Capítulo 2
—¿Diana? —María movía su mano frente a ella, parpadeando y mirándola con ojos inocentes—. ¿Estás bien? Si quieres, puedo llamar Manuel y decirle que volverás a casa esta noche, yo me encargaré de los asuntos de la empresa.

La joven frente a ella todavía tenía una cara llena de inocencia, mientras Diana apretaba los puños, clavándose las uñas en las palmas, mientras se obligaba a contener sus emociones y esbozaba una suave sonrisa.

—Estoy bien, vamos —repuso, pensando en que hacer un escándalo en ese momento solo la convertiría en el hazmerreír.

—Está bien —dijo María, sonriendo alegremente, y se preparó para salir, tomando la mano de Diana.

Sin embargo, Diana la esquivó discretamente.

El Grupo Martínez había caído en desgracia en años anteriores, pero desde que Diana se había casado con Manuel, hacía tres años, bajo su gestión, el Grupo Martínez había pasado de ser una empresa de bajo nivel a una de las primeras de la Ciudad de Villa Esperanza .

Ese mes incluso habían alcanzado un acuerdo de colaboración con el Grupo Palacios, augurando un futuro brillante.

Cuando Diana salió del baño, la fiesta acababa de comenzar.

Todavía llevaba puesto su traje de trabajo, un atuendo algo anticuado. Al entrar en el salón de la fiesta, nadie la notaba.

La multitud se agolpaba alrededor de un apuesto hombre, vestido de traje blanco, que hablaba con elocuencia: su marido Manuel.

Sin embargo, Diana no se acercó como solía hacerlo, sino que casualmente tomó una copa de vino y se sentó en un rincón.

¿Cuándo había empezado Manuel a salir con María?

¿Cuánto tiempo le habían ocultado aquello? ¿Qué habían hecho juntos?

¿Realmente Manuel se había enamorado de María, o es que acaso la despreciaba a ella por no poder darle un hijo a la familia Martínez?

Con una gran cantidad de preguntas rondando su mente, Diana se bebió varias botellas de vino, sin pensarlo, y su conciencia comenzó a nublarse.

Con un malestar en el estómago, Diana se levantó, pensando en salir a tomar un poco de aire fresco, y atravesó la multitud, hacia el pasillo exterior, el cual se encontraba tranquilo.

Abrió la ventana, buscando sentir una brisa más fresca, y finalmente se quitó los tacones, apoyándose en el alféizar para subirse a él. El aire frío empañaba sus lentes, los cuales se quitó y lanzó a un lado. Sin embargo, justo cuando se sentaba en el borde de la ventana, sintió que alguien la agarraba de repente por la cintura, y fue llevada en brazos hacia el pecho de un hombre.

Diana se sobresaltó y volvió en sí al instante, cayendo hacia atrás en unos brazos cálidos. Al levantar la vista, se encontró con un par de ojos negros, profundos y fríos.

—¿Valentín Palacios?

Diana entrecerró los ojos para ver mejor al hombre frente a ella, y, de pronto, algo desconcertada, se apoyó para levantarse y lo empujó.

El hombre vestía un traje negro a medida, y lucía una expresión fría en su apuesto rostro. Al ver su reacción, soltó la cintura de la mujer, su mirada pasó por su rostro, indiferente, fría y serena:

—Diana.

Después de este incidente, Diana los efectos del alcohol se disiparon lo suficiente, como para suponer supuso que Valentín había malinterpretado la situación, por lo que se apresuró a explicar:

—Solo quería tomar un poco de aire, Valentín, no te confundas, no tenía intención de saltar.

Aunque no habían interactuado mucho últimamente durante el proyecto, Diana conocía muy bien las tácticas y el estilo del hombre que tenía enfrente.

—Ah, ¿sí? —El hombre, con una mano en el bolsillo, posó su mirada en su rostro, examinándola durante un par de segundos, y luego la apartó—. Pensé que ya no tenías intención de colaborar con nuestro grupo.

Diana se sonrojó ligeramente por sus palabras, pero aun así sonrió y dijo:

—Valentín, estás bromeando.

En ese momento, una ráfaga de aire frío pasó, y Diana se dio cuenta de que estaba descalza, y no tenía idea de dónde había tirado sus lentes.

Ella era algo miope y el pasillo estaba oscuro, por lo que era imposible que pudiera encontrar sus anteojos por sí misma.

Valentín miró profundamente a la mujer frente a él. Habían pasado muchos años desde que ella se había unido a Manuel en matrimonio, y parecía haber ocultado su propia belleza y elegancia.

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