Marcus regresó a la villa siciliana con una determinación férrea en su mirada. A pesar del amor que aún sentía por Maya, su orgullo herido era demasiado grande como para perdonarla. Se dirigió directamente a la sala de reuniones, donde sus hombres más leales lo esperaban.El ambiente estaba cargado de tensión cuando Marcus entró. Todos podían sentir la ira que emanaba de su jefe. Se paró frente a ellos, sus ojos recorrieron cada rostro antes de hablar.— Caballeros — comenzó Marcus, su voz fría y calculadora — Ha llegado el momento de acabar con los Carotti de una vez por todas. Esta noche, atacaremos con todo lo que tenemos.Los hombres intercambiaron miradas, una mezcla de emoción y preocupación se reflejó en sus rostros. Franco, el más cercano a Marcus, se atrevió a hablar.— Jefe, con todo respeto — dijo Franco, eligiendo cuidadosamente sus palabras — ¿No cree que podríamos estar yendo directamente a una trampa? Los Carotti seguramente nos estarán esperando.Marcus se quedó en sil
Marcus se encontraba en su despacho, con la mirada fija en el horizonte, su determinación era firme: no buscaría a Maya. El orgullo herido y la sensación de traición pesaban más que cualquier otro sentimiento. Se pasó una mano por el rostro, intentando borrar el recuerdo de su sonrisa, el sonido de su risa.— No puedo volver a ella — murmuró para sí mismo, apretando los puños — No después de lo que ha pasado. Es mejor así.Mientras tanto, en el hospital, Maya mostraba signos de mejoría considerable. Dianco De Luca observaba a su hija con una mezcla de alivio y preocupación. Verla tan pálida y vulnerable le partía el corazón, pero al menos estaba viva y recuperándose.— Maya, cariño — dijo suavemente, acercándose a la cama — Los médicos dicen que ya puedes ser dada de alta. He pensado que podrías venir a quedarte en mi villa por un tiempo.Maya lo miró con ojos cansados pero agradecidos, la idea de tener un lugar seguro donde recuperarse la llenaba de alivio.— Gracias, papá, la verdad
Los días en la villa De Luca se habían convertido en una tortura silenciosa para Maya. El llanto constante del bebé de Miranda resonaba por los pasillos, un recordatorio cruel de lo que había perdido. Cada sollozo del pequeño era como un puñal en su corazón, reavivando el dolor por su propio hijo.Una mañana particularmente difícil, Maya no pudo soportarlo más. Salió de su habitación, hasta la habitación de Miranda a pesar de lo prometido a su padre. La puerta estaba entreabierta, y lo que vio la dejó helada: el bebé, solo en su cuna, llorando desconsoladamente mientras Miranda yacía en la cama, cubriéndose los oídos con una almohada.Maya entró sin pensarlo, acercándose a la cuna. El bebé la miró con ojos llorosos, extendiendo sus manitas hacia ella.— Shh, pequeño — susurró Maya, tomándolo en brazos — Todo está bien.Miranda se incorporó de golpe al escuchar la voz de Maya.— ¿Qué demonios haces aquí? — gritó, levantándose de un salto — ¡Suelta a mi hijo!Maya retrocedió, protegiend
Rita Jones caminaba por las calles de Palermo, mientras su mente trabajaba a toda velocidad para encontrar una manera de vengarse de su hija y, de paso, obtener el dinero que tanto necesitaba. Las únicas joyas que le quedaban pesaban en su bolso, un recordatorio constante de lo bajo que había caído. El sol siciliano castigaba su piel, haciendo que el sudor corriera por su frente.Exhausta y sedienta, decidió entrar en un bar para tomar algo y reagrupar sus pensamientos. El lugar estaba casi vacío, con solo un par de mesas ocupadas. El aire acondicionado fue un alivio inmediato para Rita, quien se sentó en la barra, pidiendo un whisky doble.— Que sea doble — le dijo al camarero, quien la miró con una mezcla de curiosidad y lástima.— ¿Día difícil, señora? — preguntó el hombre mientras servía la bebida.Rita soltó una risa amarga.— No tiene ni idea.Mientras bebía, no pudo evitar escuchar la conversación en una mesa cercana a la barra. Dos hombres corpulentos, con la apariencia incon
La mañana siguiente, el color grisáceo del cielo parecía presagiar la tormenta emocional que estaba a punto de desatarse. Marcus Arched no había dormido en toda la noche, su mente estaba atormentada por las revelaciones de Rita Jones. La furia y el dolor se mezclaban en su interior, amenazando con consumirlo por completo.Apenas los primeros rayos de sol se asomaron por el horizonte, Marcus ya estaba de pie, paseando como un león enjaulado por su despacho. Franco, su hombre de confianza, entró con cautela, consciente del volátil estado de ánimo de su jefe.— Señor — dijo Franco, manteniendo una distancia prudente — Hemos confirmado que la señorita Maya sigue en la villa De Luca.Marcus se detuvo en seco, sus ojos brillaron con una mezcla de dolor y determinación.— Prepara el auto — ordenó, su voz estaba cargada de una frialdad que hizo que Franco se estremeciera — Salimos en diez minutos.Franco asintió y salió rápidamente, dejando a Marcus solo con sus pensamientos. El capo se acerc
El silencio que siguió a la partida de Marcus fue roto por el sonido de aplausos burlones. Maya, aún de rodillas en el suelo, levantó la mirada para encontrarse con Miranda, quien se acercaba con una sonrisa cruel en su rostro.— Bravo, bravo — se burló Miranda, su voz cargada de veneno — Qué espectáculo tan conmovedor, ¿No es maravilloso cómo la vida te devuelve todo lo que haces?Maya la miró, incapaz de responder a través de sus lágrimas. El dolor de la partida de Marcus aún era demasiado fresco, demasiado intenso.— ¿Te has quedado sin palabras, Maya? — continuó Miranda, su tono cada vez más cruel — No me sorprende. Después de todo, las mentirosas como tú suelen quedarse sin excusas tarde o temprano.De Luca, que había estado observando la escena, intervino finalmente. Se acercó a grandes zancadas y tomó a Miranda por el brazo.— ¡Basta ya, Miranda! — gruñó — Creí haber criado a una hija, no a una víbora venenosa.Miranda intentó zafarse, pero el agarre de su padre era firme.— ¡S
Al mediodía siguiente, Dianco De Luca se encontraba en su despacho, su mente era un torbellino de pensamientos y remordimientos. La noche en vela había dejado surcos profundos bajo sus ojos, pero una determinación férrea brillaba en su mirada.— Es hora — murmuró para sí mismo, poniéndose de pie con decisión — Tengo que hablar con Marcus, sin importar las consecuencias.Llamó a su asistente, quien entró presuroso al despacho.— Prepara el auto — ordenó De Luca — Voy a la villa Arched.— Pero señor — titubeó el asistente — ¿Es prudente? Después de todo lo que ha pasado...De Luca lo interrumpió con un gesto brusco.— La prudencia ya no importa. He cometido errores terribles y es hora de enfrentarlos. Marcus merece saber la verdad sobre su hijo, aunque me cueste la vida.El asistente asintió, reconociendo la determinación en los ojos de su jefe.— Como usted diga, señor. El auto estará listo en cinco minutos.Mientras el vehículo recorría las sinuosas carreteras sicilianas, De Luca repa
El helicóptero aterrizó en los jardines de la villa De Luca, Marcus saltó al suelo antes de que las aspas dejaran de girar, su corazón latía con fuerza en su pecho. Tenía que ver a Maya, tenía que saber la verdad.Los guardias, sorprendidos por su llegada repentina, intentaron detenerlo.— Señor Arched, no podemos permitir que...Marcus los apartó con un gesto brusco.— Fuera de mi camino. Necesito ver a Maya. Ahora.Su voz no dejaba lugar a discusiones. Los guardias intercambiaron miradas nerviosas antes de apartarse, permitiéndole el paso.Marcus atravesó los pasillos de la villa como una tormenta, su mente era un torbellino de preguntas y emociones. Cuando llegó a la puerta de la habitación de Maya, se detuvo por un momento, tomando una respiración profunda antes de llamar.— Maya — su voz sonaba ronca, cargada de emociones contenidas — Soy yo, necesitamos hablar.Hubo un momento de silencio antes de que la puerta se abriera lentamente. Maya estaba allí, sus ojos abiertos de sorpre