PerlaSigo al lado de Lidia, quien me mira. —No les hagas caso. Siempre son así con las chicas nuevas. Ellos saben que está prohibido cualquier relación amorosa —informa—. O insulto. Las dos salimos de la casa y nos dirigimos a la villa. —Trabajé en un bar, como mesera y barman. Creerme qué allí los «halagos» eran peores, Lidia. —Entiendo, ¿qué edad tienes? —24.—¡Ah, qué joven! Yo voy a cumplir 30, ¿el señor Greco te ha dado día libre? —me observa. —No… —Qué extraño. Puedes preguntarle a la señora Elisa —refiere. Nos detenemos frente a la puerta de la despensa y ella al abrir, entra. —Adelante. Sigo detrás y enseguida llegamos a la pequeña mesa del comedor, en donde están todas las mujeres de la cocina. —Buenos días, señoritas —saluda Lidia, quien se sienta en una de las sillas libres—. Les presento a Perla, nuestra nueva compañera. Todas me miran y me saludan con sonrisas amables. Yo, sin perder el tiempo, también me siento y miro la mesa repleta de comida de todo tipo y
Perla Termino de lavar los platos del almuerzo y me limpio el sudor de la frente con suavidad, para luego liberar un suspiro lleno de cansancio. Lo peor, es que me toca asistir como mesera a esa fiesta. ¿Cómo mesera? Miro hacia el reloj que está en la cocina y me doy cuenta de que estoy retrasada. —¡Mi Dios!, ¡lo olvidé! Reviso que todo esté en su lugar y con pasos rápidos salgo de la casa, para irme a la villa, pero justo por el camino me encuentro con Angela, quien viene caminando con rapidez, agita su mano. Me detengo y la miro roja. —Lo siento, estaba muy ocupada.—Vengo por ti —dice mirándome—. Te has tardado —comunica. —Lo lamento, lo había olvidado —refiero con voz rápida.—Vamos debemos de estar lista antes de que llegue el primer invitado —se da la vuelta y empieza a caminar—. Debemos llegar primero. También la sigo. Hasta que entramos por la puerta trasera y cruzamos al pasillo, después nos detenemos en su habitación. —Entra —indica y abre la puerta—. Eres bienven
PerlaAl salir de la habitación nos dirigimos en dirección a la despensa, y en donde ya Maria está esperando con su vestido blanco, y ya lista, además de la señora Elisa. —¡Oh, vaya! —dice con una sonrisa—. Lucen muy guapas.—Gracias —responde Angela con una sonrisa.—¿Ya están listas? —inquiere Elisa.—Sí, ya estamos listas —respondo mirándola.—Perfecto. Vamos, mujeres. Le voy a explicar el protocolo —Elisa mira el reloj que tiene en su muñeca—. Dentro de diez minutos empezarán a llegar los invitados —informa.Las tres nos mantenemos en silencio y cuando Elisa empieza a caminar enseguida la seguimos.Al salir de la despensa, nos vamos en dirección al jardín trasero en donde se ve a lo lejos una cancha grande de tenis. Del otro lado cerca del jardín hay un tordo color blanco muy grande, unos sofás cómodos largos y acolchados en color verde oscuro que contienen mesas cortas y rectangulares. En una esquina del tordo, hay una mesa larga que contiene platos y copas, también hay neveras
Perla Llena de vergüenza, con rapidez quita la mirada y me encargo de recoger la bola de billar que he hecho caer sin querer. Al levantarme dejo la bola sobre la mesa y decido mirar al hombre frente a mí. —Disculpe de nuevo. —respondo con voz suave y volviendo a mirarlo a sus ojos azules—. No quise interrumpir su llamada, señor. La verdad, sí. Pero no de esa forma. —No se preocupe, señorita —guarda el teléfono en el bolsillo de su pantalón y con los ojos sobre mí, se empieza a acercar a mi lugar—. ¿Cómo te llamas? —se detiene delante de mí y guarda las manos en los bolsillos de su patrón fino. Su piel es blanca y es más alto que yo. La verdad también puedo agregar que es muy guapo. Aparenta unos veintiocho años de edad. Su mandíbula se marca, tiene la nariz derecha y una impecable barba escasa, pero que le luce muy bien. Por su manera de vestir se nota que es un hombre adinerado. —Soy Perla Lee, señor —extiendo mi mano y le regalo una sonrisa—. Mucho gusto. Mira mi mano y
FabianoCuando me acerco al toldo, veo que Julio y Lucas ya han llegado, sin embargo, trato de no prestarle atención a la Perla vestida con ese sencillo vestido que está usando para la reunión de hoy. Mentiría si digo que no se ve hermosa, pero en realidad resalta más que las demás mujeres que están trabajando. Por otro lado, algo me llama la atención. No sé si me estoy volviendo loco, pero podría decir que es la hija perdida de Lucas Degli, realmente hay una gran similitud entre ellos y al parecer él lo ha notado porque no ha dejado de mirarla.Aunque ella es de estatura baja, tiene los rasgos muy parecidos a los de Lucas y por supuesto, que también a Julio. Ese cabello oscuro y esos ojos verdes, además de la pequeña nariz que es hereditaria de generación en generación, en los Degli.La familia Degli ha sido parte de la familia Greco desde hace muchos años debido a los negocios, es por esa razón que conozco también a los descendientes de Luca, pero quizás debo estar loco de remate. L
FabianoPasa saliva por su garganta y con delicadeza, acomoda dos mechones de su cabello detrás de sus orejas. Mirándome con mucha atención. —Si le soy sincera, estoy de acuerdo. No me gusta tener problemas con las personas a mi alrededor, mucho menos si se trata de mi jefe —aclara.Curvo los labios.—Eso me parece bien, Perla —me incorporo en el sillón—. Mucho más si es el bien, para nuestra relación laboral.Afirma.—Estoy totalmente de acuerdo.—Muy bien. La última vez que hablamos en el despacho tú me dijiste sobre las distintas áreas de trabajo a donde has estado activa —prosigo—. Me comentaste que has sido secretaria, ¿no?—Sí, señor —afirma.—Muy bien, Perla —trago con suavidad—. Yo necesito otra secretaria y creo que tú has llegado en el momento adecuado. Como sabrás Leonor es mi secretaria, pero sinceramente es mucho trabajo solo para ella. Tengo muchas responsabilidades y negocios a nivel mundial, y para Leonor, a veces es estresante y complicado —hago una pausa—. A mí me i
PerlaMe consiguieron literalmente dentro de un basurero y me secuestraron por lo que vi, ya que estuve en el lugar equivocado. Yo sé que estas personas no son para nada buenas, trabajan con negocios ilícitos, de eso yo soy consciente. Pero, a pesar de todo, pasé de casi vivir en la calle a tener un buen trabajo. El señor Fabiano y yo no empezamos las cosas bien, pero me agrada que se le haya ablandado el corazón y también que le haya hecho caso a la señora Elisa. Ser secretaria no es algo tan relevante, pero para mí sí lo es. Hace unos días me había quedado sin trabajo gracias a las acciones de mi madre, ya que me dejó una gran deuda en el bar debido a las bebidas alcohólicas qué sacaba en mi nombre y al final tuve que pagar hasta el último centavo y pedirle oportunidades a mi jefe, para que no me despidiera, porque mi madre totalmente borracha iba al bar y armaba grandes escándalos frente a los clientes, por supuesto mi jefe se cansó y un día de la nada me echó. Entonces me quedé s
PerlaFabiano frunce el ceño y la mira fijamente.—Fiorella, cariño —él le acaricia el cabello con delicadeza—. En estos momentos estoy ocupado, necesito que me esperes en la reunión —refiere con voz suave, pero grave.Fiorella lo mira sin sonreír y luego sus ojos se posan en mí.—Está bien —desliza una sonrisa y mira a Fabiano—. Te espero. No te tardes tanto —ella agarra la mejilla de él y le da un beso corto en los labios—. Te amo —le lanza un beso volador y luego se levanta del regazo de su prometido.Ni siquiera me mira y se encamina hacia la puerta para salir de la habitación, pero así como ella sale, otra persona entra y se acerca.—Ya estoy aquí, señor —la voz de la mujer que me ayudó el día del incidente con los perros, suena detrás de mí y luego aparece a mi lado. Una un hermoso vestido largo de color amarillo cálido y su cabello pelirrojo, va recogido.—Hola, Leo —la saluda Fabiano—. Por favor, toma asiento al lado de Perla —le indica él—. Quiero hablar contigo. —Si, señor