El marido de Julissa seguía no habido. El capitán Waldo Harris se había hecho cargo de las investigaciones, del supuesto secuestro de la mujer y la demanda en contra del marido de ella por violencia doméstica, alteración del orden público y amenaza de muerte sobre Marcus Green. Alarmada Gladys me llamó a mi consultorio. -Doctora un policía la está buscando en recepción-, me dijo aterrada. Yo estaba con un paciente. Le dije que esperara unos minutos porque me encontraba en consulta. Era un anciano que padecía de Alzheimer. Estaba con su esposa. Ella estaba muy preocupada porque su marido estaba perdiendo sus facultades. Lamentablemente aquella es una enfermedad que no tiene cura, sin embargo se puede lograr menguar sus efectos, lograr una vida llevadera y reposada. Para eso se requieren terapias y fármacos. Es un proceso en que los seres humanos no estamos libres. Les di una receta y muchos tips. -No hagan una vida sedentaria, que la familia se reúna constantemente, que los h
Por la noche Marcia me escribió a mi móvil. Yo ya estaba en casa luego de una intensa jornada de trabajo. Estaba bastante cansada además y lo único que quería era darme un buen baño y estar relajada, tumbada en mis almohadas, viendo televisión. -Compré tu segundo poemario por internet, Andrea, y te digo que está estupendo-, decía ella efusiva con un emoji de aplausos. -Yo solo escribo lo que siento-, intenté ser modesta sin embargo mi corazón aullaba eufórico en mi pecho. Me sentía muy contenta por el mensaje de Marcia. -Todos los medios hablan de tus versos, afirman que son muy románticos y que eres una excelente poetisa-, no dejaba ella de halagarme. Yo me sentía muy abrumada. Le mandé la foto de una portada autografiada, con una emotiva dedicatoria. -Ay, no sabes lo emocionada que estoy, lo pondré, de inmediato, en mis redes sociales-, se emocionó aún más Marcia. -¿Estás saliendo con alguien?-, quise saber sobre su vida sentimental. -Sí, estoy saliendo con u
Ese sábado me puse a limpiar mi cuarto, pensando, también, en lo que llevaría a la casa donde viviría con Louis después de casarnos. Mis padres me dijeron que podía dejar todos mis peluches porque mi cuarto seguiría igual por siempre. Yo tengo como doscientos muñecos, je je je. Únicamente llevaría aquellos juguetes que cuidaban mis sueños, por ejemplo el señor castor, el señor gorila, la señora jirafa y por supuesto el señor perro bulldog. Los tengo de todos los tamaños y colores porque me han gustado coleccionar los peluches desde pequeñita. Louis sabía de mis gustos y también me regalaba, cuando podía, algún muñequito muy lindo que ahora me iban a acompañar el resto de mi existencia. Yo estaba segura que mis padres me iban a extrañar, incluso a gritos. Ellos me lo habían dicho, de que mi cuarto lo mantendrían inalterable, pensando, seguramente, que su adorada hijita estaría siempre con ellos. En realidad no estábamos nada lejos, apenas un paso de distancia, sin embargo ellos
Pasé un bonito domingo con Louis, recorriendo el vecindario, en busca de una casita para nosotros pero cerca de dónde vivían mis padres. Yo quería una casa a pocos metros de ellos. Estuvimos visitando varias viviendas que estaban en oferta, pero ninguna nos convencía y no nos poníamos de acuerdo. Mi enamorado quería alquilar pero yo deseaba comprar. Estuvimos largo rato discutiendo sobre eso y yo no entendía sus razones porque yo contaba con los ahorros suficientes, sin embargo él se oponía, decía que era empeñar nuestro futuro, que era una decisión apresurada y que mejor era arrendar un apartamento pues podríamos tomar otras decisiones u otros rumbos. Eso fue lo que me dijo. Yo quedé incrédula sin entender su punto de vista. Mi prometido además no estaba de cuerdo en comprar muebles para la sala, el comedor, el dormitorio, porque insistía que era un gasto enorme. -Tengo los recursos suficientes para amoblar convenientemente la casa que será nuestra-, le aclaré pero él seguía sin da
Compramos la casa. Y los dos firmamos. -Ya es nuestra, Louis, de los dos-, le volví a aclarar. Juntos elegimos los colores, contratamos a un experto para que arregle el jardín, también mandamos componer la zona de parrilladas que estaba muy deteriorada al igual que la terraza. Una semana después compramos los muebles, aparadores, vitrinas, cómodas, la alacena, cocina, refrigerador, mesa, silla e instalamos el jacuzzi. Louis quedó muy admirado cuando la casa ya estuvo completamente amoblada. Quedó boquiabierto con el jacuzzi, incluso corrieron algunas lágrimas por sus mejillas. -¿Qué te conmueve?-, le pregunté colgada de su cuello. -Siempre soñé con tener un jacuzzi-, no podía él dejar de llorar. -Yo siempre soñé en vivir con un hombre como tú-, le dije, y nos besamos muy apasionados. A mis padres también les gustó la casa y los muebles y quedaron maravillados con tanta elegancia. -Es preciosa, hija, es un palacio-, no dejaba ir y venir mi madre por los tres pisos.
Empecé de inmediato mis labores de directora de la clínica, sin pérdida de tiempo, haciendo los cuadros de atenciones, perfeccionando el triaje y facilitando más consultorios ambulatorios para los pacientes con casos leves. Igualmente mejoré los servicios de emergencia y le pedí a Brown la compra de nuevas unidades de ambulancias, sobre todo para el traslado de los casos geriátricos. Manejar la clínica no fue tan fácil sin embargo, porque se habilitaron muchísimas nuevas áreas de atención, el hormigueo de enfermeras y médicos era asfixiante y los pasadizos de la clínica estaban siempre repletas. Prolongué las atenciones, incluso hasta en tres turnos: mañana, tarde y noche. -Nadie debe quedarse sin atención-, dije a los médicos mientras establecía los cuadros de atenciones, las especialidades, la distribución de los consultorios y los horarios del personal médico. Brown quedó encantado no solo con mi entusiasmo sino también con mi trabajo porque las cosas caminaron de maravi
Yo presentí con anticipación que lo iban a matar a Marcus. Tuve una horrible pesadilla. Lo percibí en mis pensamientos con la cara ensangrentada y estaba en un corcel blanco, muy altivo y orgulloso, mirándome desde una loma alfombrada de rosas y tulipanes. Me miraba sonriente, con sus ojos tan cautivantes, pero al sangre chorreaba por sus mejillas y le mojaba la camisa. El caballo relinchaba y asentía con la cabeza. Hacía un viento fuerte porque jugaba con los crines del corcel y lejos fulguraba un Sol tenue moribundo, recortado entre cerros pelados y cadavéricos. -Mi sueño está cumplido-, Andrea, me dijo Marcus con la voz apagada, triste, vacía y gutural, igual a un tosido tosco, parecido al bufido de un animal herido. -No te vayas-, le pedí entonces, llorando, corriendo hacia él, sollozando, pero el viento me detenía, me contenía, no me dejaba avanzar y me empujaba hacia atrás. -No te vayas, yo te amo, te amo mucho-, le suplicaba yo, pero Marcus tomó las riendas del caballo
Fue una semana horrible. Yo lloraba y lloraba, desesperada, angustiada, sin saber qué hacer y me jalaba los pelos porque estaba segura que iban a matar a Marcus. La pesadilla me resultaba reveladora. Eso sí lo sabía. Desesperada le mandaba mensajes de texto a Harris pero él no contestaba, él incluso pensaba que yo había enloquecido. Y así, sin saber qué hacer, sumida en la angustia, no tuve más opción que resignarme a la suerte de Marcus. Él había elegido ese destino, me lo dijo en mi pesadilla. Marcus no quería que yo siguiera sufriendo. Entonces ocurrió. Jamás voy a olvidar ese jueves por la noche. Justo había terminado una terapia con un paciente y había copiado en el sistema su historia clínica. Todo el día había hecho frío. El cielo estuvo siempre encopetado, todo el día, había un viento muy fuerte, sumaban muchas nubes enormes y oscuras tapando el firmamento y el ambiente era tétrico y lastimero en la ciudad. Guardé los datos del paciente en el archivo de la clínica y me