Bianca estaba en su habitación, llorando sin parar. La tristeza la invadía, y su corazón anhelaba a Elijah. Deseaba con todas sus fuerzas que él estuviera a su lado, apoyándola y entendiendo lo que sentía. No podía evitar pensar en cómo sus padres nunca aceptarían su relación. Tenía que hacerles entender que ella lo había elegido, y que eso debería ser suficiente.Con las lágrimas aún corriendo por su rostro, Bianca tomó su teléfono y decidió llamar a Lauren. Sabía que necesitaba desahogarse y que su ella siempre había estado ahí para escucharla.—Hola, Lauren —dijo Bianca, tratando de contener sus sollozos.—¿Bianca? ¿Estás bien? —quiso saber, preocupada por el tono de su voz.—No, no estoy bien —confesó Bianca—. Quería decirte que estoy saliendo con Elijah. El brazalete que llevé puesto fue un regalo de él.Lauren se quedó en silencio por un momento, sorprendida por la declaración. Ahora Lauren comprendía la razón por la que los vio aquella vez juntos, no se trataba de una coinciden
Janet se quedó en la sala, no podía dejar de pensar en su hija y la forma extraña en la que actuó aquel día, tenía mucha curiosidad sobre con quién estaba saliendo, le preocupaba no tener idea de quién era. Ella se preparó un té en la noche, buscando consuelo en la calidez de la bebida. Mientras lo disfrutaba, su marido, Danilo, apareció por allí y notó la preocupación en su rostro.—¿Todo bien, cariño? —preguntó Danilo, acercándose a ella.Janet suspiró, dejando que su preocupación saliera a la luz.—No, no estoy bien. Me inquieta no saber con quién está saliendo nuestra hija. Me siento tan perdida.Danilo asintió, sintiendo la misma inquietud.—Yo también lo he estado pensando. Es difícil no saber qué está pasando en su vida. Bianca siempre nos ha contado todo lo que pasa en su vida, pero ahora parece un poco más hermética, sé que las personas con el paso del tiempo cambian y ella ya no es una niña, aún así de la noche a la mañana parece diferente. —Lo sé, cariño. No podemos permi
Bianca sintió que todo a su alrededor caía. Sabía que debía ser clara y honesta. Miró a sus padres, tratando de leer sus expresiones, antes de continuar.—Mamá, papá, quiero que sepan que Elijah es alguien muy importante para mí. Sé que esta relación los toma por sorpresa, pero nosotros nos estamos conociendo y me siento feliz a su lado. Elijah, sintiendo la presión de la situación, decidió intervenir también. —Señores, entiendo que esto puede ser inesperado —comenzó, tratando de sonar respetuoso—. Solo quiero que sepan que Bianca es muy importante para mí. Danilo lo miró fijamente, evaluando lo que decía. —¿Cuántos años tienes? —cuestionó. —Treinta y siete. Janet suspiró, ¡Era obvio! Ese hombre era mayor que su hijita. Danilo, por su parte, mantuvo la calma. Ante todo, quería ser una persona civilizada, además, Elijah estaba siendo respetuoso. —¿Y cuánto tiempo han estado saliendo? —inquirió su madre, co
Cuando regresó, Elijah y sus padres seguían en la amena conversación. Ella se sentía tan desorientada por ver que todo iba bien, era increíble. —Vaya, Elijah, ¿eres así de exitoso? —Lo tomaré como un cumplido, señora Brown. —Solo dime Janet, por favor. —Elijah, espero que podamos llevarnos bien. —Por supuesto, Danilo. Bianca se sentó un poco tímida, incorporándose en su lugar. Las miradas se clavaron en ella. —¿Todo bien? Ellos asintieron. —Tus padres son tan elocuentes —declaró él con una amplia sonrisa —. Han criado a una maravillosa hija. Ella se sonrojó. —Es cierto y, estamos orgullosos de ella —intervino Janet mirando a Bianca con dulzura —. Estábamos hablando de lo increíble que es Elijah en el mundo de los negocios, estamos sorprendidos. Danilo asintió, dándole un sorbo a su copa. <
Días después, Damián y Alexander asistieron a un evento benéfico en un elegante salón de la ciudad. El lugar estaba lleno de luces brillantes y conversaciones animadas entre los presentes, y la música suave creaba un sitio extraordinario. Damián, siempre atento a las oportunidades, se acercó a Alexander con una sonrisa traviesa.—¡Mira! —pronunció Damián, señalando a una mujer que destacaba entre la multitud—. Te quiero presentar a alguien.Se acercaron a una exuberante castaña de ojos verdes, cuyo cabello brillaba bajo la luz. Su nombre era Isabella Altamira, una empresaria dueña de una reconocida compañía de textiles. Era innegablemente hermosa y desprendía seguridad.—Isabella, este es mi sobrino Alexander —habló Damián, dejando a ambos a solas con la intención de que entre ellos pudiera surgir algo especial.Por supuesto, a Alexander no le agradó en absoluto lo que estaba haciendo su tío, sin embargo, no podía nada más que seguirle la corrient
A la mañana siguiente, Alexander despertó con una sensación de confusión y dolor. La noche anterior había sido un escape, un intento de alejarse de sus problemas, pero ahora la realidad lo golpeaba con fuerza. Mirando a Isabella, sintió que había encontrado una forma de salir de su presión, esa que le imponía el recordatorio de su tío, así que, de manera repentina e inesperada, le propuso que fuera su esposa.—... Solo cásate conmigo. —¿Por qué quieres que me case contigo? —inquirió Isabella, sorprendida por la súbita propuesta.Alexander la miró con seriedad, y su respuesta fue sencilla. —Necesito una esposa. Isabella, reconociendo la magnitud de Alexander Whitmore, entendió que estaba frente a una oportunidad única. Cualquier mujer querría estar a su lado, y ella, con su ambición, vio esto como una manera de hacer crecer su compañía y su propia imagen pública.—Está bien, acepto salir contigo —soltó ella, con una sonrisa calculada—. Y, por supuesto, espero una propuesta de matrim
De pronto era como si su corazón había sido partido en pedacitos. Ella no imaginó sentirse de esa manera, pero era precisamente el sentimiento de impotencia y esa reacción absurda hacia la relación de Alexander con otra mujer, lo que le enfadaba demasiado. —¿Por qué tengo que sentirme así? Soy una estúpida —escupió apretando con fiereza la mandíbula. ***Lauren yacía en su cama, envuelta en un silencio profundo. Sus ojos, cansados de tanto llorar, miraban fijamente al techo, mientras su mente daba vueltas a los recuerdos del pasado. Apenas unas horas antes, Camila la había llamado con una noticia que le había partido el corazón en mil pedazos: Alexander, su ex esposo, se iba a casar con Isabella. Lo detestaba con toda su alma. Cerró los ojos con fuerza, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con brotar de nuevo. Después de todo había encontrado la forma de seguir, sin embargo no hacía mucho que le suplicaba a ella por una oportunidad, entonces... ¿cómo podía Alexander da
—Sí, solo un poco cansada, supongo —dijo finalmente, evitando entrar en detalles.Emma asintió, aunque su mirada parecía escanear el rostro de Lauren en busca de más.—Si necesitas algo, no dudes en decírmelo. Estoy aquí para ayudarte —soltó, todavía con esa sonrisa que no lograba convencer a Lauren.A pesar de la amabilidad aparente, Lauren se sintió incómoda. La situación con Alexander la había dejado vulnerable, y no estaba segura de cuán genuino era el interés de Emma.Mientras Emma se alejaba, Lauren tomó un sorbo de su café. Aunque trató de alejarse de todo lo que llevara su nombre, fracasó. Su mente seguía atrapada en el mismo lugar: la inminente boda de su exmarido y la vida que estaba a punto de comenzar sin ella.Mientras tanto, en el exterior la asistente ya deslizaba una maligna sonrisa y celebraba en su interior la decisión de Alexander, si bien la hizo a un lado y nunca la tomó en cuenta como mujer, el hecho de que el millonario estuviera a punto de casarse con alguien