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El Poderoso CEO
El Poderoso CEO
Por: Búho Bander
Me has defraudado

El poderoso CEO

Capítulo 1

―¡Toc! ¡Toc! ―sonó la puerta.

―Adelante ―respondió una galante voz masculina.

La puerta se abrió rápidamente.

―¿Quién coño eres? Y ¿Qué haces con mi esposa?

―Eso no es asunto tuyo, además creo que ya no será tu esposa.

La mujer en la cama, estaba más que sedada, había sido tanto sedante que apenas tenía conciencia de ella, trato de levantarse, pero lo único que sintió fue una fuerte bofetada.

―Eres una perra. Te atreviste a acostarte con alguien justo el día de nuestro aniversario, solo eres una pobre perra. Mis padres siempre tuvieron la razón sobre ti.

Abigail Cleyton estaba muy molesto, no era posible que la mujer que amaba le hubiera puesto los cuernos de esa forma, y que su hubiera acostado con otro hombre en su propia cama. Eso no era algo que estaba en la capacidad de soportar.

Ella, Anabella Drys, no sabía qué hacer, ni siquiera estaba muy consciente de lo que acontecía, solo veía la figura borrosa de dos hombres y además, escuchaba fuertes gritos, trato de levantarse, pero no escuchaba ni entendía nada con claridad.

―No te preocupes amigo, la he hecho muy feliz está noche, es una mujer candente ―el hombre solo quería hacer que la señorita Abigail quedara lo peor posible ante todos los presentes. Los gritos y la discusión se escuchaba por todo el lugar, lo peor de todo es que la celebración se estaba llevando en la casa de los Cleyton, una de las familias con más dinero en el mundo, personas de mucho prestigio y poder.

Al escuchar el alboroto, los primeros en llegar a la escena, fueron los familiares de Abigail, al ver la escena quedaron asqueados por la forma en que estaba todo, la ropa de Anabella estaba por todos lados, y además la ropa del hombre que estaba con ella, un apuesto hombre, parecía inglés inclusive, pero este no soltaba palabra alguna sobre él, todo lo que decía era que había pasado una estupenda noche con la mujer.

―Eres un maldito, te voy a partir la cara ―dijo Abigail, y le lanzó un fuerte golpe al hombre, quien le esquivó con facilidad.

―No, yo no soy el culpable de nada, fue ella la que hizo que esto ocurriera. Mira como ha quedado de sorprendida por mi virilidad, algo que al parecer tú nunca le has dado. ¡JAJAJAJA! ―al terminar de decir esas palabras se escapó entre la multitud escaleras abajo, con la parte superior de su cuerpo desnuda, mientras que llevaba unos jeans.

―¡Anabella! ¿Cómo fuiste capaz de hacerme esto? ―cuestionó Abigail muy molesto.

―Te dije que ella siempre fue una cualquiera―dijo la madre de Abigail, que llegaba y enseguida se encontró con la desagradable escena.

Mientras Anabella aún no podía recuperar del todo la consciencia, pero ahora distinguía a su esposo.

―Por favor ayúdame ―le pidió a su esposo, pero este solo se retiró mientras que la veía de forma despectiva.

Su suegra se acercó y le propinó una fuerte bofetada que la envió directo al suelo.

“No es posible, pero sí yo no he hecho nada, ¿por qué me están tratando de esta manera?”, pensó Anabella. Los invitados llegaron a la escena, y al ver a Anabella media desnuda, se quedaron perplejos.

―Todos apártense ―llegó el hermano de Anabella, la cubrió con una cobija y la sacó de la habitación ―. Hermana, necesito que me digas lo que sucedió realmente.

―No sé nada, la verdad es que no entiendo que fue lo que sucedió ―confesó ella.

―¿Cómo no sabes? Te acaban de encontrar acostada con un tipo en la cama.

―Un… ¿Qué? Pero si yo no he hecho nada ―Anabella estaba recuperando la consciencia.

―¿Qué es lo que recuerdas? ―le preguntó su hermano.

―Lo último que recuerdo, fue cuando estaba en la cocina, estaba con todo el personal, y entonces llegó un hombre y me entregó una copa de vino, me dijo que lo hacía porque Abigail me la había enviado y que me apresurara, pero luego de allí no recuerdo más nada. Esto es todo lo que viene a mi mente.

―Hermana, te han puesto algo en la bebida, estoy seguro de que eso fue lo que sucedió ―su hermano luego de sacarla de la casa, la llevó directamente a su auto―. Toma hermana, ponte esto, es mi ropa de cambio por si sucede algo, pero creo que te servirá.

Anabella miro agradecida a su hermano Augusto, siempre había sido quien había estado allí para protegerla, ahora no era la excepción, a pesar de que ella seguía sin entender mucho y para ella era un poco exagerado que su hermano estuviera teniendo esa actitud, que ella fuera envenenada o algo por el estilo, no tenía mucho sentido, al menos no para ella. Se colocó la ropa y se fue con su hermano quien la llevó directamente a una clínica, allí pago los exámenes de ella, pues resulta que le encontraron un fuerte sedante en la sangre, e incluso tuvieron que hacerle un breve lavado de estomago, ya que el sedante era muy potente y le iba a durar mucho días con pesadez, además de que podía tener consecuencias muy graves.

―No es posible que me hayan hecho esto ―decía Anabella al salir del hospital.

―Hermana, hay muchas personas que te querían lejos de Abigail. Además que no le hubieras dado un progenitor a los Cleyton aún, es uno de los motivos para que crean que no eres digna de ellos, ya sabes cómo son ellos y estoy seguro de que alguno de ellos tuvo algo que ver con todo lo que sucedió.

Sin embargo, a pesar de que su hermano pensaba que tenía la razón, Anabella no lo creía así, hasta que recibió una llamada. Era la madre de Abigail.

―¿Te ha gustado el regalito? ―dijo con una voz frívola, ella había sido la causante de todo.

―¿Por qué lo ha hecho? ―preguntó muy dolida Anabella.

―No eres digna de mi hijo, te lo he dicho muchas veces, y quería que ya no estuvieras a su lado y mira, lo logré. Ahora para él, no eres más que una basura…

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