Capítulo 77
La pequeña Valentina tuvo que reemplazar a aquella pobre mujer, lavando ropa y cocinando todos los días, además de soportar las palizas de Gonzalo.

Él le jalaba el cabello, la pateaba, y a veces la azotaba con un cinturón.

Aquellos días fueron realmente difíciles de soportar.

Poco a poco fue creciendo, y su belleza comenzó a destacar demasiado en aquel entorno rural. Fue entonces cuando comenzaron a suceder cosas aún más terribles.

La mirada de Gonzalo se volvió lasciva. La forzaba a sentarse en sus piernas y la besaba en la cara con su boca apestando a alcohol y sudor.

Por las noches, cuando se bañaba, cerraba la puerta con mucho cuidado, pero al voltear, veía un par de ojos perversos y excitados mirándola a través de la rendija, llenos de lujuria.

Esa fue una pesadilla que la persiguió durante toda su infancia.

Una vez, él trajo a dos amigos a beber. Ellos preguntaron riendo: —Gonzalo, ¿por qué no buscas una nueva esposa?

Gonzalo rio perversamente: —¿No ven que estoy criando a mi nue
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