Capitulo 6

Vestía de negro con un gran abrigo encima. Todo en el le avisaba del peligro. Y su juventud solo era otra prueba de su viveza, y su belleza de una cruel mortalidad.

-Usted, es un poco descortés ¿así suele hablar con las personas que no conoce?

-Solo con las que han llamado mi atención. – y su mirada era indescifrable. -¿robar el tesoro de otro rey se considera un delito?- rio

-Pues en realidad lo es -recordó -traicionar a un monarca así en contra de sus deseos puede poner a una nación contra otra.

« Y no es la primera vez que se peleaban guerras a casusa de una mujer » pensó

-Si. Muy sabio pensar, -soltó sin sorpresa -pero yo no soy cualquier monarca mas

Entonces lo examino con más atención y por el como todos lo miraban en la sala y los lacayos que tenía detrás lamiéndole las botas podía darse cuenta de que tenia razón. ¿Quién era este sujeto?

-Te darás cuenta después – le soltó como si hubiera podido leer su pensamiento -porque si me quedas mirando más, quizás tu rey se ponga celoso

¿Qué tonterías decía? ¿Por qué las personas apuestas creían que automáticamente todos gustaban de ellas?

Arista frunció el ceño. No le agradaba este sujeto. Y su aura menos. Estaba manchada y era oscura. No estaba maldito, era... era algo más…

Se esforzo para no poner los ojos en blanco

-Me gustaría suponer que usted…

-A mí no me interesa sus suposiciones-lo corto de golpe -y no quiero tener nada que ver con la corte a la que pertenezca- hizo una revenrencia, mas que nada por cortesia y falsa modestia -será mejor que me retire. No deseo llamar la atención de nadie mas.

-¿Es eso una broma?- abrió los brazos como queriendo abarcar algo – no te das cuenta que todo el lugar habla de ti. Esta reunión se ha hecho con el propósito de conocerte. De conocer a la chica afortunada, o mejor dicho, desafortunada que se casara con el rey maldito.

Vaya… no hubo nada de tacto al decirlo…

Así que más personas sabían de su maldición… muchos lo conocían así. Como "el rey maldito" ¿será que este sujeto también se creyó los rumores? ¿o solo repetía lo que muchos decían? Tan solo murmullos sin sentido. ¿o es que acaso el sabia la verdad tras todas esas palabras?

-¿No preguntaras como lo sé? ¿o es que acaso eres tu la que no lo sabe aun?

Arista no respondió

-No pareces sorprendida. Así que asumiré que es de tu pleno conocimiento. Dime, ¿te ha obligado a esto? ¿Cuánto te torturara antes de traicionarte?

-¿Cómo estas tan seguro de que me traicionara? ¿Cómo estas siquiera seguro de que no estoy aqui con el rey por mi propia voluntad?

Soltó un bufido en señal de burla -¿bromeas? Todo el mundo sabe como invadió Amcher y se llevó a la fuerza a una de sus princesas. Aunque claro, en tu caso, a una cuyo el titulo le falta. Tu sangre es impura. No eres realmente de la realeza, y nadie sabe el porque te escogió. ¿Por qué no eres tan amable conmigo y me lo dices de una vez? Antes de que todo el mundo lo sepa. Quiero ser un espectador diferente, tener la primicia. Después de todo, eres el gran misterio de la noche

-¿Tantas molestias tomados solo por mi? -sonrió, pues ella también sabia como jugar el juego – no se hubieran molestado -soltó con falsa modestia. A pesar de no ser una “princesa legitima” claro que sabia como comportarse como una. El como mostrar gracia y porte. El como hablar y mirar. Y el como lastimar.

Los ojos amarillos del muchacho parecieron destellar unos leves segundos -puedo jugar tu juego. -le aseguro -Pero cuando caigas, asegúrate de que sea yo quien te sostenga. Mis otros compañeros, -miro hacia su derecha y luego a su izquierda – no mostrarían tanta piedad

-Usted solo es un joven imprudente que ha perdido su sitio. Es un descarado que no tiene modales. Y en opinion mia, no vale la pena sostener ninguna conversacion mas con usted

Los hombres a sus costados hicieron un amago de moverse, pero el hombre los detuvo -no.

Arista se quedó callada, pero vacilo en su sitio. Quizás estaba siendo muy imprudente con gente que ni conocía. Aun así, permanecio en su lugar.

Sus rubios cabellos cayeron de lado cuando se movió hacia su dirección -ella me parece interesante. -declaro

-Pero mi rey, esta mujer ha dicho…

¿Rey?

Entorno los ojos mirándolo, pero este la ignoro

-No me importa lo que ha dicho. Ha dicho su pensar, lo que muchos otros no se atreven por el miedo. Esta joven me agrada. Tan falta de sentido comun, sin saber de consecuencias. Abre la boca sin importar todas las piedras que le lluevan. Esto es así, quiero divertirme con ella un poco más. -y su semblante pronto cambio -es diferente al resto. Un pequeño e ingenuo cordero. -la miro -Pero no te preocupes, pequeño corderito, yo ya te encontre.

Vaya… ¿y ella le había dicho a un rey que este había perdido su sitio? Claramente era ella quien estaba perdida.

EL rey de ¿qué? ¿de que reino pertenecía este joven?

¡Rapido!

Ojos amarillos… Ojos amarillos...

Trato de recordar, pero fracaso. Jamás termino sus estudios en la aristocracia. Luego de que su padre murió, a ella simplemente la revocaron de la educación. Lo poco que se pudo instruir ella misma fue con libros viejos, y materiales que lograba hurtar de las bibliotecas. Libros que nadie notaria que faltaran, solo así pudo conocer lo que aún no sabía. Lo cual, tampoco fue mucho.

El brazo del joven se estiro sosteniéndola de la muñeca -Mi nombre, es Fell. -murmuro y algo en su voz era un tono melodioso. Y un humo morado empezó a rodear el salón real. Toda la estancia. Y todas las miradas estaban sobre ellos

¿Qué rayos era este sujeto? ¿otro brujo?

Forcejo en su agarre. -no puedes tocarme… si lo haces el rey...-pero su amenaza fue quedando atras mientras sus palabras se sobreponian

-Sabes, -sonrió -hay algo curioso con los hechizos. -dijo ignorandola -Puedo hacer que la gente me obedezca a mi voluntad, Podría ordenarte lo que sea ahora mismo y tú lo harías con gusto. Sin ningun tipo de resistencia, lo harias con placer y hasta con una sonrisa en el rostro. Solo por el placer de verme feliz. De satisfacerme. Solo las personas tocadas por la magia son inmunes a la magia. Pero no los humanos.

-¿Q-que…?

Magia…

Parpadeo.

-Ahora, Arista, -menciono su nombre sin ella saber cómo el lo conocía, pues jamas se lo dijo. Y pudo ver los retazos de su magia a su alrededor envolviendo sus palabras dulcemente -Arrodíllate, -parte de un hechizo inmortal- arrodíllate, y ahora, ladra como un perro.

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