Una Cassia
- Misha, no puedes seguir así, estoy preocupada por ti. - escuché decir a Mica mientras observaba a un hombre, en la mesa contigua, entregar un ramo de flores a una joven hermosa en aquel pequeño café donde nos encontrábamos.

Habían pasado tres días desde el último mensaje. Mis nervios estaban crispados, cualquier sonido fuera de lugar lograba sacarme de quicio. Arruiné tres pruebas de laboratorio por entrar en pánico ante voces desconocidas que resultaron ser nuevos empleados. Sentía mi vida desmoronarse una vez más.

Recibía informes diarios de Alan pero siempre eran iguales. No encontraban el modo de rastrear al bastardo. Decidí cambiar mi número personal en un acto de desesperación. Solo mis allegados lo tenían, si otra persona debía contactarme debía comunicarse a través de la empresa o Mica.

- No sé qué hacer... mira como mis manos tiemblan - respondí, señalando el temblor de mis dedos.

- ¿Por qué no buscas ayuda? Nunca has recurrido a un psiquiatra como te recomendaron.

- ¿Realme
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