El Verdadero Amor Llega Tarde
El Verdadero Amor Llega Tarde
Por: Sofía García
Capítulo 1
En la Ciudad de Villa Esperanza, el otoño ya había llegado, y el aire estaba impregnado con la frescura típica de la época.

Diana García se encontraba con la espalda apoyada contra la puerta del baño, mientras miraba su móvil, en cuya pantalla se podía observar el perfil de un hombre, el cual se trataba de su esposo, Manuel Martínez.

En la foto, junto al hombre había una mujer, pero su rostro estaba pixelado, por lo que solo se podía ver el tatuaje de una rosa en su hombro.

Justo en ese momento, se oyó el sonido de un grifo abriéndose al otro lado de la puerta, acompañado de los susurros de los empleados.

—¿Has visto cómo Diana siempre está ocupada y ni siquiera se preocupa por su apariencia? ¿No teme que Manuel busque a otras mujeres?

—Sí, han estado casados casi tres años y aún no han tenido hijos.

—Escuché que Diana no puede tener hijos.

Pronto, las risas y las charlas se dispersaron, y todo volvió a la tranquilidad.

Pálida, Diana abrió la puerta, y, en el espejo frente a ella, se reflejó su rostro. Llevaba un traje profesional que la hacía lucir mayor, con un maquillaje sutil. Su cabello largo se encontraba recogido y enrollado en la parte posterior de su cabeza, y llevaba unas gafas de montura negra sobre su nariz recta, que acentuaba su aire serio.

Diana levantó la vista hacia el espejo, y la imagen de la foto volvió a su mente. No podía ser el hombre de esa foto fuera su esposo Manuel.

Cuando descubrieron que no podía tener hijos, Manuel no la había abandonado. Durante tres años de matrimonio, ella había ayudado a gestionar su empresa, siempre ocupada y considerada con ella.

—Diana. —Una voz suave y melodiosa sonó repentinamente detrás de ella.

Diana volvió en sí y se obligó a calmarse.

—Diana, ¿qué te pasa? No luces nada bien —le preguntó María Pérez, acercándose preocupada.

—Estoy bien —respondió Diana, mojándose la cara con agua fría.

Levantó la vista y entonces vio que María se había puesto un largo vestido blanco con tirantes, con el cabello rizado recogido en un moño alto y un maquillaje impecable.

—¿Por qué te has vestido así? —preguntó Diana, algo sorprendida, mientras se secaba las manos con una toalla de papel.

María sonrió con los ojos entornados y cariñosamente se enlazó del brazo de Diana, diciendo:

—Diana, ¿lo has olvidado? Esta noche es la fiesta de celebración de la empresa, nuestro proyecto con Grupo Pérez ha sido un éxito.

¿Fiesta de celebración?

Diana de repente recordó que, después de tres meses de trabajo intenso, finalmente habían firmado un proyecto con el Grupo Pérez, y esa noche era el festejo.

La imagen que acababa de recibir en su teléfono había dejado su mente en un completo desorden.

—Espera, María —dijo Diana, deteniéndose, mientras su mirada se fijaba repentinamente en la espalda de María. La rosa que María llevaba tatuada en el hombro era idéntica a la de la foto en su celular.

—¿Qué pasa, Diana? —preguntó María, aparentando no saber nada y girando su hombro para que su tatuaje se viera mejor.

El corazón de Diana se hundió pesadamente, y su ánimo cayendo al abismo en un instante.

Hasta ese momento, había podido consolarse pensando que la foto que había recibido era un montaje, pero, ahora, la dueña del tatuaje estaba justo frente a ella. ¿Podría seguir engañándose a sí misma?

Pero ¿por qué la mujer de esa fotografía era María?

María había sido contratada por Diana justo después de graduarse de la universidad, y, durante todos estos años, Diana la había tratado casi como a una hermana menor. Incluso Manuel a menudo bromeaba sobre lo excesivamente bien que Diana trataba a María.

Nunca se habría imaginado que ellos dos estuvieran juntos a sus espaldas.
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