—¡Mamá!

Diana apenas había comenzado a hablar cuando Paola ya había colgado el teléfono. Al intentar llamar de nuevo, solo encontró el tono de línea muerta.

El coche se detuvo justo frente a la entrada de la colonia. Apenas salió del vehículo, Diana vio a Sofía y Paola paradas juntas, con Paola sonriendo y gesticulando animadamente, como si nada hubiera pasado, como si todo estuviera muy bien.

—¡Mamá!

Diana corrió hacia ellas apresurada.

—Diana. —Paola la tomó con ternura de la mano, todavía con una sonrisa en el rostro—. Vamos, compré una sandía, la cortamos y la comemos en casa.

Al ver a su madre tan tranquila, Diana se dio cuenta de que aún no sabía nada de lo sucedido.

—Mamá, ¿sandía? No, olvídate de eso, ven conmigo primero.

Diana trató de llevársela rápidamente, pero Sofía, que no perdería una oportunidad para burlarse de ellas, intervino al instante.

—Diana, eso no está bien. Tu mamá vino con toda la buena intención de preocuparse por ti. Con este calor, se tomó la molestia de