PDV. Elena. Y ahí estaba sentado en mi sofá con su traje típico oficial de color negro y dorado sus sandalias negras y aún con mi rabia me parecía tan sexi, tan varonil, no dejaba de impresionarme como mi cuerpo respondía ante él. Aún en la distancia, pude notar que no era su porte normal, relajado extendido hacia atrás, seguro de sí mismo. Está vez tenía los codos en sus rodillas y la cara entre sus manos, de no saber el motivo automáticamente hubiese sentido empatía hacia él con la tristeza que irradiaba. Terminé de bajar las escaleras y me puse en su campo de visión, la verdad no me esforcé en arreglarme ni mucho menos maquillarme por lo que su expresión al verme luego de pasar tres días durmiendo solo tres o cuatro horas diarias y dos vuelos que sumaban unas 14 horas no me sorprendió. Sabía que estaba ojerosa y mi pantalón beige de chándal con una franela Vinotinto y pantuflas tampoco me favorecían, pero en fin ahí estábamos frente a frente a solo dos metr
PDV Elena. Algo dentro de mí se estremeció y sentí miedo por él. Hassam camino rápido y me tomo por la cintura oliendo mi cuello. – Elena ¡Yo te Amo! No quiero estar con nadie más. – Suéltame Hassam por favor – dije contra todo mi cuerpo y mi corazón que le gritaban “yo también te amo”. – Me estás escuchando por Alah. Te Amo – lo dijo aún más fuerte y sus palabras vibraron en mí, aun llorando tenía que decirlo. – ¿Y de qué sirve? – ¿Que dices?, ¿Te preguntas de que sirve mi amor? – el tormento invadió su varonil rostro. – Si Hassam eso digo, porque si lo que me estás diciendo es verdad, ¿te das cuenta de lo lejos que cada vez está llegando tu familia por separarnos? Su cara se transformaba en desilusión, amargura e impotencia, todas esas emociones las podía ver en sus ojos rojos. – Respóndeme – pedí. – Si, se están portando como mis propios enemigos. – ¿Y cómo crees que pudiéramos seguir juntos? Yo no quiero sentir miedo
PDV Elena. – Khalid, ¿cómo está Hassam, dónde está? – pregunté y la sola oración me incrementó los latidos del corazón e hizo que mis ojos se llenarán de lágrimas. – No lo sé cuñada – respondió con cara triste y encogiéndose de hombros. – Como que no sabes, por favor no me mientas – le rogué – por favor dime. – Quisiera tenerte una respuesta hermana – me dijo con ternura cómo a veces me llamaba luego de que se casara la primera vez con Luz – te lo juro, pero no la tengo Elena, nosotros llegamos hace tres días luego de la llamada que recibimos de Ahmad, él fue quien te encontró inconsciente en el piso y te trajo al hospital. vinimos lo más rápido que pudimos. En ese momento entro Luz. – Con que haciéndole preguntas científicas al doctor ¿eh? – dijo sonreída. Lo que me hizo pensar que ya había hablado con el doctor. – pues si sigues con tus preguntas poderosas, mañana salimos así que ingéniate otras – exclamó dándole un abrazo a su esposo y sentándose
PDV Elena. Llego el verano y ahora era mi turno de vacacionar con mis hijos así que nos fuimos a mi Venezuela; planifique llevarlos a todos los lugares hermosos que amaba, para que apreciarán la naturaleza y la belleza de mi país, su país. Llegamos a Caracas y de ahí nos fuimos a la Colonia Tovar un pequeño pueblo en el estado Aragua donde se habían establecido los alemanes para mediados del año mil ochocientos y se apreciaba esa cultura en la arquitectura y comida, el clima siempre era fresco a menos de veinte grados centígrados. Pasamos esos días paseando comiendo comida alemana y vegetales frescos que se producían en la zona. Luz y yo por dos noches tomando cerveza alemana y venezolana. Khalid nos alcanzaría en dos semanas porque tenía compromisos que no podía postergar. – Yo elijo el próximo destino – grito Luz o no mejor lo sorteamos en el mapa – decía entre risas sonoras achispada por la bebida. – Vamos que estás ebria ya – dije mientras pedía la cuenta.
PDV Elena. Tres días después me encontraba caminando descalza en la maravillosa gran sábana, un lugar mágico lleno de una energía transformadora, que me reconfortó desde el primer momento en que la pequeña avioneta de ocho pasajeros paso por el frente de la magnificencia hecha cascada. Esta belleza natural que tiene casi un kilómetro de altura lleva por nombre el Salto Ángel o el Kerepakupai Vená como lo llaman los pemones, la tribu indígena que ahí habita, sus diferentes caídas de agua descendían con cierta fuerza y a mí se me perdía la vista mientras veía caer el agua hasta el río que atravesaba la espesa selva llena de verdor y vida. Me alojé en la comunidad Uruyen la menos transitada, compartí el primer día con la comunidad me comí un pescado de rio asado dentro de una hoja de la planta de plátano con unas bolas de plátano deliciosas. Al siguiente día me fui a navegar el río Churúm, en un recorrido de aproximadamente dos horas, en medio de aguas rápidas y pr
Hassam. – Nooo – grite nuevamente despertándome de la pesadilla que me perseguía a menudo. – Su alteza, ¿se encuentra bien? – preguntó el médico que me cuidaba las veinticuatro horas del día. – ¿tuvo otra vez esa pesadilla? – Si – respondí a secas – ¿me traes agua por favor? – pedí para refrescar mi garganta seca. – Aquí tiene – dijo entregándome el vaso de cristal. – su alteza ha pasado diez días de su accidente, creo prudente llamar hoy a un psicólogo. – ¿Un psicólogo? Me pregunté para mí mismo, solo necesito saber de una psicóloga que está bien y a salvo. – Disculpe su alteza. – Nada, no estoy loco, solo que no todos los días alguien quiere matarte. – Dije cada vez más mal humorado. – Por supuesto que no está loco su alteza – insistió – No tiene que estar loco para que lo vea un psicólogo, cada vez se despierta más a menudo debido a esas pesadillas y no está descansando lo suficiente, solo el buen descanso hará que sus costillas se adh
Hassam. Todos alegaban que no necesitaba saber de nada más que no fuera mejorar mi salud. Podía entender que no me quisieran decir nada de Elena, porque para ellos este era el mejor momento para lograr su cometido; separarme de ella, pero había más personas involucradas ese catastrófico día; parte del equipo de seguridad estaban esperando fuera de la casa de Elena. Tampoco sabía que había sido de ellos debido al hermetismo. Una noche que llegó a visitarme, por fin se había apiadado de mí, luego de preguntar miles de veces. – ¿Como te sientes hermano? Preguntó al llegar. – Como un preso, quiero mi laptop, necesito trabajar, saber del mundo. – exclame frustrado. – El mundo sigue igual y tú necesitas recuperarte completamente. Hablé con Ahmad. – dijo sentándose en el sofá de piel color negro. Esa noticia hizo que despertara mi interés, quería pararme, pero ahí estaba con el yeso en el torso. Necesitaba saber si hizo lo que le pedí y ayudo a Elena, Ahmad
Hassam. Mi pierna se movía incontrolablemente, Sí, estaba nervioso, no estaba muy seguro de como mi moon me iba a recibir, solo repasaba en mi mente una y otra vez nuestra última conversación en la que me pedía que la dejara. – Calma hombre vas hacer temblar el avión de tanto que te mueves – bromeó Khalid. – ¿Y si no me quiere ver? – De que le gustará verte no me cabe la menor duda, Elena estaba devastada sin saber si estabas vivo o no, así que será un alivio para ella verte bien, si lo fue para mí estoy seguro que para ella también. Esta vez nos echaste un buen susto. Respiré profundo, no solo quería que se alegrará de saber que estoy vivo, quiero que me acepte de vuelta a su vida. – Ya sé que es lo que te preocupa, pero, ahí si no te puedo ayudar Hassam tú eres mi hermano, ¿lo sabes verdad? – lo miré expectante cuando me recordaba que me quería como un hermano lo siguiente que diría no me iba a gustar. – Hasta yo le insistí a Elena que se mudará del