SIGRID— Lo mismo que querías hacerle tú, hermanita, Electra, esta aquí adentro encerrada – me señalé el pecho de manera teatral.A nuestro alrededor el fuego devoraba todo a su paso, el calor abrazador sacaba vapor de nuestras bocas y iluminaba nuestro enfrentamiento.— Qué dolor ver cómo tu hermana preferida quería cortarte la cabeza.— ¡Lo sabía, sabía que Electra nunca podría traicionarme! – me gritó, ya no se veía tan elevada y segura.— ¡Debí sospechar que trabajabas para la maldit4 de la Reina! Pero conozco a la Reina y a la princesa, ¿cuál Selenia eres? ¡No me digas…! ¡¿no me digas que eres Juno?! — dio un paso atrás con evidente alarma.— ¡Se suponía que ya no interferirías en las decisiones del Reino, que te irías a morir en paz, vejestorio!Vaya, parece que la primera Selenia aún vivía, que revelación.Y claro, recordé que ella parecía haber sido la primera elegida para sellar la prisión de Umbros, así que tenía sentido.Juno, la Reina actual y Renata, eran las tres Selenia
NARRADORASigrid vio a Morgana darle la espalda, llena de sangre fluyendo por las decenas de heridas en su cuerpo.Lista para escapar corriendo a algún sitio. Era increíble lo humillante que podía resultar cualquiera frente al miedo a morir.Todo el glamour y la elevación no existían en los momentos críticos.Morgana estaba desesperada como nunca en su vida. ¿Cómo pudo ser tan idiota y alimentar a una enemiga formidable justo debajo de sus narices? ¿En qué momento esa Selenia parasitó el cuerpo de Electra? No tenía tiempo ahora para averiguarlo, escaparía veloz hacia su mansión, debía recoger a sus hijos y huir a través del portal en el santuario secreto, donde guardaba el libro más poderoso de su familia, el Libro del Risorgimento.No podía caer en manos de esta maldit4; todos los secretos de sus antepasados, hechizos que ni siquiera dominaba.Murmuró las runas de escape, crearía un portal hacia el exterior de la mansión de Electra.Se asfixiaba, tosiendo ronca y la piel le ardía
NARRADORA Sigrid se alejó de su posesivo tormento, hablarían luego, pero las oleadas de malicia provenientes de Morgana le estaban llegando. — Silas, no olvidemos que tenemos una espectadora, qué vergüenza – se giró hacia ella, observándola con una sonrisa torcida. Morgana tembló por un momento recordando los dolorosos ataques de esta mujer, cada vez la abandonaba más la esperanza. — Bien, acabemos con esto… — ¡Espera! ¡Espera, te puedo dar algo a cambio, solo necesito que me dejes vivir! ¡Me iré lejos con mis hijos, te lo juro por la Diosa, todo el feudo será tuyo, nunca me verás más! – gritó de repente, ya tirando toda la dignidad por el suelo. — ¿Me hablas del Libro del Risorgimento? – Sigrid le preguntó con ironía viendo el rostro contraído de Morgana. ¿De verdad pensaba que lo mantenía tan secreto? — Yo puedo dártelo… — Mi señora no necesita nada tuyo, lo que sea que haya en esta mansión le pertenece. ¿Puedo asesinarla ya? – Silas se giró hacia Sigrid, su pa
NARRADORA Había una bruma negra rodeando toda la edificación, como un domo gigantesco, nada se podía ver más allá. Estiró la mano en el aire y ni los dedos se podían distinguir entre tanta oscuridad. Pensó que este era el famoso escudo de Alessandre, entonces debería haber venido y lo hizo, solo que se mantuvo en las sombras del bosque, cada vez más asombrando, espiando y aprendiendo. — Lo creé para protegerte, nadie pudo sentir tu poder de Selenia – Silas confesó tomándola por sorpresa. — ¿En serio fuiste tú? —Sí, protegeré siempre a mi señora - le dijo inflando el pecho— No necesita a nadie más. Sigrid sonrió llena de maripositas en el pecho. Ya estaba entendiendo el porqué a su madre le brillaban los ojos por la posesividad cavernícola de su padre. — Wao, mi Silas que competente se ha vuelto, tan inteligente y confiable —subió la mano y le acarició la barba incipiente, los ojos dorados brillaban complacidos. De repente lo tuvo besando su boca. La punta de su lengua
SIGRID No supe qué decir ni hacer; una lágrima silenciosa rodó por la esquina de mis ojos que solo miraban hacia el cielo. ¿Cómo no lo vi antes? Ahora me resultaba tan evidente. El hombre que hablaba con calidez a mi espalda, que me abrazaba y susurraba palabras de amor en mi oído, mi mate, es el supuesto villano. El más temido, el más cruel y sanguinario, es increíble cómo los vencedores pueden tergiversar la historia. —… pero me puedes seguir llamando Silas, en realidad Umbros no es un nombre que me sea ya familiar, no me gusta … —¡No lo menciones más! —me giré de repente y le tapé la boca con mis manos—. Te llamas Silas, eres mi Silas, ese nombre no… ¡no lo menciones más…! Le grité intentando no quebrarme, como si solo no mencionar la palabra, pudiese cubrir su destino, la destrucción que él representaba. —Sigrid, ¿qué sucede? ¿Por qué lloras? —apartó mi mano de la boca, su rostro mostrando extrema preocupación y con sus dedos enjugó mis lágrimas que caían sin cesar. Me a
NARRADORA—Parece que está enamorado de Sigrid. —Peor todavía, Alessandre, tenemos a una bomba andante, ¿qué pasará cuando ella se marche a su mundo? —se quedaron mirándose en silencio, la respuesta era obvia. —Sin embargo, por ahora, Sigrid lo controla y necesitamos más aliados fuertes de nuestro lado, creo que lo más inteligente es usarlo y tenerlo cerca, ese hombre debe odiar a Lucrecia con su alma —Alessandre hacía sus propios cálculos y Renata también.Si Alessandre le llevaba la cabeza de Lucrecia Silver a la Reina, como el héroe que logró derrocar la amenaza de las brujas, además de controlar a los vampiros y jurar lealtad a la corona, podrían aceptarlo como el próximo Rey y esposo de Renata. —No podemos demorar nuestros planes, Sigrid se puede marchar en cualquier instante, no sé si encuentre el camino… —Amor —Alessandre la interrumpió, la decisión tomada en su mente— Lucrecia me invitó en unos días a una de sus “fiestas privadas” —Asquerosa —Renata hizo una mue
SIGRID Un gemido bajo escapó de entre mis labios entreabiertos, siento el calor ardiente que me consume. Algo demasiado placentero irrumpe en mi descanso, una sensación húmeda y deliciosa lamiendo entre los pétalos de mi intimidad.—Mmmm —me retuerzo en el limbo de mis sueños y la realidad, se siente tan bien, mmm, quiero más. Gimo contra una superficie blanda, mis manos se agarran a algo suave debajo de mí, abro mis piernas, empino mis nalgas. Dejo que manos rudas me manoseen y acaricien, que jueguen con mi clítoris, que devore mi intimidad, que me lleve a la lujuria extrema.—Silas —murmuro llamando su nombre.Un peso me presiona, mi cuerpo se siente dominado, las piernas abiertas, músculos duros como acero que no me dejan moverme, solo esperar y recibir.—Aaahh —mis ojos se abanican abriéndose a la realidad, mi boca no puede parar de gemir.En mi oído siento el gruñido contenido, los jadeos masculinos mientras me penetra. Algo duro y palpitante, una vara ardiente se abre paso
SIGRIDSu boca deliciosa me da besitos sensuales, complacidos, en esta habitación bañada por el cálido sol que se cuela por las rendijas de las ventanas de madera.No he tenido tiempo de examinar nada, no con este despertar tan apasionado, como quisiera despertarme todos los días de mi vida.—Silas —susurro contra sus labios, su pene va perdiendo dureza, pero aún lo mantiene penetrándome, sacándome suspiros.El olor a sexo salvaje, flota en el aire.Miro de repente a su cuello, ahora que pasé la resaca de lujuria, veo la fea marca de dientes. Sin mis caninos afilados de loba o vampira, debe dolerle mucho más.—No, no, ¿te lastimé? Amor, lo lamento. —Está bien, no importa —levanta una mano y se tapa la herida— Te gusta morder y a mí me gusta que me marques.Me responde como si fuera algo natural, y miro a sus ojos brillantes.No parece que mienta, además sé que con el poder que posee ahora puede sanarse al momento y elige no hacerlo.Diosa, ¿cómo pude siquiera pensar en esa atrocidad