Perla Me levanto lentamente de la cama, todavía sintiendo el peso de la noche anterior, pero decidida a seguir adelante. Agarro mi teléfono y reviso si tengo algún mensaje de Leonor o mi jefe. Pero al ver que no tengo ninguna notificación, decido ir al baño, darme una ducha rápida y luego me voy al armario para elegir la ropa adecuada para el almuerzo. Busco algo que me haga sentir cómoda, entre la ropa nueva que compré escojo un vestido sencillo pero elegante, que refleja una mezcla de formalidad y comodidad, además es solo un almuerzo, pero de igual manera siempre debo vestir bien y mucho más si estaré bajo la sombra de mi jefe.Después de vestirme, me miro en el espejo, tratando de armarme de valor. Luego de lo que hice, realmente tengo vergüenza por verle la cara, hizo mucho por mí a pesar de que fue mi culpa por llegar allí.Tomo una respiración profunda y salgo de la habitación, caminando hacia el despacho de Fabiano.Marco su número y enseguida me responde.Llamada.—Te escuch
Fabiano Antes de irme a Italia debo hablar de unos asuntos importantes con el padre de Fiorella. Aparte del negocio que tenemos con el matrimonio entre Fiorella y yo—qué es un acuerdo prácticamente desde que nacimos—, también comparto otros intereses con él, entre esos el de lavado de dinero. Somos socios en varios negocios y la verdad, son bienes que Alberto tenía con mi padre, así que yo los he heredado. Esta noche los he invitado a una cena y aunque sé que Fiorella está molesta conmigo, debo invitar a sus padres, ya que al invitarlo a una cena como la he mandado a organizar, eso incluiría a su madre y por supuesto a Fiorella. Una cena familiar. Además, tanto Alberto como Fabiola, no tienen la culpa de que Fiorella este molesta conmigo. Necesito tener una conversación con Alberto sobre su negocio con la venta de los hoteles en Nueva York. Mi padre siempre confió en Alberto, y por supuesto yo lo hago, pero siempre estamos aclarando cuantas. Quizás por esa razón nunca hay desconfia
Fabiano Cuando Alberto y yo, estamos por acabar con nuestra conversación, dos toques a la puerta nos interrumpe. Por supuesto sé quién es la responsable, es imposible no conocer cuando Fiorella es quien toca a la puerta, aunque algunas veces no lo hace. —¡Adelante! —expreso todavía sentado en el sillón. Alberto libera un suspiro suave. —Bien, entonces todo queda así. Por favor, si necesitas algo no dudes en levantar el teléfono y llamar —avisa Alberto con una voz paternal. Afirmo. —Sí, sí, tengo por seguro —respondo. De repente, la puerta se abre suavemente y Fiorella entra con una sonrisa radiante en su rostro. Antes de que pueda decir algo, ella se acerca y me da un beso en la mejilla, lleno de cariño. Como si nada hubiera sucedido el día de ayer. Como si se le hubiera olvidado, qué me hizo una amenaza. Quizás para ella no es tan relevante, pero en nuestro mundo, las palabras tienen un peso. ¿Acaso piensa que me irá de lo peor si no me caso con ella?, ¿o lo decía para
Perla Con el corazón palpitante y una maleta a mis pies, observo la habitación, comprobando que no se me quede nada. Antes de hacer la maleta hice una lista, que por supuesto rectifiqué, pero todo está muy bien y creo que no se me queda nada. Justo en ese momento, escucho que tocan la puerta repetidas veces. No pierdo el tiempo y me acerco para abrir. Enseguida me encuentro con los rostros de Angela y la señora Elisa. —Nos hemos robado un momento en el trabajo para despedirnos de ti —dice Angela entrando a la habitación con una amplia sonrisa. —¿No olvidas nada? —pregunta Elisa, con la mirada en dirección a mi maleta rosa y entrando a la habitación. Con una suave sonrisa la miro. De pronto recordando a mi abuela. Ella era así conmigo. —No —respondo—. Ya he comprobado y no se me queda nada —dulce, le sonrío. —Muy bien —me mira—. Solo venía a ver como te sientes, ¿es la primera vez subiendo a un avión? Afirmo una sola. —Sí, señor —sonrío con nervios. —Tu tranquila, to
Perla La luz del sol se filtra suavemente a través de las grandes ventanas del Spa, creando un ambiente cálido y acogedor. Siento una mezcla de emoción totalmente llena de desconfianza mientras camino al lado de Fiorella. A pesar de que su sonrisa es deslumbrante, no puedo evitar sentirme un poco incómoda. No la conozco bien, y hay algo en su mirada que me hace dudar, muchas después del escándalo que armó cuando me consiguió en la habitación de Fabiano. La verdad, si la comprendo. —Vamos, Perla, te va a gustar —me dice, con un tono que intenta ser animado, pero que solo infunde más nervios en mi estómago. Entramos al área de meditación y, en el fondo, veo a Fabiola, la madre de Fiorella y a quien tuve el placer que conocer en la fiesta de los Greco. Está en una postura de yoga, con los ojos cerrados y una expresión de paz absoluta. Me siento un poco fuera de lugar, como si estuviera interrumpiendo un momento sagrado. Fiorella se acerca a su madre y, con un suave toque en el homb
Perla Subo a la camioneta con Fabiano y, Angelo, el chófer, arranca el motor y acelera hacia el aeropuerto. La carretera se extiende ante nosotros, y la ciudad se va desvaneciendo poco a poco en el retrovisor. Fabiano, a mi lado, tiene una expresión de concentración mientras mira hacia adelante, pero de repente se vuelve hacia mí. —¿Te trató mal Fiorella en algún momento mientras te enseñaba la casa? —me pregunta, su voz es amable, pero hay un destello de dureza en sus ojos. —No, todo bien —respondo rápidamente, queriendo que sepa que no hay nada de que preocuparse. —Fiorella no me dijo nada malo —le aseguro. Fabiano asiente, pero su mirada se mantiene fija en la carretera. —Está bien —dice al fin, pero su tono es serio. —Sin embargo, si en algún momento ella te dice o insinúa algo que no te parezca correcto, por favor, dímelo —pide mirándome fijamente. Afirmo una sola vez. —Claro, lo haré —le aseguro, sintiéndome un poco aliviada. No quiero que haya tensión entre nosotros
Perla El jet sigue surcando el cielo, y la suave vibración del motor crea un ambiente acogedor. Fabiano y yo estamos sentados uno al lado del otro en un sofá de cuero, con la cena aún por llegar. La luz suave y cálida del interior del jet me hace sentir cómoda, casi como si estuviéramos en un pequeño refugio en medio de las nubes. A medida que miro por la ventana, las nubes parecen un océano oscuro, y por un momento, me pierdo en la belleza del paisaje. Desde que tomamos asiento en los cómodos sofás, los dos no hemos parado de hablar de distintos temas. Y la verdad he empezado a saber un poco más de él. Que no debería de interesarme, por qué es mi jefe no mi amigo, pero la verdad si siento curiosidad por saber más y más. —¿Y tienes hermanos? Fabiano con su mirada sobre mí, niega una sola vez. —No. Soy único hijo —responde. Afirmo con una leve sonrisa. —¿Qué tal eran tus padres? —le pregunto, sintiendo curiosidad por su historia—. ¿Eran buenos contigo?, ¿o te exigían mucho?
PerlaEl sonido insistente de la alarma de mi teléfono me arrastra de un sueño profundo. Abro los ojos y me estiro, sintiendo cómo la pereza se disipa lentamente. Es hora de levantarme. La verdad anoche llegué cansada del viaje y lo único que hice al llegar, fue darme una ducha relajante en el jacuzzi del cuarto de baño de la habitación dónde me estoy hospedando y luego me lancé a la cama para sumergirme en un profundo sueño.Ya totalmente despierta, me arrastro hasta el baño, donde enciendo la luz y miro mi reflejo en el espejo. La noche fue reparadora, pero aún necesito un poco de tiempo para estar lista e ir a desayunar con Fabiano.Decido tomarme mi tiempo. Comienzo a lavarme la cara, sintiendo el agua fría que me despierta por completo. Luego, abro mi equipaje en busca de la ropa adecuada. Opto por un conjunto que me haga sentir segura y cómoda: una blusa sencilla pero elegante y unos pantalones que se ajustan perfectamente a mis piernas. Después de vestirme, me aplico un poco d