Días después, Damián y Alexander asistieron a un evento benéfico en un elegante salón de la ciudad. El lugar estaba lleno de luces brillantes y conversaciones animadas entre los presentes, y la música suave creaba un sitio extraordinario. Damián, siempre atento a las oportunidades, se acercó a Alexander con una sonrisa traviesa.
—¡Mira! —pronunció Damián, señalando a una mujer que destacaba entre la multitud—. Te quiero presentar a alguien.Se acercaron a una exuberante castaña de ojos verdes, cuyo cabello brillaba bajo la luz. Su nombre era Isabella Altamira, una empresaria dueña de una reconocida compañía de textiles. Era innegablemente hermosa y desprendía seguridad.—Isabella, este es mi sobrino Alexander —habló Damián, dejando a ambos a solas con la intención de que entre ellos pudiera surgir algo especial.Por supuesto, a Alexander no le agradó en absoluto lo que estaba haciendo su tío, sin embargo, no podía nada más que seguirle la corrientA la mañana siguiente, Alexander despertó con una sensación de confusión y dolor. La noche anterior había sido un escape, un intento de alejarse de sus problemas, pero ahora la realidad lo golpeaba con fuerza. Mirando a Isabella, sintió que había encontrado una forma de salir de su presión, esa que le imponía el recordatorio de su tío, así que, de manera repentina e inesperada, le propuso que fuera su esposa.—... Solo cásate conmigo. —¿Por qué quieres que me case contigo? —inquirió Isabella, sorprendida por la súbita propuesta.Alexander la miró con seriedad, y su respuesta fue sencilla. —Necesito una esposa. Isabella, reconociendo la magnitud de Alexander Whitmore, entendió que estaba frente a una oportunidad única. Cualquier mujer querría estar a su lado, y ella, con su ambición, vio esto como una manera de hacer crecer su compañía y su propia imagen pública.—Está bien, acepto salir contigo —soltó ella, con una sonrisa calculada—. Y, por supuesto, espero una propuesta de matrim
De pronto era como si su corazón había sido partido en pedacitos. Ella no imaginó sentirse de esa manera, pero era precisamente el sentimiento de impotencia y esa reacción absurda hacia la relación de Alexander con otra mujer, lo que le enfadaba demasiado. —¿Por qué tengo que sentirme así? Soy una estúpida —escupió apretando con fiereza la mandíbula. ***Lauren yacía en su cama, envuelta en un silencio profundo. Sus ojos, cansados de tanto llorar, miraban fijamente al techo, mientras su mente daba vueltas a los recuerdos del pasado. Apenas unas horas antes, Camila la había llamado con una noticia que le había partido el corazón en mil pedazos: Alexander, su ex esposo, se iba a casar con Isabella. Lo detestaba con toda su alma. Cerró los ojos con fuerza, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con brotar de nuevo. Después de todo había encontrado la forma de seguir, sin embargo no hacía mucho que le suplicaba a ella por una oportunidad, entonces... ¿cómo podía Alexander da
—Sí, solo un poco cansada, supongo —dijo finalmente, evitando entrar en detalles.Emma asintió, aunque su mirada parecía escanear el rostro de Lauren en busca de más.—Si necesitas algo, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para ayudarte —soltó, todavía con esa sonrisa que no lograba convencer a Lauren.A pesar de la amabilidad aparente, Lauren se sintió incómoda. La situación con Alexander la había dejado vulnerable, y no estaba segura de cuán genuino era el interés de Emma.Mientras Emma se alejaba, Lauren tomó un sorbo de su café. Aunque trató de alejarse de todo lo que llevara su nombre, fracasó. Su mente seguía atrapada en el mismo lugar: la inminente boda de su exmarido y la vida que estaba a punto de comenzar sin ella.Mientras tanto, en el exterior la asistente ya deslizaba una maligna sonrisa y celebraba en su interior la decisión de Alexander, si bien la hizo a un lado y nunca la tomó en cuenta como mujer, el hecho de que el millonario estuviera a punto de casarse con alguien
La noche de la fiesta de compromiso de Isabella y Alexander estaba llena de brillo y sutuosidad impresionante. La elegante sala estaba decorada de una manera tan perfecta. Lo invitados estaban boquiabiertos por la impresionante preparación y lanzaban elogios por doquier. Lauren, sin embargo, se encontraba en un debate constante. Había decidido asistir a la fiesta, aunque su corazón latía con fuerza y su estómago se retorcía de nervios. No había sido invitada formalmente, pero sabía que no podía permitir hacerle ver a Alexander que a ellq le afectaba verlo con alguien más. No podía dejar que la situación la controlara. Quería demostrar que estaba bien, que había seguido adelante.Cuando llegó, se obligó a sonreír y a felicitar a Alexander. Al verlo en medio de la celebración, con una sonrisa radiante, (que no sabía si era verdadera) y a Isabella a su lado, sintió como si le hundieran un arma blanca en su órgano vital, su pobre corazón desquebrajado.—Lauren, no tienes que permanecer a
Mientras tanto, en la fiesta, la celebración continuaba. Isabella, con su sonrisa encantadora, se movía entre los invitados, disfrutando de la atención que recibía como futura esposa de Alexander. Sin embargo, no podía evitar sentir una punzada de celos al ver a Lauren interactuar con él. La presencia de Lauren era un recordatorio constante de su pasado, y aunque Isabella se sentía segura de su posición, había algo en la forma en que Alexander miraba a Lauren que la inquietaba. —¿Todo bien? —inquirió su prometido, acercándose a Isabella con una copa de champán en la mano. —Sí, solo un poco de estrés por la fiesta, pero todo en orden —le aseguró sonriendo, pero su mirada se desvió hacia donde Lauren había desaparecido. —No te preocupes, todo está bajo control —soltó él, intentando tranquilizarla. —¿Por qué has invitado a tu exesposa? —No lo hice. Arqueó una ceja y resopló. —¿Ah no? —Estoy diciendo la verdad. A él, ¿le importaba realmente que ella estuviera allí? —Isabe
Lauren, todavía en la habitación del hospital, sentía que el mundo se le venía encima. La incertidumbre sobre su futuro la consumía; no sabía qué rumbo tomar y eso la aterraba. El recuerdo de lo que esa noche pasó con Alexander la perseguía y la situación actual de su exmarido comprometido con otra mujer, lo empeoraba todo. —¿Por qué está pasando esto? —murmuró para sí misma, sintiéndose atrapada en algo que volvía a repetirse. El simple pensamiento de otro embarazo la llenaba de pánico. Era patético, se decía a sí misma, estar esperando un hijo de su exesposo, especialmente en medio de todo lo que había pasado entre ellos. Después de recibir las recomendaciones del doctor, que le hablaba sobre la importancia de cuidar su salud y su bienestar emocional, decidió que era hora de salir de ese lugar. —Necesito tiempo para pensar —soltó, dirigiéndose a la enfermera que la asistía—. No puedo estar aquí más tiempo. La enfermera asintió, comprendiéndola. —Entiendo. Pero recuerd
Elijah apareció de repente y se quedó mirando a su amigo, quien parecía afectado por alguna situación. Incluso sin preguntarle, ya le venía la cabeza el nombre de Lauren. Ella era el eje de la vida de Alexander. Torno a ella, todo giraba. —Amigo, quita esa cara, apenas ayer fue tu fiesta de compromiso y ya estás otra vez... ¿preocupado? —Elijah, tienes razón. Todo esto del compromiso es un completo error, tienes razón. Lo hice para intentar sacarme de la cabeza a Lauren, presionado por lo que me ha dicho Damián, sin embargo no puedo sentir ni una pizca de cariño hacia Isabella, ni siquiera nos conocemos lo suficiente. El aludido se quedó impactado ante la admisión de Alexander que claramente no se esperaba, ni siquiera sabía que decirle para animarlo. —Oh... ¿Por qué de manera repentina te encuentras tan reflexivo respecto a tu situación? —Porque Lauren está embarazada. Porque la amo, porque quiero que me dé una segunda oportunidad... Elijah, no quiero tirar la toalla en realida
Alexander miró a su alrededor. Todo impecable. Lauren incómoda, le pidió que se sentara. Él lo hizo. —¿Dónde está Lucas? —Ha salido con Bianca a la feria de juegos, de seguro ya están por llegar —pronunció sin mirarlo y se movió a la cocina —. ¿Quieres algo de beber?—Un vaso de agua, estaría bien. Ella volvió pronto y se lo dió. Tomó asiento en el otro sofá. —Alexander, ¿qué se supone que haremos? Él dió un sorbo al líquido cristalino y volvió a mirarla. —No me casaré. —¿Qué se supone que cambia eso? Estoy embarazada, maldita sea, esto no lo quería en mi vida, no otra vez. Estoy asustada Alexander la miró fijamente, como si estuviera intentando comprender cada palabra que decía.—¿Asustada por qué? —preguntó, su voz ahora más suave—. ¿Por lo que piensas que esto significa para nosotros?—Sí —respondió ella, sintiendo que las lágrimas amenazaban con asomarse—. Estar embarazada de ti... de mi exesposo. Todo es tan complicado. No sé si estoy lista para ser madre otra vez, y muc