Lauren estaba en su casa, mientras terminaba de realizar algunos pendientes que no pudo acabar en la oficina, y su pequeño hijito recién llegaba con Bianca del colegio y estaba ansioso por comer, siempre que regresaba del colegio le daba más apetito y le encantaba poder haberle preparado con anticipación, un nutritivo almuerzo. —Mamá, hoy me la pasé súper genial en el colegio, la maestra nos llevó a todos a ver una función de teatro. Bianca sonrió cuando Lauren conectó con ella —La función la prepararon los niños más grandes y se realizó en el patio de la escuela. Fue divertido —explicó. —Oh, ahora entiendo. Bianca, ¿Te quedarás a comer? Hice suficiente comida. —Te lo agradezco, sin embargo no me siento muy bien. Es decir, me duele un poco la cabeza. —Tengo analgésicos. —No, descuida. Ya se me pasará. Lauren hizo una mueca. Solo ahora se daba cuenta de aquel brazalete adornando la muñeca pálida de Bianc
Lauren se asomó a la habitación de su hijo, Lucas, y su corazón se llenó de ternura al verlo sentado en su cama, mirando su reloj. Era el regalo que su padre, Alexander, le había dado aquel día en la clínica. Lucas levantó la vista y sonrió al verla.—¡Es increíble, mamá! —exclamó, mostrando el reloj con orgullo—. ¡Papá es el mejor!Lauren no pudo evitar sonreír al escuchar las palabras de su hijo. Asintió, sintiendo que no podía controlar sus emociones. Incluso si ella y Alexander tenían sus diferencias, siempre había algo especial en la forma en que Lucas hablaba de su padre.Justo en ese momento, su teléfono sonó. Era Alexander, llamándola para avisarle que iba de camino.—Voy para allá, Lauren —dijo él, de forma repentina. Ella no le dio tiempo para más reclamos. Sabía que no era el momento adecuado para discutir. En poco tiempo, el timbre sonó, y Lucas corrió hacia la puerta desesperado.—¡Papá! —gritó, abriendo la puerta con una sonrisa radiante.Alexander entró, y su rostro se
Bianca estaba en su habitación, llorando sin parar. La tristeza la invadía, y su corazón anhelaba a Elijah. Deseaba con todas sus fuerzas que él estuviera a su lado, apoyándola y entendiendo lo que sentía. No podía evitar pensar en cómo sus padres nunca aceptarían su relación. Tenía que hacerles entender que ella lo había elegido, y que eso debería ser suficiente.Con las lágrimas aún corriendo por su rostro, Bianca tomó su teléfono y decidió llamar a Lauren. Sabía que necesitaba desahogarse y que su ella siempre había estado ahí para escucharla.—Hola, Lauren —dijo Bianca, tratando de contener sus sollozos.—¿Bianca? ¿Estás bien? —quiso saber, preocupada por el tono de su voz.—No, no estoy bien —confesó Bianca—. Quería decirte que estoy saliendo con Elijah. El brazalete que llevé puesto fue un regalo de él.Lauren se quedó en silencio por un momento, sorprendida por la declaración. Ahora Lauren comprendía la razón por la que los vio aquella vez juntos, no se trataba de una coinciden
Janet se quedó en la sala, no podía dejar de pensar en su hija y la forma extraña en la que actuó aquel día, tenía mucha curiosidad sobre con quién estaba saliendo, le preocupaba no tener idea de quién era. Ella se preparó un té en la noche, buscando consuelo en la calidez de la bebida. Mientras lo disfrutaba, su marido, Danilo, apareció por allí y notó la preocupación en su rostro.—¿Todo bien, cariño? —preguntó Danilo, acercándose a ella.Janet suspiró, dejando que su preocupación saliera a la luz.—No, no estoy bien. Me inquieta no saber con quién está saliendo nuestra hija. Me siento tan perdida.Danilo asintió, sintiendo la misma inquietud.—Yo también lo he estado pensando. Es difícil no saber qué está pasando en su vida. Bianca siempre nos ha contado todo lo que pasa en su vida, pero ahora parece un poco más hermética, sé que las personas con el paso del tiempo cambian y ella ya no es una niña, aún así de la noche a la mañana parece diferente. —Lo sé, cariño. No podemos permi
Bianca sintió que todo a su alrededor caía. Sabía que debía ser clara y honesta. Miró a sus padres, tratando de leer sus expresiones, antes de continuar.—Mamá, papá, quiero que sepan que Elijah es alguien muy importante para mí. Sé que esta relación los toma por sorpresa, pero nosotros nos estamos conociendo y me siento feliz a su lado. Elijah, sintiendo la presión de la situación, decidió intervenir también. —Señores, entiendo que esto puede ser inesperado —comenzó, tratando de sonar respetuoso—. Solo quiero que sepan que Bianca es muy importante para mí. Danilo lo miró fijamente, evaluando lo que decía. —¿Cuántos años tienes? —cuestionó. —Treinta y siete. Janet suspiró, ¡Era obvio! Ese hombre era mayor que su hijita. Danilo, por su parte, mantuvo la calma. Ante todo, quería ser una persona civilizada, además, Elijah estaba siendo respetuoso. —¿Y cuánto tiempo han estado saliendo? —inquirió su madre, co
Cuando regresó, Elijah y sus padres seguían en la amena conversación. Ella se sentía tan desorientada por ver que todo iba bien, era increíble. —Vaya, Elijah, ¿eres así de exitoso? —Lo tomaré como un cumplido, señora Brown. —Solo dime Janet, por favor. —Elijah, espero que podamos llevarnos bien. —Por supuesto, Danilo. Bianca se sentó un poco tímida, incorporándose en su lugar. Las miradas se clavaron en ella. —¿Todo bien? Ellos asintieron. —Tus padres son tan elocuentes —declaró él con una amplia sonrisa —. Han criado a una maravillosa hija. Ella se sonrojó. —Es cierto y, estamos orgullosos de ella —intervino Janet mirando a Bianca con dulzura —. Estábamos hablando de lo increíble que es Elijah en el mundo de los negocios, estamos sorprendidos. Danilo asintió, dándole un sorbo a su copa. <
Días después, Damián y Alexander asistieron a un evento benéfico en un elegante salón de la ciudad. El lugar estaba lleno de luces brillantes y conversaciones animadas entre los presentes, y la música suave creaba un sitio extraordinario. Damián, siempre atento a las oportunidades, se acercó a Alexander con una sonrisa traviesa.—¡Mira! —pronunció Damián, señalando a una mujer que destacaba entre la multitud—. Te quiero presentar a alguien.Se acercaron a una exuberante castaña de ojos verdes, cuyo cabello brillaba bajo la luz. Su nombre era Isabella Altamira, una empresaria dueña de una reconocida compañía de textiles. Era innegablemente hermosa y desprendía seguridad.—Isabella, este es mi sobrino Alexander —habló Damián, dejando a ambos a solas con la intención de que entre ellos pudiera surgir algo especial.Por supuesto, a Alexander no le agradó en absoluto lo que estaba haciendo su tío, sin embargo, no podía nada más que seguirle la corrient
A la mañana siguiente, Alexander despertó con una sensación de confusión y dolor. La noche anterior había sido un escape, un intento de alejarse de sus problemas, pero ahora la realidad lo golpeaba con fuerza. Mirando a Isabella, sintió que había encontrado una forma de salir de su presión, esa que le imponía el recordatorio de su tío, así que, de manera repentina e inesperada, le propuso que fuera su esposa.—... Solo cásate conmigo. —¿Por qué quieres que me case contigo? —inquirió Isabella, sorprendida por la súbita propuesta.Alexander la miró con seriedad, y su respuesta fue sencilla. —Necesito una esposa. Isabella, reconociendo la magnitud de Alexander Whitmore, entendió que estaba frente a una oportunidad única. Cualquier mujer querría estar a su lado, y ella, con su ambición, vio esto como una manera de hacer crecer su compañía y su propia imagen pública.—Está bien, acepto salir contigo —soltó ella, con una sonrisa calculada—. Y, por supuesto, espero una propuesta de matrim