NARRADORA Gabrielle comenzó a toser ruidosamente, sentía que Quinn no aguantaría y en cualquier momento entraría a rescatarla.“Ella nunca lo perdonará… señor… su hermano… es mi mate… es el hombre que está allí afuera,” jugó la carta que creía podría salvarle la vida.Solo esperaba que resultara.Zarek se quedó mirándola por un segundo que pareció una hora.De repente, escuchó una risa ronca y cínica salir de sus labios que daba más miedo todavía; sus afilados caninos brillaban con su aura asesina.“Te daré una última oportunidad porque ahora mismo no puedo dividir mi fuerza en tantas partes, pero si me vuelves a fallar, Gabrielle, sabes que tengo muchas maneras de asesinarte sin que ella se entere, ¿verdad?”“La recuperaremos, señor,” aseguró no muy convencida, pero qué más podría decir.Cayó entonces al suelo pesadamente, tosiendo casi a punto de echar los pulmones afuera.Pocas veces había estado del lado más débil, rendirle cuentas a Zarek, la hacía rechinar los dientes de la ira
NARRADORAMientras ella fuese su rehén, Zarek no lo atacaría; al fin y al cabo, todos estos trucos del control del castillo era lo único que realmente podía hacer, él seguía prisionero en la mazmorra más oculta y peligrosa. De un momento a otro, el oído sensible de Dante sintió el aire silbar y la magia asesina dirigiéndose hacia él, todos sus instintos le ordenaron tirarse al suelo, y eso hizo. Se arrojó al suelo duro de hierro del puente, sosteniendo a Celine entre sus brazos, que temblaba y castañeaba los dientes con los ojos cerrados, llenos de humedad. —Si sigues presionándola de esta manera, la convertirás en una idiota antes de poder chantajear a Zarek —se giró, poniéndose de pie y dejando a Celine recostada en una esquina del puente, lejos de las sombras oscuras y muy cerca de él. —Prefiero quemarle el cerebro a que seas tú quien se beneficie de ella —Merkall escupió sangre al lado; lo habían herido y el olor a sangre flotaba en el aire. Mucha de su gente se tuvo que sac
NARRADORA—¡AAHHH!—¡¿Qué está sucediendo?!—¡El techo va a colapsar!—¡Todos huyan, todos fuera del acueducto!Los gritos se escuchaban provenientes de todos lados, no importaba si eran vampiros o hechiceros; cuando las paredes comenzaron a estremecerse y llovieron las piedras del techo, todos comenzaron a buscar la salida desesperadamente.Alguien estaba sacudiendo los cimientos del viejo acueducto desde arriba.En medio de la oscuridad y de los estrechos túneles, a punto de colapsar, no importaba si eras amigo o enemigo, se pisaban las cabezas y convocaban sus poderes para huir de morir aplastados.La sorpresa fue mayor cuando al salir en dirección al riachuelo, un ejército de hombres lobos los estaba esperando en el bosque.Los sobrevivientes de la batalla anterior estaban agotados y la mayoría heridos, pero estos fuertes y élites hombres lobos, estaban en su máxima potencia y sedientos de sangre.—¡DESPEDACEN A TODOS LOS REBELDES!El rugido del Rey Lycan incendió el espíritu de b
NARRADORAApretándose el pecho, obligó a sus piernas cansadas y heridas a trabajar nuevamente; el rastro de sangre iba quedando a su paso, pero no se detenía ni siquiera para sanarse a sí misma.Prefería enfrentarse a un lycan y morir rápido a quedarse aquí en este sitio.La niebla comenzaba a levantarse por entre las tumbas como si tuviese vida propia, se arremolinaba bajo sus piernas, al igual que manos intentando sujetarla.Laila corría aterrorizada, nunca había sentido tanto miedo en su vida, pasó por debajo del sauce y de repente las ramas comenzaron a batir con el fuerte viento.—¡Aahh, suéltame, suéltame! —gritó enardecida cuando las cuerdas verdes se enredaron en su cuello, estrangulándola, en sus brazos y piernas, reteniéndola.Laila luchó como una demente para zafarse, dando tirones a las ramas y sujetando con las manos las que estrangulaban su cuello, intentando romperlas.Sus pies dieron pasos inestables hacia atrás, el cabello húmedo le tapaba los ojos y juró que veía som
NARRADORALa oscuridad que pululaba como volutas de polvo al viento se extendió como una mano que acarició con suavidad las lágrimas en su mejilla.“Ven a mí, amor, no tengas miedo, avanza Celine” le pareció escuchar y al fin dio el primer paso y luego el segundo y el tercero, invadiendo al fin el terreno bajo el control del príncipe vampiro.Pegada a ella siempre como un parásito, iba Merkall, asegurándose en todo momento que su hechizo permanecía activo dentro de Celine.Zarek podría ser muy poderoso, pero él tenía agarrada su mayor debilidad.Avanzaron por un pasillo oscuro y estrecho.Los ojos de vampira de Celine funcionando al máximo para observar su entorno.Había asesinado a su supuesto mate con sus propias manos y le había importado un pepino.Cuando la orden de ese hechicero se vertió en su mente, simplemente no pudo rechazarla, como cuando le dijo a Dante que debía ir solo al castillo. Era como si ella gritara prisionera dentro de su propia cabeza, quería que su cuerpo le r
NARRADORACuando los pies de Gabrielle pasaron el umbral de la puerta, su cuerpo entero sufrió una profunda transformación. Su ropa sencilla y sucia por el fango del camino se convirtió en un exquisito vestido rojo, como los que utilizaba cuando era la soberana y dueña del trono. Su cabello negro caía brillante hasta su cintura, la venda en su hermoso rostro desapareció y sus ojos azules, expresivos y severos, miraron con firmeza hacia delante. Era la digna imagen en su máximo esplendor del pasado y, aunque Gabrielle sabía que todo era parte de la ilusión de Zarek, le agradecía la consideración. Cuando Celine vio a Gabrielle, enseguida pensó en su hermano; no importa cuán confundida estuviese, nunca olvidaría a Quinn."Él está bien, no te preocupes", Gabrielle la miró por un segundo al pasar a su lado y logró introducir ese mensaje en su atormentada mente. Zarek no había dejado avanzar más a Quinn a partir de un punto y, a pesar de quedarse echando chispas, no pudo hacer más que
NARRADORALe ordenó a Merkall que estiró su brazo y comenzó a leer las runas debajo de él, era un mago y su conocimiento tenía. De repente, a medida que las palabras iban cayendo, las cadenas en el cuerpo de Zarek comenzaron a moverse como serpientes venenosas, arrastrándose por el espíritu de su cuerpo. Las ataduras se liberaron de la mano de Gabrielle y comenzaron a brillar enredándose en la muñeca extendida de Merkall que se sentía el rey del universo. Cada vena de su cuerpo palpitaba en éxtasis y la adrenalina corría impulsando sus anhelos y regocijo.—Oh sí, maldición —casi tiene un orgasmo cerrando los ojos del placer cuando tomó el control de esa magia tan antigua y poderosa, cadenas forjadas por la misma Diosa para controlar a un ser tan peligroso e indomable.Cuando Merkall abrió los ojos, respirando agitado y con luces aun titilando en sus pupilas, ya tenía a su nuevo sirviente parado delante de él.—¡Muéstrame tu ejército, Zarek, enséñame por qué eras tan temido! —le ord
NARRADORA —¿Cómo firmas un trato que ni siquiera sabes leer, imbécil? ¿Acaso eres una Selenia, eres descendiente de mi familia real? Zarek le preguntaba con burla y apretando con saña su cuello, por donde ya se escapaba la sangre que bajaba por su fuerte brazo y goteaba al suelo. —Qué lástima que no puedes asesinarme y ser de verdad el dueño del castillo y el ejército, tsk, tsk, ¿debería mandar a asesinar a tu hija a manos del hombre que fue tu enemigo? —No lo creo… —Merkall se rió de repente, mientras detrás del cuerpo de Zarek dos manos se alzaban empuñando una afilada daga que estaba al descender. Merkall fue arrojado con fuerza a una esquina del balcón, debajo la algarabía de sonidos excitados comenzó de nuevo a enardecerse. Zarek se giró con rapidez y la punta de la daga cayó justo apuntando a su corazón, por encima de su camisa. —Dime Celine, ¿qué decisión tomarás?, ¿me asesinarás o me aceptarás de verdad como tu mate en tu corazón? —le preguntó con frialdad, como nu