiente destilaba elegancia y lujo, razón por la que el hotel tenía merecidas sus cinco estrellas.—Y nosotras con estos trapos horribles como outfits —se quejó Amelia, mirando su uniforme con disgusto—. Si sabía que así iba a conocer a Tom Voelklein, mejor me quedaba en casa o me escondía en el baño hasta que termine todo esto.Nuestro uniforme consistía en una falda tubo que llegaba hasta las rodillas, una camisa de mangas largas y unos zapatos negros de tacón bajo.El atuendo era gris, y llevábamos una placa con nuestro nombre en el pecho que decía "limpieza".Nuestro cabello debía estar siempre recogido en un moño, aunque