No pude esquivar más a Brown. Me sorprendió justo cuando me aprestaba a irme a mi casa, después de completar mi turno. -Yo también estoy de salida, Andrea, vamos a comer-, me dijo tomando mi brazo. -Ay, lo siento, tengo planes con mis padres-, intenté disculparme, sin embargo Brown había llamado a mi casa y ellos le dijeron que no iban a salir después de los días que estuvieron ausentes resolviendo unos trámites urgentes. Estaba perdida. -Pero para esta ocasión especial, me gustaría lucir algo más adecuado-, intenté una nueva salida, pero Brown no entendía razones. -Así como estás, me parece perfecta, luces muy hermosa, en realidad tú eres lindísima-, me dijo, arrastrándome, virtualmente hacia su auto. -¿Y mi carro?-, exhibí una última carta. -Aquí está seguro. Luego de cenar, te traigo de regreso y te vas a tu casa, je je je-, Brown había pensado hasta el más mínimo detalle. No tenía forma de escaparme. Fuimos a un restaurante muy exclusivo, en el centro de la ciudad. Brown
Marcia me llamó alarmada a mi consultorio. -¡¡¡Doctora Andrea, ocurrió un serio incidente en la puerta de la casa de los Green!!!-, chillaba histérica. Yo pensé, de inmediato, que Marcus habría sufrido un grave accidente o quizás hubiera ocurrido un incendio y hasta pensé en un asalto y que a él le dispararon los malhechores. -¿Está malherido?-, me puse de pie alterada, ofuscada, sumida en la angustia, parpadeando de prisa. -No, no, no, Marcus está bien, un hombre nos ha atacado, ha lanzado piedras, ha roto las lunas, ha estado muy enfurecido-, me dijo ella. Le pedí permiso a Brown y me dirigí de inmediato a la casa de los Green. Llamé a Marcus pero no me contestó. Pensé entonces que podía estar muy afectado. Cuando llegué habían policías tomando apuntes de los daños ocurridos en la casa. Marcia estaba aterrada. También Doris. Las dos lloraban. Se habían asustado mucho. El valet, igualmente, temblaba perturbado, entumecido y sin reacción y los perros ladraban aterrados. Ellos
Yo no podía entender que Marcus Green era un mujeriego empedernido, que se acostaba con diferentes mujeres, que se aprovechaba de lo hermoso que era, seduciendo y llevando a la cama a diferentes amantes. Él ya me había dicho eso tantas veces, sabía de sus amoríos con Doris y Marcia, sin embargo, yo me pensaba única en su vida. Estaba ciega en realidad, y el incidente con el marido furioso, me hizo caer la venda de mis ojos. Yo era una tonta, enamoradiza, nuevamente, que me ilusionaba de un hombre obsesionada en él, resistiéndome a ver más allá de lo evidente. Pero ahora era peor porque yo sabía de Marcus Green, era consciente de lo que era él y empero seguía enamorada perdidamente a sabiendas de que estaba ante un don Juan egoísta, un verdadero play boy. Por eso lloraba a gritos en mi alcoba, porque había sido una verdadera boba. Quedé tan dolida que, incluso, le pedí a Brown designara a otro médico para que se haga cargo de las terapias con Marcus. -Los progresos de Green son no
"Flecha" me había escrito un poemita muy bonito que me estremeció sobremanera y me hizo suspirar. De repente, al leerlo, me sentí en las nubes, me convertí en una princesa de cuento de hadas y me imaginé flotando en una nube de algodón. Me excitó mucho y se encendieron, de repente, los fuegos de mis entrañas. Lo había colgado en el portal de poesías y todos los internautas lo aplaudieron y elogiaron emocionados y efusivos, dándole muchas loas por lo emotivo y romántico que era mi admirador secreto. Estaba muy bonito, romántico, dulce, en realidad, y había escrito en mayúsculas, "con mucho cariño para Andi". Se llamaba "La mujer de mi vida". -Eres tú la mujer que me hace vivir porque es tu risa y tu ardiente amor, los que me hacen feliz. Son tus besos, mi medicina, tu risa es mi inspiración y tus caricias la cuerda que necesita el reloj de mi corazón. Soy dichoso atado a tus brazos y tienen tus ojos la luz que guía mis pasos donde quiera que voy. Eres tú la mujer
Rosmery se había recuperado. Superó el horrible trauma que le tocó vivir cuando un puma atacó y mató a su esposo en las montañas, mientras pasaban una segunda luna de miel, disfrutando de las maravillas de la naturaleza. Ella quedó paralizada, estupefacta y perdió el habla, se metió en un frasco y virtualmente se enterró en vida. Lo único que hacía era contemplar el cielo, dolida y lastimada, extrañando a gritos a su amado, estupefacta por completo, sumergida en un abismo, cayendo sin remedio, convertida en una sombra para desesperación de su hija. Fue un proceso lento pero ella mostró una efectiva recuperación. Rosmery, en realidad, lo que necesitaba era poder desahogarse de ese drama que la atenazaba, sofocaba y exprimía como una naranja. Su hija apenas tenia solo 14 años y no sabía qué hacer. Sus compañeros de trabajo tampoco podían hacer nada y sus jefes optaron tan solo por darle descanso médico, pero eso no era la solución, lo que ella requería era alguien que la confortara,
El doctor Brown también se emocionó mucho cuando fui con la orden de alta para la señora Rosmery a su consultorio, para que la firme. -Has hecho una magnífica labor, Andrea, te soy sincero, no pensaba que esa dama pusiera superar tan pronto semejante trance, un trauma muy complejo que había afectado sus sentimientos más profundos-, me dijo él meciéndose en su silla, repasando en su tablet todas mis anotaciones. -Ella necesitaba comprensión, Martín, lo que ocurre es que todos piensan que basta un abrazo, una palabras de aliento o un pésame, muchas veces es necesario entender el sufrimiento y el dolor, comprenderlo. No es suficiente decir te quiero o lo siento, hay que saber escuchar-, le dije. Yo estaba, en realidad, muy contenta. -El ser humano suele ser bastante egoísta-, meditó por unos instantes Brown. -Lo primero que aprendí en la universidad es que el dolor del alma o los sentimientos heridos no se curan con fármacos o cremas, sino con comprensión y compartiéndolo, e
Trevor intentó escapar otra vez de la clínica sintiéndose perseguido por sus cómplices en el tráfico ilegal de medicinas. Aprovechó el cambio de guardia los policías que lo custodiaban. Mientras los agentes intercambiaban las informaciones de lo ocurrido en el turno anterior, logró escabullirse por la ventana y columpiándose igual a un mono logró entrar a uno de los dormitorios vacíos del piso de arriba. Abrió la puerta y al no ver a nadie en el pasadizo, fue sigilosamente hacia las escaleras por donde podría ganar el hall, sin embargo fue avistado por uno de los enfermeros. -¿A dónde va amigo?-, le preguntó él, viéndolo en su pijama y en sandalias. Trevor echó a correr y se desató el caos y una intensa vocinglería. Yo estaba atendiendo a un paciente en mi consultorio cuando escuché el tumulto, los gritos, los empellones y las sillas cayendo por doquier. -¿Qué ocurre?-, se molestó Roger, el paciente que atendía en esos momentos. -Creo que a alguien no le gustó el menú del día-, in
Esa noche Karlson me pidió en forma precipitada que lo reemplace. -Tengo que atender una urgencia familiar-, me dijo con mucho misterio, enigmático y sudando mucho, igual como si alguien lo estuviera persiguiendo o quizás que iba a ocurrir un cataclismo. Yo ya había terminado mi turno y aunque estaba cansada no me quedó más alternativa que asumir el triaje de los pacientes. Karlson se fue literalmente corriendo de la clínica, incluso llevándose su maleta cargada de no sé qué, huyendo de su oficina. Quedé boquiabierta contemplándolo perderse en las sombras de la noche. No hubo mucho movimiento sin embargo. Llegaron un paciente que hablaba solo, otro con un permanente insomnio y uno más que se tenía instintos suicidas. El doctor Harris, que también estaba de turno, se encargó de los casos. Cerca de las doce, Gladys me llamó alarmada. -Han traído un extraño paquete, Andrea. El mensajero que lo dejó, echó a correr dando trancos, igual si fuera una bomba-, ella también estaba psicos