CAPÍTULO 67

Días después, Damián y Alexander asistieron a un evento benéfico en un elegante salón de la ciudad. El lugar estaba lleno de luces brillantes y conversaciones animadas entre los presentes, y la música suave creaba un sitio extraordinario. Damián, siempre atento a las oportunidades, se acercó a Alexander con una sonrisa traviesa.

—¡Mira! —pronunció Damián, señalando a una mujer que destacaba entre la multitud—. Te quiero presentar a alguien.

Se acercaron a una exuberante castaña de ojos verdes, cuyo cabello brillaba bajo la luz. Su nombre era Isabella Altamira, una empresaria dueña de una reconocida compañía de textiles. Era innegablemente hermosa y desprendía seguridad.

—Isabella, este es mi sobrino Alexander —habló Damián, dejando a ambos a solas con la intención de que entre ellos pudiera surgir algo especial.

Por supuesto, a Alexander no le agradó en absoluto lo que estaba haciendo su tío, sin embargo, no podía nada más que seguirle la corrient
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