Noah se marchó rumbo a Tennessee con Spencer el lunes en la noche.
Todas las habitaciones de su casa estaban listas para ser ocupadas. Spencer se había asegurado de que así fuese. Adquirió una nueva cama para la niña, una mesa de escritorio con su silla, una cómoda de madera pulida de cuatro cajones, dos mesitas de noche, un par de modernas lámparas de pantalla y una alfombra felpuda color fucsia colocada a los pies de la cama. Las paredes fueron pintadas en dos tonos: rosado claro y blanco hueso; y bonitas cortinas blancas colgaban desde la única ventana de la alcoba. Todo lo que adquirió para la habitación de Alice corrió por cuenta de Spencer y Noah no pudo negarse a que lo hiciera. Para ella, la niña era su familia y no escatimó en costos.
En cuanto a los gastos de remodelación del ático, Noah los cubrió todos, gracias a un préstamo que papá
A las diez de la noche, después de hacer las compras, dejé a Connor en su casa. Vivía en la mejor zona de West, en una vivienda demasiado grande para un hombre solo, que curiosamente, quedaba muy cerca de donde vivía la madre de Aarón. Sentí mi estómago hundirse cuando pasé por el frente y vi su auto estacionado fuera del garaje. La mujer había perdido todo el respeto y la admiración que alguna vez sentí por ella, con su actitud y sus venenosas palabras. Me mostró a un ser desconocido para mí, una víbora sin alma ni corazón. Sí, traicioné a su hijo y no esperaba aplausos y conmemoraciones, pero ella fue demasiado lejos con lo que le dijo a Noah. Lo hizo con intención y alevosía. Fue cruel.Connor me invitó a pasar cuando llegamos a su casa, parecía realmente emocionado con la idea, pero era tarde y papá estaba solo en casa.
Los siguientes días transcurrieron lentos y aburridamente rutinarios. Extrañaba a Noah y no me bastaba solo con escuchar su voz a través del teléfono; lo quería conmigo, sentir su piel contra la mía, besarlo, dormir pegadita a él, sintiendo el latido de su corazón en mi espalda y sus manos en mi vientre. Pero su estadía en Tennessee se había retrasado por un asunto legal que debía formalizarse antes de trasladar a su hija a West. Entre tanto, fui a consulta con mi ginecóloga y, luego de unos exámenes de rutina y análisis de sangre, me recetó pastillas anticonceptivas. Eso haría feliz a mi prometido. ¡Vamos! A mí también.Otro cabo suelto que até fue hablarle a papá de Connor. Me sinceré con él y le dije que estaba intentando crear lazos con mi medio hermano, que eso querría mi madre, y fue la mención de e
Le escribí un mensaje a Mason, ya que Noah me dio su número de teléfono, y le pedí que por favor no dejara salir a Cris sin darme aviso. No me fiaba de ella esa noche, parecía demasiado desesperada por atención, demasiado arriesgada y chiflada. Claro que no me opondría si quería irse con algún Don Juan que solo buscaba un rollito de una noche, pero antes me aseguraría de que Cris estuviera en sus cabales, sobria.—Te debo una disculpa —dijo Connor, interrumpiendo mi tren de pensamiento, que iba a mil millas por segundos.—No, claro que no. Soy yo quien debería disculparse. No debí asumir que eras ese tipo de hombre —razoné.Connor giró su rostro hacia mí y me mostró una mirada oscura, tan densa como el petróleo, antes de decir con aspereza—: Soy ese tipo de hombre, Audrey, no te equivocaste al creerlo. Pero
Una hora más tarde, estaba acostada junto a Cris en su colchón. La había metido debajo de la ducha, puesto su pijama y acostado en su cama, todo con ayuda de Noah. Bueno, no todo, la parte de desnudarla y vestirla fue solo cosa mía. No fue nada fácil, Cris no colaboraba. Ahora ella estaba dormida y yo con los ojos de par en par, sin una pisca de sueño. Pensaba en todo lo que sucedió ese día, desde la carta de Olive, la conversación con Connor, el regreso de Noah y la situación de Cris. Una suma de acontecimientos que me tenían inquieta y pensativa.Noah se despidió de mí una vez que Cris estuvo dormida y prometió verificar a papá por mí, de eso hacía varios minutos. Me dio un beso en la sien y me apretó con un abrazo confortable. Justo lo que necesitaba. Si me hubiera dado un beso provocador y necesitado quizás me hubiera ofendido. Pero no lo hi
Más rápido de lo que hubiera deseado, nos encontrábamos en la entrada de su casa. Diez nudos, sino más, se entrelazaron en mi abdomen, entretanto mi pulso se aceleraba en buena medida, convirtiéndome en un manojo de nervios.—Tranquila, mi vida. No hay nada qué temer —expuso Noah, asimilando el temblor de mis manos como lo que era, absoluto y rotundo miedo—. Le hablé de ti en el camino, sabe que estamos comprometidos y que te amo como un loco.—Es que… ¿Y si me desprecia? ¿Y si me ve como la madrastra mala de los cuentos?—¡Nah! —dijo con ligereza—. Ali es una chica dulce, y tú de madrastra mala no tienes ni la pinta. Creo que te verá más como la madrastra buena onda que conduce autos deportivos y sabe escoger ropa sexy para desquiciar a su prometido.—Esto no es sexy —repliqué, dándo
Mi corazón se congeló. La rotación de la tierra también pareció detenerse, pero luego comenzó a girar al sentido contrario, arrastrándome con su tracción. ¿Eso era posible? No sabía, pero eso era lo que sentía, que estaba siendo empujada en contra de mi voluntad, que el mundo se desmoronaba ante mis ojos.—¡Princesa! —exclamó con emoción. Vestía su uniforme de combate, incluso cargaba su mochila. Detrás de él, un taxi se alejaba por la avenida.¡Llegó directo a verme!¡Dios mío! Soltó la mochila en el suelo, vino hacia mí y me alzó en vilo, haciéndonos girar sobre su eje de esa forma ridículamente romántica que vi tantas veces en las películas. Y luego… y luego me besó, sin saber que estaba robando los besos que ya no le pertenecía
—¿Estás loco? Esto no es la jodida guerra. Guarda esa mierda y vete de aquí, Aarón —impuse desde mi lugar, a dos metros de ellos. Conmigo en esa posición, formábamos un triángulo. Casi me reí por la ironía—. Además, si quieres vengarte de alguien, si hay una persona que merece castigo, soy yo. Solo yo. Porque fui yo quién te traicionó, es a mí a quién debes odiar, no a él.—No te odio, Audrey. Te amo, te amo tanto que soy capaz de perdonar tu traición. Lo haré si me eliges. Pídele a él que se vaya, échalo de tu vida y regresa conmigo, como antes, como siempre. —Seguía empuñando el arma, su mano temblaba y sus ojos parecían dos brasas ardientes, ardían con desprecio y terquedad.—Baja el arma, por favor. Hazlo por mí, ¿puedes? —Le pedí con cau
No sabía cuánto tiempo había transcurrido aislada del mundo, en esa cueva putrefacta a muerte y maldad, pero por el fuerte dolor de mi estómago vacío, asumí que habían pasado horas. Aunque, ese día, no había comido nada más desde las seis de la mañana, cuando preparé los hot cakes en casa de Cris. Era normal que me sintiera famélica, sedienta y urgida por hacer pis. Tenía tantas ganas que, si no me desataban en los siguientes minutos, me orinaría encima. En ese instante, una puerta se abrió, chillando tenebrosamente. La luz se coló dentro de la oscura habitación, lastimando en un primer momento mis ojos, pero yo, tercamente, agudicé la vista y vislumbré la silueta que se situaba en el umbral de la puerta. Por su anatomía, era un hombre, pero estaba muy lejos para precisar quién era o si lo conocía. Segundos despu&ea