CAPÍTULO 86

Era un día gris y lluvioso cuando Alexander se encontraba en su oficina, revisando documentos y tratando de concentrarse en el trabajo. La lluvia caía con fuerza sobre las ventanas, dejando un día aparentemente frío.

Adelaida, su madre, estaba allí. Su presencia lo sorprendió y lo llenó de mucho enojo.

—Lo siento, señor —se asomó Elena, su secretaria, al parecer no pudo manejar la situación.

Él asintió y resopló mirando a su "madre".

—Alexander... —comenzó ella con voz temblorosa, visiblemente afectada por el encuentro.

Él la miró con incredulidad.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, tratando de mantener la calma, pero su voz tembló por la tensión —. No compremos por qué apareces de pronto, no sé que te da el derecho.

—Vine a verte. Necesitaba hablar contigo. —Adelaida dio un paso hacia adelante, pero él se mantuvo en su lugar, como si un gran muro se imponía entre ellos.

—¿Hablar? —replicó Alexander, sus ojos fijos en ella—. ¿Después de todos estos años? ¿Ahora que te sientes arrepent
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