425. DI QUE ERES MÍA

KATHERINE

Estaba fuera de control, sus caninos peligrosos rozando mis pechos. Sabía que hasta que no le diera lo que necesitaba, no pararía.

—Mmmm, no, no, aquí no, cariño. Estoy muy pegada a la puerta, Vorath… sshhh, espera, mi lobo…

Le supliqué al ser penetrada por dos dedos, adentro y afuera, adentro y afuera…

Sentía mis propios fluidos salpicar entre mis muslos; su boca chupaba mi cuello, ardiente y desesperada.

—Nena, necesito montarte ahora, ¡joder, lo necesito! —Elliot gruñó, mitad bestia y humano.

La dureza de su polla restregándose contra mi vientre, sus manos callosas y toscas se aferraron a mis nalgas.

—Ábreme la bragueta y sácame la polla, voy a cargarte, Kath, por favor… —jadeaba cachondo contra mi boca, nuestras frentes sudadas unidas, el calor del deseo derritiendo nuestras voluntades.

—Ven, ven —lo empujé como pude.

Sin dejar de tocarme, lo arrastré hasta el piano, donde me giré de espaldas a él y subí mi falda con total indecencia, sosteniéndola en mi cintura.

Mis nal
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