Luego de todo el alboroto, los tres compartieron la pequeña caja de chocolates que Megan había comprado. Al principio Albert no quiso recibir porque le daba cierta vergüenza, pero April no le dio opción de negociar.—Lo voy a llamar, Albert. — Aseguró April, luego de largo rato mirando al oso.—¿Cómo yo?—Sí, es el mejor nombre, así me acordaré de ti cada vez que juegue con él… Además, él es niño porque tiene un lazo azul… ¡Ya sé!, ¿quieres jugar conmigo?—Nena, no creo que… — Intentó intervenir Megan, pero Albert se adelantó.—Está bien, me encantaría jugar un rato…April le entregó el oso a Albert y se marchó repentinamente, Megan solo los observaba desde su lugar en el sofá, con una permanente sonrisa que no podía borrar.Al momento, April volvió con unos cuantos muñecos más, Albert notó que ya estaban algo viejos y maltratados, pero la niña parecía adorarlos como si recién lo hubieran sacado de la juguetería.Los acomodó todos, sentándolos a cada uno en un puesto y lo
Megan llevaba mucho tiempo tirada, no sabía exactamente cuánto, pero se imaginaba que eran horas.El cuerpo le dolía, el trasero todavía más, se había doblado un tobillo al caer y parecía que su pie se había inflamado, pero la principal razón de que no se hubiera levantado antes, era que la escalera había caído por encima de ella, dejándola atrapada.¿Por qué no se había traído un teléfono?, ¿por qué no le pidió a alguien, un vigilante o algún otro empleado que la acompañara? Ah, sí, todos la odiaban en esa empresa.Megan suspiró frustrada, ¿cuánto tiempo pasaría allí antes de que alguien la encontrara?, era evidente que nadie visitaba ese cuarto, ¿estaría allí unas cuantas horas más?, ¿quizás días?Megan pensó en su hija, ¡No, imposible!, y una vez más intentó luchar con la escalera, sosteniéndola con todas sus fuerzas para quitársela de encima.Pero por más que luchó, no pudo moverla más que unos cuantos centímetros, cuando los brazos se le desmayaron, la condenada escalera hab
Era lo lógico, lo obvio, que Albert se sintiera avergonzado o por lo menos dudoso por su aspecto, esa fue la idea que se hizo Megan y lo comprendía bien.Ese era uno de los beneficios conseguidos con su disfraz, todos los hombres se acercaban a ella por ser hermosa, por nada más, y ahora que ella tenía este aspecto, desarreglado, desaliñado, feo, ningún hombre se le había vuelto a acercar.Pero allí estaba Albert, besándola como nunca había sido besada y confesando que ella le gustaba, pero… Seguramente su aspecto lo detenía, como todos los hombres.¿Qué hubiera pasado si ella no llevara ese disfraz?, ¿si mostrara su aspecto real?, seguramente Albert no habría dudado.Porque era lógico, ¿cómo podría fijarse en ella luciendo así?, después de todo, aunque parecía ser muy bueno, Albert era un hombre más como todos los demás y, ¿qué era lo primero o lo único que ellos le veían a ella?, su aspecto.Eso era lo que Megan había aprendido desde muy joven, él no podría estar con ella por f
—Entonces, de verdad me gustas y no me importa como luces, para mí eres hermosa… — Aclaró Albert, al tiempo que Megan elevaba una ceja con incredulidad. Él tomó la mano de Megan, colocándola sobre su pecho, para que ella pudiera sentir los rápidos latidos de su corazón. — Megan, solo necesito verte para que mi corazón se agite, con tenerte cerca, no tienes idea de cómo reacciona mi cuerpo… Sí, adoro a April, es una niña excepcional, pero ella no tiene nada que ver con lo que siento por ti… Lo importante, Megan… — Albert bajó su mano lentamente, deslizándola hasta el pecho de Megan, señalando su corazón. — Es lo que hay aquí y la persona que eres, tanto por dentro, como por fuera, es quien me gusta, sin importar como te veas.Albert había tomado una decisión, la Megan Smith que conoció en la fiesta y de la que se había enamorado hacía cinco años, se quedaría en el pasado, era el momento de olvidarla por completo, pues su corazón ahora había sido atrapado por esta Megan.Ya no haría
«Debo ser más cuidadosa» sopesaba Megan frente al espejo del baño, mientras se lavaba el rostro, pensando en que ella se debió haber quedado dormida en los brazos de Albert y con los lentes de contacto puestos.Además, él seguramente la llevó a la cama, la arropó y la vio sin anteojos, un gran descuido que jamás hubieras cometido antes, pero desde que apareció Albert en su vida, todo era tan diferente.Megan suspiró pensativa, ahora que ambos se habían confesado lo que sentían, ¿por cuánto tiempo más ella podría guardarle su secreto?No solo eso, ¿qué sucedería cuando él lo supiera?, pues ya Albert le había dicho una vez que no toleraba las mentiras, Megan sintió un estremecimiento solo de imaginárselo, ¿y si la terminaba odiando?De inmediato, ella sacudió la cabeza, intentando eliminar ese pensamiento. Primero que nada, debía pensar seriamente en la posibilidad de decirle la verdad a Albert, contarle de su pasado y su verdadera identidad.Pues, si lo pensaba bien, Albert era un
Megan iba en el auto, nerviosa, habían pasado por diferentes tiendas exclusivas, sin embargo, ella parecía no encontrar nada acordé con la ocasión y con ella, a su estilo.Mientras tanto, Albert la había estado acompañado pacientemente, él ya tenía algo de experiencia en esto, le había tocado acompañar un par de veces a su hermana menor de compras y sabía lo larga que podía ser la jornada.Él notaba la incomodidad de Megan y no entendía por qué se le hacía tan difícil escoger un atuendo, pues Albert estaba seguro de que con cualquier tipo de ropa, ella se vería muy bien.Llegaron a una tienda más, Albert bajó del auto con Megan más atrás, cuando empezó a repiquetear un teléfono. Albert sacó el aparato del bolsillo de su traje para mirar la pantalla y apenas vio de quién se trataba, suspiró pesadamente.—¿Puedes adelantarte? — Le preguntó Albert a Megan con amabilidad. — Voy a contestar, te alcanzo en un momento.Megan asintió y se dirigió a la tienda, dejando a Albert solo.No
—¡¿Qué?!, ¡¿quién se cree usted para hablarme de esa manera y para venir a amenazarme así?! — Gritó la encargada con rabia.—¿Quién soy? — Voceo Albert elevando una ceja con cierta arrogancia. — Mi nombre es Albert Collins Sinclair, el próximo dueño de esta cadena de tiendas.La mujer se quedó pasmada, una expresión de horror se formó en su expresión, todos veían la escena con sorpresa, no se escuchó ni un murmullo más, Megan quedó impresionada con el impacto que había causado Albert en el lugar, parecía que todos alrededor se hubieran paralizado.—No… No puede ser… — Terminó balbuceando la mujer después de que pudiera tragar grueso.—¿Ah, no? — Albert sacó su billetera.Él no mostraría una identificación, él sacó una reluciente y extremadamente exclusiva tarjeta de crédito platinada, la cual brilló ante los ojos de la mujer cuando la detalló al ver el nombre del propietario marcado sobre ella.—Yo… Yo lo lamento mucho, señor Collins. — La mujer se inclinó inmediatamente, m
—Espera un minuto… ¿Tú…? ¡¿Tú me estás dejando?! — Voceo Rosalyn, sorprendida.—No, no te estoy dejando, Rosalyn, eso es lo que quiero que entiendas, no estamos en una relación, no somos novios, ni lo fuimos… — Intentó explicar Albert, nuevamente.—Pe… ¡Pero hemos estado saliendo! — Se quejó Rosalyn.—Sí, salimos algunas veces, como amigos, para conocernos…—Pero nuestros padres…—Aquí no hay nada arreglado, Rosalyn, no hay matrimonio, ni una relación impuestas por nuestros padres, ellos solo quisieron que nos conociéramos, eso es todo… — Contó Albert con toda la paciencia que pudo.—Pero es que era obvio, Albert, nadie tenía que ordenarlo porque era lo lógico, se supondría que saldríamos, anunciaríamos nuestra relación, nos comprometeríamos y terminaríamos casados… — Explicó Rosalyn paso a paso, casi que haciendo un cronograma, se podía ver claramente en su expresión su frustración.—¿Casarnos? Rosalyn te equivocas, solo accedí a conocerte, pero no estoy obligado a cas